Huawei
Visitando el laboratorio de pruebas de Huawei.
En el Centro de Innovación y Desarrollo de la capital china trabajan más de 40.000 personas. Allí se somete a los terminales a todo tipo de pruebas de resistencia.
Hemos visitado el laboratorio de pruebas del Centro de Innovación y Desarrollo que el gigante asiático Huawei tiene en Beijing (China). Recinto que comparte con su hermano HONOR, la e-brand destinada a los más jóvenes y aficionados al gaming.
¿Cuántas veces se le ha quedado el cable del cargador colgando de un hilo? ¿Se le ha caído el terminal al suelo y, como la buena tostada de la Ley de Murphy, ha caído por la parte del cristal y se ha hecho añicos? ¿Manda Whatsapp bajo la lluvia? ¿Y en verano le ha aparecido el típico mensaje de “sobrecalentamiento”? Todo esto era habitual hace unos años. Ahora, los nuevos terminales, son sometidos a pruebas de resistencia, que ríase usted del triatlon.
En LA RAZÓN hemos visitado el laboratorio de pruebas del Centro de Innovación y Desarrollo que el gigante asiático Huawei tiene en Beijing (China). Recinto que comparte con su hermano HONOR, la e-brand destinada a los más jóvenes y aficionados al gaming.
Allí, in situ, hemos podido comprobar las pruebas de resistencia a las que son sometidos los terminales de la marca. Desde las 40.000 veces diarias que se somete al cable del terminal a pruebas de enchufado y desenchufado, hasta los tres días que el móvil pasa bajo la lluvia, las empresas de movilidad son cada vez más exigentes con sus productos.
Llegar a la sede de Huawei en Beijing es toda una experiencia. En sus edificios trabajan más de 40.000 personas. El equivalente a toda la población de Manacor. Así que, medidas de seguridad aparte, no sorprende que en su interior haya todo tipo de tiendas. Más que una empresa, es una ciudad. Moderna. En la recepción, una vez traspasada la entrada del edificio de los laboratorios, hay incluso una mesa de billar. La cantina ofrece todo tipo de alimentación a precios asequibles.
Impresionar, impresiona ver cómo lanzan, desde todos los ángulos posibles, desde un metro de altura los móviles sobre mármol. Hago yo eso con el mío y no sé si sobrevivirá. Y los lanzan una y otra vez. Hasta cien veces. Después, por si no hubiera sido suficiente, los meten en cajas de madera donde los hacen girar una y otra vez sobre sí mismos, cayendo continuamente desde más de diez centímetros. Aquí también se comprueba cómo aguantan eso de ponerles peso encima, que tenemos la manía de guardarlos en el bolsillo de atrás del vaquero. ¿Les suena, verdad?
El USB-C se somete a todo tipo de pruebas. El cable es doblado hacia un lado y otro; lo enchufan y desenchufan. Los cables se torsionan hasta en cinco mil ocasiones. Y lo hacen con peso n. Ahí es nada. Los botones de volumen son pulsados, por cierto, hasta 50.000 veces. El de encendido, 200.000.
¿Eso es todo? Ni hablar. En Beijing el terminal tiene que pasar horas dentro de una cámara sometido a una temperatura de 80 grados. Tras el calor, el frío. Cuarenta bajo cero. Después, duchita. El terminal pasa tres días bajo la lluvia.
La sala más curiosa, les prometo que parece sacada de ‘50 sombras de Grey’, es en donde se prueban las antenas. Al fin y al cabo, hablamos de teléfonos y lo de tener cobertura es fundamental. Por probar, testean la resistencia del terminal en caso de caída de un rayo. ¿Sigue funcionando? Las pruebas de inclemencia metereológica, interferencias y en diversos escenarios son abundantes. Se simulan tormentas, se congelan antenas, se finge el sol del Sáhara, cambios de temperatura alucinantes y, por supuesto, desastres naturales (terremotos o tifones).
En otra habitación, tan insonorizada que se puede escuchar el latido de un corazón, y gracias a un brazo robótico y una cabeza en la que se han incrustrado micrófonos y grabadoras, se pruebnan el reconocimiento de voz y el ruido en diferentes ambientes. Del bar al cine. ¿Se escucha al interlocutor si llama bajo determinadas circunstancias? ¿Y al usuario del móvil?
Por cierto... ¿qué hacía allí, nada más salir de la sala de prueba de sonido una cabina con karaoke? Cosas de chinos.
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