Entrevista

Malcolm McDowell: «Mi hija vio ‘’La naranja mecánica’' y me dijo: ‘’Menuda película rara has hecho, majo’'»

TCM estrena «La naranja prohibida», el documental sobre la premier de la cinta de Kubrick en la Seminci de Valladolid en 1975

El actor británico Malcolm McDowell
El actor británico Malcolm McDowellSusi SáezEFE

En 1971, Stanley Kubrick estrenaba la que sería una de sus películas más icónicas y también más polémicas. «La naranja mecánica» causó un gran revuelo y en España fue censurada en varias ocasiones hasta que un valiente cinéfilo, Carmelo Romero, consiguió saltarse la censura, engañar al director, traerla y proyectarla en la Seminci de Valladolid de 1975 que dirigía. TCM estrena hoy, coincidiendo con el 50 aniversario del estreno internacional de la cinta que protagonizaba un joven Malcolm McDowell, «La naranja prohibida», un documental que retrata la conmoción popular que supuso su proyección en la ciudad, narrada por el actor británico.

«La naranja mecánica», ¿es una sátira o una comedia?

Creo que las dos cosas. Se trata de una comedia muy negra, pero también tiene un punto de sátira. Pero etiquetar las cosas no me gusta: es una película que vive y tiene su propia historia. Yo siempre la he visto como una comedia negra más que otra cosa.

Es curioso: los cinéfilos la consideran una obra de arte; los conservadores una película violenta y los violentos, una comedia...

Cuando he visto a gente joven que ve la película en los últimos años tienden a entender mejor el aspecto cómico de la película, y lo que ven es una comedia negra. La entienden, la comprenden, les encanta y la disfrutan enormemente. Y eso es precisamente como yo la vi: esa es la película que estaba haciendo personalmente. Y por eso me resultó una decepción, incómoda de hecho, cuando vi que la gente en el estreno original se centraba en que era la película más violenta y, obviamente, ni siquiera es la más violenta de la historia. Si quieres violencia en el cine, vete a ver una película de Sam Peckinpah; ahí tienes un ballet de coreografía violenta casi a nivel shakesperiano. Me encantan sus películas, eso sí.

¿Que significó para la sociedad española el estreno de la película en 1975 en Valladolid?

Creo que la película se convirtió en un símbolo para ellos. No creo que fuera la película con mayúsculas; es una película más al fin y al cabo. Pero lo cierto es que había diversos elementos en juego: en ese momento en España estábamos en plena dictadura fascista de Franco y la gente no tenía permitido decir lo que pensaba. No tenían esa libertad de expresión. Esta película precisamente representa cierta libertad para esta gente y por eso precisamente conectó tan bien el público con ella. No creo que fuera para ellos la película con mayúsculas, sino que fue la película en ese momento concreto e histórico. Es como por ejemplo, cuando cae un rayo en una botella. Estaban expresando frustración, unas emociones, y la película se convirtió en una especie de sistema para catalizar todo eso. Y quizá eso es lo que hace que sea la película perfecta. Siempre decimos que el cine no cambia el mundo, porque no lo hace. Sin embargo, las películas pueden cambiar ligeramente la opinión pública. Y precisamente, y de forma sorprendente, todas las condiciones se daban para que esta se estrenara justo en 1975 en esa ciudad. Así que es increíble que sucediera en una ciudad pequeña a la sombra siempre de Madrid. Madrid es la capital y esta es una ciudad de provincias, bastante conservadora, y todo aporta a que esto se convirtiera en un acontecimiento extraordinario. Así que fue increíble poder ir a Valladolid para mostrar el documental allí, porque muchos de los que lo han visto fueron los que estuvieron en la película en 1975, lo que me parece increíble.

Dice que ahora ni siquiera sale a buscar los papeles, sino que espera a que le lleguen. ¿Qué cree que le ha dado más papeles: su mirada inteligente, o su cara de villano?

Creo que es la cara. Tengo pinta de gamberro. Las películas tienen mucho que ver con tu aspecto y con un aspecto estético muy fuerte. Hay mucha gente con gran talento, que se quedan por el camino por su aspecto físico precisamente. Pero en ese momento mi rostro encajaba perfectamente con lo que se pedía y mi actitud también ayudaba. Cuando hice «If...», casi no tenía que actuar: era yo. Porque entendía perfectamente esa idea de la supresión. Los niveles de clase social. Es algo de lo que yo venía. Venía de Liverpool, de las provincias... Llevábamos años escuchando que «tú no vienes de aquí. No vas a ser nadie en Londres; de donde vienes eso es imposible». Así que sí, creo que, sinceramente, es tu aspecto, es tu pinta; es fundamental. Pero va de la mano, sin talento no vas a ningún lado, pero si ya lo tienes, cualquier actor que busca y tiene talento siempre va a haber un papel que está hecho para ti, a medida. Y ahí es suerte, en gran medida. Pero puede ser en una película que sea un éxito. Yo tuve mucha suerte porque hice unas cuantas películas que tuvieron mucho éxito a nivel de taquilla y de crítica. Pero también creo que fue mi aspecto físico. Hoy por hoy eso ya no sirve para nada. En los últimos 30 años ya da igual. Básicamente es mi talento el que me da de comer.

¿Sus hijos han visto «Calígula» o «La naranja mecánica»? ¿Se lo ha sugerido?

Yo no les digo nada. No les pido que vean nada de lo que yo haya hecho, porque he pensado que sentirán curiosidad en algún punto: «Pero, ¿qué hace este hombre?, «por qué nunca está en casa?. A lo mejor habría que ver sus películas...». Sí que vieron, que les gustaba mucho, «Mozart in the Jungle». Y «Franklin y Bash, que también es otra serie de televisión que hice. Ahora estoy trabajando en otra serie que estamos rodando que les va a encantar. Pero creo que a mi hijo Beckett Taylor McDowell, que tiene 14 años se lo pregunté: «¿Has visto ‘’La naranja mecánica’'?». Y me dijo: «No, no la he visto. He visto algún trozo en Youtube, es rarísima; no sé yo...» Pero mi hija, cuando tenía 18 años se fue a la universidad, a la costa este, y me llama un día y me dice: «Papá, muchos de mis amigos tienen tu foto en un póster en su dormitorio». Y le digo, será de «La nanja mecánica». Y me contestó: «¿Y qué es eso?». Ni siquiera sabía que existía esta película, y la primera vez que la vio fue precisamente cuando fui a la universidad a verla y se hizo una proyección. Había una señora estupenda, que trabajan en la Facultad de Cine, que no me sé cuál era su nombre, pero es maravillosa, y organizó una proyección especial y la vio por primera vez y me dijo: «Menuda película rara has hecho, majo».