Lo de Évole

El espeluznante relato de Gervasio Deferr con las adicciones: “A mi madre le dio un infarto y yo... Yo no podía ni ir”

Un calvario de alcohol y drogas lo ha acompañado durante mucho tiempo

Gervasio Deferr, en "Lo de Évole"
Gervasio Deferr, en "Lo de Évole"laSexta

Impresionaba su imagen, la de Gervasio Deferr. Le ha cambiado hasta la mirada, le ha pasado la vida por encima. Es otro. Ahora es mucho más de verdad que el que hemos visto todos estos años. Ha tenido que transitar un calvario. Si su imagen impactaba con una mirada directa que traspasaba la pantalla, sus palabras fueron un taladro. Las de la entrevisa en laSexta a Jordi Évole. Hay que pasar muchas pantallas de la partida de la vida para ser capaz de sentarte delante de alguien, a través de la televisión y hablar así de uno mismo, en la era de la ficción de redes sociales en la que vivimos. Se agradece. Gervasio no dudó en desmitificarse y contar lo peor de él para engrandecerse. Sus miserias quedaron al descubierto para dar cuenta de un tipo que ha luchado con sus fantasmas, con sus “demonios”, con los que siempre ha tenido al lado, como él mismo ha confesado. Del resto sabía taparse. De esos no.

Fue por méritos propios ídolo del deporte olímpico español durante más de una década. Y acumula un Oro en Sydney en 2000 y Atenas 2004 en salto de potro y plata en suelo en Pekín 2008. Él mismo admitió cómo las adicciones sobre todo al alcohol lo hicieron tocar fondo. Ahora en su gimnasio de la Mina en Barcelona dice haber encontrado su sitio y sentirse feliz enseñando a los demás todo lo que ha aprendido. Y allí se graba “Lo de Évole”.

“He sido un personaje hasta que me retiré, y encontrar la persona que soy hoy en día, me ha costado. Y creo que la gente se merece que me conozca”, explica sobre su autobiografía, en la que da a conocer lo que ha vivido: “Esa mierda hay que sacarla”, explicaba.

Jordi Évole para contextualizar la entrevista le pone unas imágenes del oro de Sydney y así relata Deferr cómo lo vivió él. Minutos antes pensaba “os van a doler las manos de aplaudirme. Yo era muy flipao. Cuando estoy en el aire, ya lo sé: cojo el suelo, me giro y ya sé que es una nota del copón”, recordaba.

A mí se me va la olla y me creo Dios. Me convierto un poco en gilipollas. El mismo día, el 25 de septiembre un año después en 2001, entro en quirófano. En diciembre me operan del segundo hombro y me tiro meses viviendo en mi casa sin hacer nada, porque soy Gervasio Deferr y me creo la leche. Es ahí cuando empiezo a fumar (porros) con mis hermanos y demás...”, cuenta.

Coincide cuando da positivo en el Mundial, por marihuana. “Ahí es cuando se me cayó todo”, explicó. “Todos me señalan”, relata, antes de explicar cómo fue la llamada de su padre “El cabrón me colgó y estuvo un tiempo sin hablarme”, recordó. Aquello vino de una filtración de la Federación Española de Gimnasia, del que no quiere decir el nombre. “Pensé: que os den por culo y me fui a mi casa a fumarme un porro. Después no volví a tener un patrocinio. Jamás. Ni en los dos Juegos posteriores con las medallas”.

“Mis padres no pensaban que pudiéramos vivir de la gimnasia, sabíamos que no iba a dar dinero. Yo he visto a mi madre quitarse un trozo del filete para dármelo a mí, porque venía de entrenar muerto de hambre”, explicó.

De cómo empieza todo

“Yo no bebía al principio. Fue en Madrid, en las concentraciones cuando íbamos por ahí, si todo el mundo pedía una cerveza, yo me pedía un quinto”, y luego vinieron las mezclas: “cocaína, speed, pastillas...”. “Llamé a la Federación para avisar de que me quedaban meses para los Juegos y tenía que prepararme”, contó.

Eso hizo que tuviera sí o sí que pedir ayuda al Comité Olímpico Español: “Necesito que me dejéis entrenar y limpiarme”. Así superó los controles. “El COE, la Blume, el CAR, el CSD... es todo lo mismo. Era tirarse piedras contra su propio tejado”.

Incluso en los días de éxito venía. Ocurrió en Atenas. Falló en suelo y para consuelo se fue de juerga. “No me acuerdo ni cómo llegué. Vi a unas personas que estaban tomando algo y me metí una jarra enorme de cerveza. Al día siguiente me dijeron que estuvimos mucho tiempo, pero no recuerdo nada”. Ese día logró su segundo oro olímpico.

“Me fui con un oro olímpico y la sensación de que había fracasado. Yo me mataba, me destrozaba más mi propio pensamiento. Quería inundarme en alcohol”, admite. “Estoy convencido de que el alcohol es la droga más peligrosa. Yo no me drogo con otras cosas si no bebo, es todo a través de ello. Y lo tenemos tan instaurado en todas las celebraciones. Siempre el alcohol está por delante”, denunció.

El peligro de la retirada

Uno de los grandes peligros llega en la retirada. El tiempo libre y no tener la obligación de pasar los controles de doping. “Por fin podía hacer lo que quiera, yo no tendría que pasar doping. En ese momento fumo, salgo, bebo y pierdo el tiempo. Me quedo tres años en Madrid pensando si me retiro o no, pero cada día estoy desde las 15:00 en bares con amigos y con vida social. Era dormir por la mañana, comer y luego por la tarde otra vez. Hubo un momento que me di cuenta que llevaba seis años bebiendo todos los días. Seis o siete medianas y dos o tres cubatas. Sin nada que hacer ni objetivo, al final te envenenas”, dice.

Los peores momentos

La vida y la muerte confluyen, se dan la mano, la línea cada vez se hace más delgada, así lo cuenta. “Había mañanas que me despertaba con sangre y no sabía si me había peleado. No sabía qué hacer y volvía a pasar, por mucho que me decía que no”.

Jordi le preguntó sobre los maltratos, sobre todo refiriéndose a sus parejas y no tuvo dudas en admitir que seguro que se convirtió en un “faltón”. Fue muy impactante cuando relató que uno de los peores momentos fue cuando su madre sufrió un infarto. “Ella en el hospital con un infarto... Y yo, yo no era capaz de ir. Si mi madre se llega a morir, no me lo hubiera perdonado, yo no estaría aquí”, contó visiblemente emocionado.

Fue en 2017 cuando entré en un centro de desintoxicación. Diez meses. Ahora es feliz.