Estreno
«Legado»: el poder nunca consigue un final feliz
Netflix estrena esta serie española protagonizada por José Coronado en el papel de un magnate de los medios
El mundo de los medios de comunicación es un terreno muy fértil para desarrollar tramas complejas destinadas a convertirse en series de televisión. Y en muchas ocasiones no son sólo un contexto, si no que forman parte del elenco como un protagonista más. Si además le unimos que en muchos casos están vinculado s a sagas familiares, la mezcla suele ser explosiva. Netflix estrena «Legado», una serie española de ocho episodios creada por Carlos Montero, Pablo Alén y Breixo Corral, y dirigida por Eduardo Chapero-Jackson, en la que la familia y el poder son protagonistas.
La serie nos presenta a Federico Seligman, interpretado por José Coronado, un magnate de la comunicación que regresa de Houston tras curarse de un cáncer de páncreas, acompañado de su mujer Isabel (Mireia Portas), y de su hija pequeña, Lara (Mireia Morera). Al llegar a Madrid se encuentra con que su empresa, en manos de sus tres hijos durante su ausencia, se ha devaluado comida por los avances tecnológicos y demás chanchullos. Así que Federico decide enfrentarse a Yolanda (Belén Cuesta), Andrés (Diego Martín) y Guadalupe (Natalia Huarte) para intentar recuperar lo que es suyo. Por eso el cabeza de familia tendrá que tomar una decisión drástica e intentará mantener lo que considera su «Legado» a toda costa y pasando por encima de quien sea necesario. Completan el reparto, Susi Sánchez, Gustavo Salmerón, Nico Romero, Iván Pellicer, Salva Reina y Lucas Nabor, entre otros.
La figura principal de las empresas Seligman es el periódico, «El Báltico», que dirige su hijo Andrés y que supone el intento por usar el cuarto poder para su propio beneficio, y no solo en la etapa actual. Está claro a lo largo de la serie que hay muchos empresarios que pagarán encantados con favores los secretos que guarda Federico Seligman. La comparación con otras sagas familiares con empresas de por medio son inevitables, pero están actualizadas al mundo digital y en ellas se puede ver que se adaptan a la sociedad española. Tras dos años apartado de los negocios, cada hijo, a nivel personal y profesional, ha ido acumulando sus propias taras, favores a deber, deudas y tejemanejes económicos. Yolanda tiene una crisis en su matrimonio y siempre ha sido considerada una mantenida y una floja por su padre; Andrés ha caído en las redes del poder y se parece demasiado a su padre para que ninguno de los dos lo reconozcan, y Guadalupe ha tomado el camino de la política superponiéndolo a todo, incluso a la propia familia para, de momento, tener unos resultados bastante pobres. En general el juego de roles entre padre e hijos mantiene el interés relativo. El protagonista tira de demasiados favores a la desesperada y le resta credibilidad. Sí que es cierto que su rumbo cambia a mitad de la trama y puede aguardarnos un giro de guion hacia el clásico comprar a la baja.
Lo más desconcertante es la baza de la entrevista que Federico ha concedido a una antigua amistad. En ella, para televisión, vuelca todo un pasado de trapicheos políticos y económicos, y habla de todo y de todos, y asegura que puede hacer caer hasta el mismísimo gobierno. Pero aunque se convierte en centro de la trama y moneda de cambio para muchos intereses distintos, el tema del vídeo, al menos al principio, se diluye. Además hay una explosión innecesaria de subtramas relacionadas con algunos personajes y sus intervenciones. Todo el mundo oculta algo, pero cuando es demasiada gente para acabar confluyendo, ya nos lo sabemos. Algunos diálogos se podrían mutear y no alterarían la historia principal. Incluso algunas escenas parecen aceleradas creando una sensación de trompicones sensoriales nada agradables. Y por supuesto muchos tópicos del género, como el uso de la traición en todas sus formas, como un búmeran que nunca termina de irse. Sí que podemos adelantar que hacia la mitad hay una pequeña sorpresa para el protagonista y los espectadores, que podría volar algún cerebro.
Sí que hay que reconocer el callo de Coronado, que afila con la edad su paso por personajes que ya no caen en grises y que matan mientras lloran. En sus guiones están las claves de lo que irá pasando y las dice igual que una homilía, causando respeto y sorpresa. «Legado» es una serie entretenida con una producción cuidada y que salvo algunas salpicaduras de humor sobrantes, merece un visionado, aunque sea para odiar lo suficiente el papel de Reina.