Estreno teatral

Tomás Pozzi y Martiño Rivas, frente al espejo

Cuándo: del 15 de enero al 16 de febrero. De martes a sábados, 20:30 h. Domingos, 19:30 h.. Dónde: Teatro Español (Sala Pequeña). Madrid.. Cuánto: 20 euros. Tel. 91.360.14.80.

Tomás Pozzi y Martiño Rivas, frente al espejo
Tomás Pozzi y Martiño Rivas, frente al espejolarazon

Si a uno le dijeran que Martiño Rivas y Tomás Pozzi son la misma persona, quizá sonreiría con sorna. El primero es un joven galán de moda en series de televisión como «El internado». El segundo, un terremoto teatral de metro y medio de altura y acento argentino. Pero eso es justo lo que propone «Cuestión de altura», un texto de Sandra García Nieto que dirige Rubén Cano: «El personaje de Martiño es un tipo inteligente, elegante, con una educación basada en el éxito y que lo ha conseguido todo... Una mañana despierta y se ha transformado en Tomás Pozzi. Se mira en el espejo y no se reconoce. La trama está basada en un aspecto psicológico, porque el personaje de Martiño es el mejor psicólogo de la ciudad». Estamos ante un tema universal, abordado por clásicos como Ovidio en su «Metamorfosis» o Plauto en su comedia «Los gemelos», recuerda Cano: «Habla de lo que aparentemente y en realidad somos, y pasa por una metamorfosis personal». Para subrayar esa dualidad especular, que bebe de referentes como «Dr. Jeckyll y Mr. Hyde» y «El club de la lucha», el montaje juega con un objeto en escena, un «espejo espía» en el que se puede uno ver reflejado por delante o mirar por detrás.

Aunque el montaje arranca con el personaje de Rivas, «a partir del minuto 20 de función es un descoloque total con ellos dos en escena». Aunque, explica el director, «las buenas comedias tienen que hacer sonreír, no sólo partirte de risa. Esta obra tiene un toque trágico y no hemos querido abandonarlo. Hay algo terriblemente cruel en lo que cuenta». En ese sentido, reconoce, «he tenido que contener a Tomás en su capacidad cómica. Es impresionante la cabeza que tiene para la escena y cómo maneja su cuerpo. Pero también posee un punto de actor dramático espectacular». Al final, asegura Cano, «la obra es una metáfora: está claro que el mundo es hostil, pero no tiene la culpa de todas las cosas: hay que mirar dentro de uno mismo».