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Dictadura en la «fiesta de la democracia»

Rafael Serna corta una oreja y la presidenta le niega otra a Luis Bolívar en una corrida de La Palmosilla de escaso fuelle

Bolívar da un derechazo, esta tarde, en Sevilla Fotos: Manuel Olmedo
Bolívar da un derechazo, esta tarde, en Sevilla Fotos: Manuel Olmedolarazon

Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Segunda corrida de abono. Un tercio de entrada.

Se lidiaron siete toros de La Palmosilla, incluyendo el tercero bis. Muy desiguales de presentación y juego. Destacó el cuarto, con más movilidad, y el segundo bis, con calidad por el pitón izquierdo. El segundo sobrero (5º bis) de Hermanos Sampedro, una raspa y falto de fuerza.

Luis Bolívar, purísima y oro. Estocada caída (silencio); estocada recibiendo (vuelta al ruedo)

Luis David, pavo real y oro. Media estocada (palmas); estocada (silencio).

Rafael Serna, barquillo y oro. Dos pinchazos, estocada corta y dos descabellos (silencio); estocada (oreja)

El paseíllo se rompió en La Maestranza cuando ya estaban aparejando las mulillas de arrastre en los colegios electorales. No es mal sitio una plaza de toros para pasar las horas decisivas de una jornada electoral: un retiro benedictino comparado con las bocanadas catódicas y el pajariteo de Twitter en cualquier día de urnas, pero más de éstas.

Luis Bolívar (silencio y vuelta al ruedo) tuvo en la mano la oreja del cuarto, el mejor toro de la corrida, por una estocada recibiendo que ya es candidata a la mejor de la feria. Podemos entrar a discutir si el colombiano estuvo por debajo de la embestida pronta y repetidora del de La Palmosilla, pero lo que no admite discusión es que la presidenta -bronca mediante- se ciscó en la democracia negando el trofeo. Ante su primero sí que no tuvo ningún tipo de opción porque el animal -“Empeñado” de nombre- decía “no, no, no” hasta el final.

Rafael Serna (silencio y oreja), con nulas opciones ante el tercero bis, lo acompañó bien y lo mató mal (dos pinchazos, una estocada corta y dos descabellos). El sobrero de La Palmosilla era un zambombo que pasaba de los 600 kilos, una mancha negra como el del cartel que pintó Salinas -¿se acuerdan...?. Serna se enfundó el traje con la pena a cuestas de la muerte reciente de su padre, al que brindó por cierto aquel toro de la alternativa de un San Miguel de hace ya dos años. El brindis fue esta vez al cielo. El tributo llegó sin embargo en el sexto, cuando ya hervía el cotarro con la encuesta de Michavila y el público llevaba ocho toros a la espalda. El diestro sevillano cortó una oreja que no pasará a la historia. La banda de Tejera allanó el terreno con el estreno del pasodoble dedicado a su padre y el diestro la amarró con una estocada a ley por arriba. El público la pidió mayoritariamente. Esta vez la presidenta Anabel Moreno no quiso imponer la dictadura por su cuenta.

A Luis David (palmas y silencio ) no le ha dado el santísimo el pincel de su tocayo Jean Louis David, el pintor jacobino que inmortalizó a Marat palmándola en la bañera. Estuvo animoso. Como Marat se fue desangrando su primer quinto, que volvió inédito a los chiqueros tras aparecer el pañuelo verde. El segundo bis -fino de cabos, montado arriba, albardado, el más bonito de un encierro desigual en juego y presentación- tenía más calidad que fuerza, especialmente por el pitón zurdo. La candela la apagó el mejicano echándose encima del animal como una manta extintora. Quedó poco en el recuerdo, más allá de las zapopinas del cuate y el inicio por estatuarios.