Feria de El Pilar de Zaragoza
Digna alternativa de Isiegas en tarde de saldo
Paco Ureña y Jorge Isiegas pasearon un trofeo cada uno en la séptima de El Pilar.
Paco Ureña y Jorge Isiegas pasearon un trofeo cada uno en la séptima de El Pilar.
Era el día X y la hora Y. La alternativa. En la plaza en la que tantísimas tardes su abuelo ocupó una localidad cerca del tendido de capotes. Allí mismo. Donde se fraguó todo antes de marchar a Madrid volvió Jorge Isiegas para convertirse en matador de toros. Ya es mucho. Ya es todo. Y lo hizo con una solvencia y tranquilidad inaudita para el rodaje que avalaba su llegada hasta aquí. Era bonito, y rematado el primer toro, “Encendido” de nombre, el del doctorado. Muchos lances recibió hasta llegar al momento de soledad. Pasada la ceremonia, incluso el brindis, que pareció recaer en la familia. Toda unida. Besaron la montera, como quien besa un santo. Devoción. Y el miedo prendido en cada labio. Isiegas ya era matador y como tal se comportó, pero de altura. Temple en las muñecas y la mejor de las intenciones para pulsear las embestidas del toro, esa arrancada que había retenido con los vuelos y que no pretendía acompañar, ni aliviarse, ni pasar por allí con la magia de estos tiempos de hacernos creer lo que no es... No... Jorge Isiegas, recién llegado, lo quiso torear. De media arrancada el toro, firme el torero, que, hasta en los remates, buscó el aplomo y la verdad. Impecable. La estocada se le fue un poco abajo. Paseó un trofeo. El primero como matador, que sean muchos.
El morlaco sexto no era un regalo de alternativa desde luego. Tuvo reacciones raras desde el principio, abriéndose, queriéndose rajar, a su puñetera bola y por supuesto sin humillar. Isiegas anduvo dignísimo, no era una papeleta fácil.
Un caballote de 650 kilos y los seis años fue el segundo. Para El Juli. Y a punto estuvo de quitar a Ureña del planeta en un quite por gaoneras. Él no se inmutó. Ya sufrimos el resto del corazón. Se vino abajo el toro después a pesar de que mantuvo la franqueza/ nobleza infinita. Cumplió El Juli en las cercanías. El cuarto, de feas hechuras, llegó al engaño a la defensiva, sin empuje ni querer pasar el flanco de la muleta. El toreo ni era ni se le podía esperar.
El tercero de Ureña, que sustituía a Manzanares así a última hora, no nos dejó espacios en blanco, salía de los embroques al revés ya con el capote y deambuló por la plaza suelto en los primeros tercios. De ahí la emoción. Había que torear. Por estatuarios en el centro del ruedo comenzó. Nueve le pegó. Sin moverse. Ocurrían cosas después, porque la vida de abajo transitaba en dos tiempos distintos. El temple que intentaba imprimir Paco a la muleta y esa movilidad rebrincada del toro que transmitía, pero que no ponía fácil armar una estructura sólida. Así se le fue la labor, que daba la sensación de que era más para él que para el público. La espada se le fue abajo. Se jaleó. Y paseó un premio.
Rebrincado también el quinto, saliendo del embroque por arriba, aunque tuvo mejor son por el pitón zurdo y sobre todo duración. Paco Ureña le hizo tres faenas en una, tanto que sonó un aviso mientras se iba a por la espada, pero entre ellas inconexas. Una de búsqueda, otra rondando en registros del pasado con el compás muy abierto y la figura forzada y pasado de largo. Lo pagó después con los aceros. Vimos a un Ureña de transición, tal vez.
Zaragoza. Séptima de El Pilar. Se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo, muy desiguales de presentación. El 1, de corta arrancada; 2º, franco y a menos; 3º, con mucha movilidad, boyantía y rebrincado en la embestida; 4º, a la defensiva y sin querer pasar; 5º, rebrincado y mejor por el izquierdo; 6º, deslucido y rajado. Lleno.
El Juli, de corinto y oro, pinchazo, estocada trasera (saludos); pinchazo, estocada trasera (silencio).
Paco Ureña, de malva y oro, estocada baja (oreja); aviso, estocada, segundo aviso, tres descabellos (saludos).
Jorge Isiegas, que tomaba la alternativa, de blanco y oro, estocada caída (oreja); estocada baja (ovación).
✕
Accede a tu cuenta para comentar