Feria de San Fermín
Dos toros con estrella de La Palmosilla para una irrealidad
Luis David corta la única oreja de la tarde en Pamplona en la penúltima corrida de Sanfermín
En Pamplona puede ocurrir de todo. Tan de todo, tan diferente, tan versátil que cabe que después de escuchar “Mi gran noche” del eterno Raphael y antes de que Garrido se fuera a por el toro con la muleta, pero a puntito, una petición de mano en una andanada de sol con final feliz reuniera abrazos a vista de pájaro a modo de felicitación. El momento. Tan dispar como el que le esperaba a Garrido ante “Brujito” que nada tenía acabado en “ito” ni el tamaño (y no era el peso pero la seriedad hablaba por sí sola) ni los pitones y mucho menos la casta (ita en esta ocasión, para los ortodoxos). Qué pedazo toro, en el sentido más extenso. Era de museo. De esos de “esto es verdad y además se ponen delante”. Y se puede añadir con el pecho henchido de los amantes del animal “Y además embiste” que eso es el verdadero milagro. Encastado el toro hasta su último aliento se rebasaba en la muleta de José Garrido, que quiso buscar el triunfo con los resortes sanfermineros y el toro pedía candela por abajo, muy de verdad y muy sometido. La faena fue un barullo que quería encontrar la solución en la vía rápida y las cosas así no siempre ocurren. ¡Ni en Pamplona! Por supuesto que es San Fermín y que ese toraco pesa, pero imperdonable a estas alturas del partido.
Las bolitas a la cuadrilla en el sorteo matinal les funcionaron bien. Se llevó un buen cuarto, muy pronto en las telas, encastado también, con duración y de buen juego. Tuvo esta vez la faena de Garrido tintes más clásicos y valeroso, aunque la labor no alcanzó mayor engranaje de las piezas. Sin salirse del pelotón, sin decir esta boca es mía en el momento en el que el grito podría ser desgarrador.
Noble y de buen son fue el segundo con el que Luis David hizo todo. Desde el capote a los pases cambiados con la muleta en una faena de voluntad. El espadazo puso la guinda para el corazón de Pamplona y paseó un trofeo. Media era la arrancada del toro, del quinto, y a partir de ahí fue todo de velocímetro: los pasos que perdía el torero entre pase y pase y los muletazos. El toro, en esas, se fue orientando más y de media arrancada fue a menos. Así que sin visos de más historia se fue a por la espada, con la que fue ligero, cosa que se agradece y aquí por mil.
El tercero se reventó el pitón derecho y poco importaron los tres o cuatro faroles que Javier Marín le recetó de salida. Tras el esfuerzo,volvió el toro para atrás. Y el torero para adelante. A jugársela de nuevo con un ejemplar de mucho peso, aunque no lo aparentaba, porque tenía más armonía en la cara. Tuvo después más corta la arrancada y resolvió el diestro con ganas. Exigente fue el sexto y esa falta de mando la pagó con peligro. En un ¡ay! estuvimos toda la faena de Marín, que bastante hizo con ponerse, exponerse e intentar defender aquello con tan poco rodaje. La espada fue muy difícil.Y sufrimos. La Palmosilla ya había tenido un buen debut matinal, en los encierros, y echó dos toros encastados por la tarde. En la verdadera hora de la verdad, aunque el ruedo se convirtiera en una irrealidad.
No fue una corrida fácil, por eso a las seis y media de la tarde, pocos quedan ahí abajo.
Ficha del festejo:
Pamplona. Novena de la Feria de San Fermín. Se lidiaron toros de La Palmosilla, muy rematados y gigantes cabezas. El 1º, encastado e importante; 2º, noble; 3º, sobrero del mismo hierro y más corta arrancada; 4º, encastado, pronto, exigente y de buen juego; 5º, de corta arrancada; 6º, exigente y con peligro. Lleno en los tendidos.
JoséGarrido, de verde hoja y oro, pinchazo, estocada (silencio); pinchazo hondo, descabello (saludos)
LuisDavid, de blanco y plata, estocada (oreja); pinchazo, estocada (silencio).
JavierMarín, de azul marino y oro, pinchazo, media, seis descabellos (silencio); estocada, diez pinchazos, aviso, tres descabellos (pitos).
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