Ferias taurinas
El valor seco y la pureza dan alas a Gallo
Tarde importante del charro y buen gusto de Iván Vicente con el único toro con opciones de un gris encierro de Lagunajanda en Madrid.
Tarde importante del charro y buen gusto de Iván Vicente con el único toro con opciones de un gris encierro de Lagunajanda en Madrid.
Las Ventas (Madrid). Se lidiaron toros de la ganadería de Lagunajanda, desiguales de presentación. El 1º, con calidad por el derecho, derrotón por el izquierdo; el 2º, noble pero sin fuerzas; el 3º, movilidad sin entrega, a menos; el 4º, desrazado, se aburrió pronto; el 5º, manejable pero soso y el 6º, blando y sin raza. Un cuarto de entrada.
Iván Vicente, de canela y oro, buena media (saludos); tres pinchazos, estocada, aviso (silencio).
Eduardo Gallo, de sangre de toro y oro, pinchazo, estocada baja, aviso (saludos); bajonazo infame (saludos).
Esaú Fernández, de marino y oro, bajonazo (saludos); estocada baja, aviso (silencio).
Eduardo Gallo siempre resurge en Madrid. Su valor seco volvió a ser su mejor aval en Las Ventas. Saludó sendas ovaciones tras mostrar pureza y hondura al natural en lo mejor de una tarde sesgada por el pobre juego del ganado de Lagunajanda. Muy protestado, primero por su discreta presentación y después por su manifiesta endeblez, apenas se picó al bajo, aunque voluminoso, segundo. Gallo, que se había dejado notar en el primero con un ceñidísimo quite por chicuelinas, lo citó desde la boca de riego para templarlo las dos tandas iniciales a media altura. Sin atacarlo. Se movía el de Lagunajanda, pero humillando con sosería y sin finales. Por el izquierdo, Gallo reverdeció laureles. Le extrajo cuatro naturales soberbios. Con hondura, limpios, echando los vuelos y tirando del animal para recogerlo. Reunidos y ligados. Poco más tenía el burel. Por encima, el charro, que saludó tras pinchazo y estocada baja. Todavía más a los blandos se le fue la mano en el manejable pero insulso quinto. Un bajonazo sin medida que fue el único lunar a otra actuación seria, que brindó al cielo. Economía de movimientos, sin perder pasos y muy bien colocado, para ligar tres tandas en redondo con la panza de la muleta. Luego, uno a uno, volvió a dibujar naturales notables. Uno, larguísimo. Hubo pureza. Aunque, porfión, se pasó de faena.
Rompió plaza «Oceanador». Fue toro con calidad, mucha, por el derecho. Empujó con franqueza en varas y luego, pronto a los cites, resistió tres tandas en redondo. Faltó una brizna más de fuerza. Iván Vicente lo toreó con despaciosidad y suavidad. Con gusto. Lo probó al natural y ahí no hubo la misma armonía. Más descompuesto y protestón, un inoportuno desarme cortó la progresión del trasteo. Buenas las trincherillas de remate. Dejó una media con mucha muerte y saludó desde el tercio. Fue silenciado con el cuarto, el más serio por delante, pero que no tuvo la clase del anterior. Pasaba, pero con un molesto calamocheo. Deslucido... Hasta que se aburrió. Buscó el cobijo de las tablas y allí, en sus terrenos, le robó la mejor tanda el madrileño.
En ese duro trance de la boca de chiqueros, a portagayola, esperó Esaú Fernández al engatillado tercero. Animoso saludo capotero, que no encontró refrendo en el último tercio. Fue un toro sin entrega. Se dejó y repitió pero por inercia, no por bravura. El sevillano lo intentó, fuera de cacho y sin cruzarse, hasta terminar metiéndose entre los pitones. La tizona, en los blandos. Leve petición que el presidente hizo bien en no atender. Vacío y sin raza, como sus cuatro hermanos anteriores, el flojo sexto no albergaba el triunfo. Lo intentó Esaú y corrió la mano con poder en una buena tanda en redondo. Pero hasta ahí. Era misión imposible. Como casi toda la tarde –excepción de ese pitón derecho del primero–, una quimera. Qué lejos de la bravura.
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