Toros

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«España es de extremos, guiarse solo por el oído es un peligro»

Así lo afirma Jonatan Armengol, periodista invidente que narra su primera tarde en los toros

Jonatan Armengol / Luis Díaz
Jonatan Armengol / Luis Díazlarazon

Así lo afirma Jonatan Armengol, periodista invidente que narra su primera tarde en los toros.

Más allá de los sentidos, donde gobiernan las emociones enfrentadas, el triunfo y la tragedia, la vida y la muerte, se trasladó Jonatan Armengol hace tan solo unas semanas en plena Feria de San Isidro. Este crítico gastronómico, guiado por el instinto y la curiosidad que rigen su profesión, asistió por primera vez a una corrida de toros, de la mano de su amigo el banderillero Javier Gómez Pascual, la Fundación del Toro de Lidia y su inseparable «Jazz».

«Solo cuando palpé con mis propias manos las dimensiones reales del animal, fui consciente del valor sobrehumano que ejercen los toreros. Además, descubrí que la imagen de toro que tenía en mi cabeza era en realidad la de una vaquilla». Así narra Jonatan su primer contacto con la tauromaquia, concretamente con uno de los toros disecados expuestos aquellos días en Las Ventas. Su lista de retos pendientes adelgaza cada día más. «He hecho vuelo sin motor, paracaidismo o tirolina entre muchas otras cosas que se supone que no puede hacer un ciego».

Por encima de la curiosidad que le generaba esta experiencia, era otro el motivo por el que no quería posponerla más. «Sobre los toros no hay término medio. Todo se reduce a favor o en contra. Además, ir acompañado por Javier fue de esas veces en las que me sentí agradecido de ser ciego. Es como ir a una carrera con Carlos Sainz. Fue una sobredosis de información». «Debemos trabajar en propagar esa voz que enseñe la fiesta a aquellos que por cualquier motivo están alejados de ella» añade Javier Gómez Pascual.
Jonatan afirma con contundencia que «Aunque mi discapacidad no me permita disfrutar de una parte de la tauromaquia me dota de otras riquezas. Viví la fiesta a partir de las emociones de la gente que me rodea, lo que deperó una parte de mí incontrolable

Pero que un ciego se enfrente a algo que desconoce ¿requiere más valentía que cuando lo hace alguien que ve? Sobre esta cuestión reflexiona Jonatan con aparente experiencia.
«Si te dejas vencer por las limitaciones que supone la ceguera puedes caer en la cobardía, pero si eres ciego y lanzado puedes ser un temerario. Yo intento mantenerme en el término medio, en la prudencia. Aunque vivir es ya todo un riesgo».

Los ojos de Jonatan tienen nombre propio, el de «Jazz», el perro guía que le acompaña desde hace siete años y que también lo hizo ese día junto a Javier quien intenta recordar qué fue lo que más le costó explicar a jónatan, cuando es interrumpido por este: «Fue cómo se ponen las banderillas. Lo tiene tan interiorizado que no es capaz de describirlo. A mí también me pasa cuando me preguntan cómo hago tal o cual cosa». «Simplemente lo hacemos. Es puro instinto» añade Javier.

A cerca de los prejuicios que Jónatan conservaba del festejo taurino, el crítico gastronómico reconoce que «hacen más ruido los antitaurinos que los aficionados. Por influencia de los primeros pensaba que había mucho más sufrimiento animal. Aunque soy consciente de que me ahorro la sangre, la parte más criticada, las vibraciones que sentí no fueron negativas. Vivo en un país polarizado, de extremos, por lo que las expectativas que me genero sobre las cosas suelen ser algo distorsionadas y exageradas, tanto para lo bueno como para lo malo».
En un mundo hipervisual, dominado por la imagen puede parecer que la víctima perfecta de la manipulación sea un ciego, pero Jonatan no puede estar en mayor desacuerdo. «Tengo la sensación de que muchas veces los que veis sois más ciegos que yo. A día de hoy todavía hay gente que discrimina a un inmigrante por su color u origen, sin importarles de qué situación o conflicto vengan y lo desamparados que se encuentren. La única vacuna contra la manipulación y la ignorancia es vivir y la mejor forma para entender algo conocerlo».