Zaragoza

Fandiño al límite, sin límite y sin espada

Importante tarde del torero vasco; un toro de Parladé, premiado con la vuelta al ruedo en Zaragoza

El diestro de Orduña se estira al natural durante su faena al sexto de la tarde
El diestro de Orduña se estira al natural durante su faena al sexto de la tardelarazon

Zaragoza. Cuarta de la Feria del Pilar. Se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo y Parladé (3º y 4º bis), de desigual presentación y remate. El 1º, toro bueno, que se desplaza y humilla; el 2º, poco claro por el derecho y malo por el izquierdo; el 3º, extraordinario, encastado y exigente, premiado con la vuelta al ruedo; el 4º, manso y rajado; el 5º, movilidad sin entrega; y el 6º, difícil y duro. Dos tercios de entrada.

Juan José Padilla, de gris plomo y oro, pinchazo, estocada punto contraria, aviso (saludos); dos pinchazos, estocada corta desprendida, aviso, tres descabellos (silencio). El Cid, de burdeos y azabache, pinchazo, buena estocada (silencio), estocada trasera, aviso, descabello (silencio). Iván Fandiño, de champán y oro, dos pinchazos, aviso, estocada (vuelta al ruedo); estocada, aviso, seis descabellos, segundo aviso (silencio).

«Duermevela» fue toro para dejar pensando a muchos. Y primero a los aficionados. El toro de Parladé se dolió en banderillas y nos pareció verle acongojado en el tercio, vencido en la pelea, renegando... ¡Se había acabado el toro! Una voltereta nos pegó a los que desde arriba, con la tranquilidad que da el tendido y refresco en mano (sin alcohol, que quede claro) jugamos a aventurarnos. El toro fue como un tren a la muleta de Iván Fandiño. La devoraba en esa quietud que imprimió el torero vasco en los primeros compases por alto. ¡Y lo que tuvo que tragar después! Calificar al toro fue difícil. El animal removía la arena a su paso raudo, veloz, humillado, entregado, sin fin, con fondo para tres faenas y una emoción que impedía pestañear. Todo cabía en el ruedo. Una décima de segundo era decisiva. Fandiño se gustó en la distancia, pero no iba el toro sólo por la inercia, apretaba después de verdad en la muleta, incansablemente, bendito toro, sagrada emoción. Cuajó tandas diestras muy roto por abajo en esa imperfección que relataba la importancia del toro y se puso a izquierdas y hubo dos naturales soberbios y el resto más enganchado. En la espada estaba el colofón a una faena importante, a un esfuerzo, pero no entró. El toro se llevó la vuelta al ruedo y otra más para el torero vasco. El sexto, ya del hierro titular, de Núñez del Cuvillo, fue condenado a banderillas negras después de varios intentos fallidos de pasar por el caballo.Se defendía el toro por arriba. No se veía claro. Tragó Fandiño. Apostó Fandiño. Sin renuncias, sin tirar por esa calle de en medio que hubiera sido tan comprensible. Poco a poco, en un ¡ay! cada muletazo fue convenciendo al toro y le fue sacando tandas cortas, de fe. Y fe al cuadrado para ponerse al natural sin ayuda. Fe o lealtad a sus principios aunque vengan mal dadas. Y eso hizo. Ponerse como hace siempre, a pesar de que se intuyera una mala pasada a la media vuelta del muletazo. importante tarde de Iván Fandiño ayer, con la temporada hecha. Lástima que esa espada estuviera atravesada en el camino. Una cruz para cerrar la Puerta Grande, una inyección de moral para cualquiera en el mes de octubre.

El «Cuvillo» que abrió plaza fue buen ejemplar. Tenía una embestida importante. Eso sí había que ir a buscarla, pero después se desplazaba con entrega y claridad. Y lo hizo así por los dos pitones en la muleta de Padilla que no acabó de acoplarse. Sí se entregó con el sobrero cuarto de Parladé, que fue manso de manual, y salió a la huída de cada pase. Resolvió muy bien en banderillas y poco le dejó hacer en el último tercio.

El Cid pasó con mucha discreción por Zaragoza con un segundo que no fue claro y un quinto con movilidad pero escasa entrega. La dimensión la había puesto Fandiño. Queda claro.