Pamplona
Román, los segundos del miedo
El valenciano corta una oreja tras una estocada volcánica y una tremenda cogida en San Fermín
El diestro valenciano corta una oreja tras una estocada volcánica y una tremenda cogida en San Fermín
Ficha del festejo.
Pamplona. Tercera de la Feria de San Fermín. Se lidiaron toros de Cebada Gago, bien presentados en conjunto. El 1º, va y viene de corta arrancada; el 2º, noble y manejable; el 3º, complicado, áspero y difícil; el 4º, encastado y exigente; el 5º, sobrero, de la misma divisa, muy complicado, de media arrancada y sin humillar; el 6º, encastado y mejor por el izquierdo. Lleno en los tendidos.
Juan Bautista, de grosella y oro, estocada corta caída y perpendicular, descabello (silencio); estocada (silencio).
Javier Jiménez, de blanco y oro, estocada muy contraria, cinco descabellos (silencio); pinchazo, estocada corta (silencio).
Román, de nazareno y oro, estocada (oreja); estocada, dos descabellos (saludos)
Crónica
La Fiesta bulle. Y lo hará de manera ininterrumpida. Llueve o truene. De manera simbólica en Pamplona. Real como la vida misma en la capital, por poner ejemplo. Un ejemplo es Pamplona. La vida en blanco y rojo. La pasión en blanco y rojo. La Fiesta en plenitud en blanco y rojo. Una manera de ser y estar a la que es imposible resistirse a ese blanco y rojo que lo inunda todo como una marea. Los colores del alma pamplonica y de los millones de enamorados de esta fiesta universal que convierten a Pamplona en tierra de toros durante más de una semana. Año tras año. Por los siglos. Un siglo cabía en lo hondo que era el primer toro de Cebada que no lo puso fácil en los primeros tercios. Era el Cebada Gago del estreno. El primero toro de este Sanfermín 2017. Que todo cuenta por estas tierras. Todo lo molesto que fue en el caballo y para los peones se desentendió después en la muleta de Juan Bautista. Iba y venía el toro. Sin grandes alegrías ni tormentos. De oficio tiró Bautista, mientras el animal fue a su aire, de corto recorrido y sin maldad. Abrevió con facilidad. Encastado y exigente resultó el cuarto. El toro de la merienda. Mucho tuvo que torear el de Cebada. No permitía errores. Exigió el toro, lindando entre la casta y el genio. Pero eso es también la casta brava. Juan Bautista sacó a relucir oficio y salió del apuro como si no le costara, en la línea media, ni subió para arriba ni le comió terreno.
Nobleza tuvo el segundo Cebada con la fuerza justa pero se dejó hacer sin poner en aprietos al matador. Y voluntad tuvo la faena de Javier Jiménez, que volvía a esta plaza y con la misma ganadería con la que el año pasado sufrió una cogida espectacular y con la que padeció más consecuencias de las que pensamos en un primer momento. La apañada faena se dio de bruces con el descabello. El quinto fue sobrero de la misma divisa. Pero nada fácil. Por arriba buscaba en cortas arracadas. Se justificó Jiménez en valerosa faena.
Exigía el tercero. Agresivo de cara. Enseñando las puntas. Una melodía difícil de interpretar en la muleta de Román. Esos detalles que no trascienden con facilidad y menos con el incesante ruido que tiene la plaza de Pamplona sólo sostenido con la merienda del cuarto. Debutaba Román y no fue un paseo precisamente. Colocó el Cebada bien la cara en el primer tramo del viaje. Si la foto se quedara ahí, sería perfecta. Pero lo duro venía después. Pesaba una barbaridad por dentro el toro, se descontrolaba con aspereza el animal, se violentaba. Quiso Román. Pero el drama y les aviso que el corazón ya no aguanta, que la sombra de Fandiño sigue siendo alargada, nos sobrecogió al entrar a matar. Qué manera de atraparle. De destrozarle en la arena. Y qué manera de devolverle la vida para dejarle indemne. Un trofeo paseó Román y fue justo en ese momento cuando recuperó la sonrisa. En esa estocada iba una vida y la cruzó en línea recta.
Largo e imponente fue el sexto toro de la tarde. Un tren en su inmensidad. Serio en su estética y en su manera de embestir. Descolgó más por el izquierdo y hubo una tanda en la que Román le cogió el aire y fluyó el toreo con este toro encastado y exigente pero con sus cosas dentro. Era uno de esos animales que delimitaba muy bien la línea de los valientes. Pocos eran capaces de estar ahí. Se buscó Román por uno y otro pitón y cumplió en su paso sanferminero. Quiso el torero. Y el capotillo de Sanfermín. Bendecido queda.
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