Toros

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Intento de Cayetano de evitar la debacle

El diestro corta una oreja protestada en una decepcionante corrida en la Monumental de Las Ventas

Cayetano, dando un pase durante la faena de muleta, hoy en Las Ventas / Rubén Mondelo
Cayetano, dando un pase durante la faena de muleta, hoy en Las Ventas / Rubén Mondelolarazon

El diestro corta una oreja protestada en una decepcionante corrida en la Monumental de Las Ventas.

Las Ventas (Madrid). Vigésimo quitna de San Isidro. Se lidiaron toros de Victoriano del Río y uno, el 3º, de Toros de Cortés. El 1º, deslucido; el 2º, manso y rajado; el 3º, manso y a menos; el 4º, manejable; el 5º, desigual de tirmo y a menos; el 6º, Lleno de «No hay billetes».

Sebastián Castella, de de teja y oro, dos pinchazos, estocada corta, aviso (silencio); pinchazo, dos avisos, media (saludos).

José María Manzanares, de rioja y oro, media (silencio); buena estocada (silencio).

Cayetano, de pizarra y oro, estocada caída (oreja); estocada (saludos)

A dos manos, creo, sentado en el estribo. Comprometido. Era su única tarde. La de Cayetano en Madrid. El tercero en discordia en la tarde de relumbrón y el cartel de “No hay billetes”. Y no hubo. Hasta la bandera. Pegado a tablas comenzó la faena y fue ahí donde gozó los momentos de más intensidad, manso el toro, también, el tercero. Este de Toros de Cortés de una corrida de Victoriano del Río, que nos iba asfixiando según avanzaba el festejo. Un par de tandas logró sacar el torero siempre y cuando dejara, primero no pensar al toro con la muleta en la cara, y además no sacarle de este terreno en el que el toro se sentía cómodo antes incluso de llegar a la primera raya del tercio. Quiso exponerlo, tiró del animal, y ahí el toro y su mansedumbre racaneó los viajes. Resolvió el torero con una estocada al primer envite, que cayó caída, pero conectó con el público la manera en la que Cayetano se comunicó con el toro, quedándose en la cara, encarándose con él y acompañándole en la muerte. Fue quizá eso lo que hizo que se pidiera el trofeo y se le concediera. Excesivo. El torero estuvo bien, pero le faltó toro y faena. Cayetano dio la vuelta pero no paseó el trofeo y de hecho no supo muy bien cómo gestionar su concesión.

Cuando iban a abrir la puerta de toriles en el sexto, pidió Cayetano tiempo. Se le debió ralentizar después, cuando se fue a la puerta de toriles y de rodillas esperó la primera arrancada del toro a portagayola. Raza de torero. Quitó como si se le fuera la vida. O se le iba. Forzaba la máquina, porque la Puerta Grande estaba a medio abrir, con polémica incluida. Y toro faltó. Salía suelto el animal, se abría. Descompuso así la primera parte de la faena al quedarse Cayetano fuera y pitar la labor un sector del público. Buscaba el triunfo Cayetano en ocasiones a bocados, pero el toro era cuestión menor, le cambió de terrenos, quiso, buscó y el toro no era. La espada fue en lo alto, de verdad, y a la primera. La actuación honrosa.

De eso supieron tanto Sebastián Castella como José María Manzanares en sus toros anteriores. Al francés no le sacaron a saludar, a pesar de haber abierto la Puerta Grande en su anterior compromiso y venir a Madrid herido. Su primero deslucido no dio opciones para dejar buenos recuerdos. A José María Manzanares el segundo se le rajó a las primeras de cambio y no hubo recoveco para el toreo. El cuarto tuvo ritmo en sus nobles embestidas y al mismo centro del ruedo se lo llevó Sebastián Castella, que logró hilvanar un par de muletazos ceremoniosos y plenos de armonía. El fuste del toro se fue viniendo abajo casi al mismo tiempo que la faena. Nos quedaban atrás, que no en el olvido, los sobrecogedores recuerdos de la faena de hacía tan solo dos días. Aquella tarde de toreo grande. Aquel día. Qué lejos quedaba según enfilábamos la corrida.

El quinto descolgó en el engaño, colocaba bien la cara, pero desigual en la muleta y sin querer perseguirla para que aquello pudiera fraguarse en algo notable. José María Manzanares fue el torero que le hizo frente. No hubo lugar. Ni el empaque daba armonía al toreo cuando más allá de la nobleza quedaba poco rastro de la bravura. El estoconazo de la casa y poco más. La raza de Cayetano fue el intento de salvar la tarde de la debacle. La tarde en la que no quedaba una entrada en taquilla.