Granada
José Tomás, al natural, la tarde sin toros
Tibia segunda corrida del diestro madrileño en la que Fandiño firmó una entregada faena con un deslucido encierro en León
León. Última de la Feria de San Juan. Se lidiaron toros de El Pilar (1º, 2º y 6º) y Domingo Hernández (3º, 4º y 5º), correctos de presentación. El 1º, noble, a media altura y flojo; el 2º, tan noble como flojo; el 3º, muy a menos; el 4º, descompuesto y sin entrega; el 5º, sin entrega; y el 6º, deslucido por muy flojo. Lleno en los tendidos.
Juan Mora, de verde botella y oro, estocada corta (saludos); pinchazo, pinchazo hondo, descabello (silencio). José Tomás, de pistacho y oro, estocada, aviso (saludos); pinchazo, estocada (oreja). Iván Fandiño, de grana y oro, dos pinchazos, estocada (saludos); pinchazo, estocada (silencio).
Parte de Fernando Casanova: «Dos heridas por asta de toro, una en tercio proximal anterior del muslo derecho con trayectoria ascendente sin afección vascular que abre fascia y contusiona el recto anterior; y otra en el pliegue del glúteo derecho que afecta tejido celular subcutáneo». Pronóstico «menos grave».
«Yo lo vi en Granada y está vivo de milagro», decía un aficionado a la entrada. Y no mentía. Sólo el recuerdo da pavor. Pero llegó a León y la plaza se llenó para verle. El cartel era un cartelazo. La veteranía de Juan Mora en una de sus ya escasas comparecencias e Iván Fandiño para completar la segunda parada de la temporada de José Tomás. Sólo tres están anunciadas (23 de agosto en Málaga sería la siguiente). Antes de que llegaran casi dos meses en blanco volvimos a ver hacer el paseíllo a José Tomás, aunque casi nos costó más lograr la acreditación de prensa que viajar Madrid-León. Esas cosas que sólo ocurren en la versión tercermundista de la Fiesta. Y no imaginen una cola infinita, qué va. Sólo que se pueden hacer las cosas bien o muy mal. Para pensarse volver. Sí fueron a León Arena más de once mil personas. José Tomás en el horizonte y el toreo como motor. En el siglo XXI y con lo poco que se hace a favor es casi un misterio sin resolver. Pero hay misterios que atrapan, los que ocurren en un ruedo, no siempre, no a cualquier hora ni en cualquier sitio. Y desde luego no ayer. Pero envuelven. Una losa le caía a Iván Fandiño encima sin premeditación cuando el sexto no sólo perdía las manos sino que se desplomó, en ese pequeño bochorno estaba implícito el fracaso. El suyo y el esfuerzo de mucha gente para llegar hasta allí. Esto tiene el toreo. El misterio empieza y termina en parte en el toro, quién tuviera la llave, la pócima mágica. El sexto no quiso ir, abrumado, y dejó peor sabor de boca para cerrar festejo. Lejos nos quedaba la torería infinita de ese Juan Mora, que apenas se prodiga por los ruedos. En la verticalidad, los naturales tan naturales que el toreo es seda. El primer ejemplar de El Pilar tenía las fuerzas justas, la embestida a media altura y poca transmisión. Sí nos pudimos quedar con el poso de Mora y tres derechazos estupendos, que fueron el preludio para que el torero se perfilara en la suerte suprema. No se entregó el cuarto toro de Domingo Hernández en el engaño de Mora y según avanzaron las complicaciones del toro, que las tuvo, se desdibujó su labor. No había lugar.
León rugía de cabreo con la falta de fuerzas del segundo como lo hizo al natural en el quinto. El segundo de El Pilar fue tan noble como flojo. Qué impotencia. Una vez que el presidente lo mantuvo en el ruedo, a José Tomás no le quedó otra que ir haciendo poco a poco al toro, suavecito, sin brusquedades, y así, ofuscados con el cabreo costó saborear el buen trazo del toreo al natural con la bondad del animal. La historia daba para lo que daba. Y eso que nos llevamos un abanico de verónicas y una media cumbre. El quinto era todo y nada. Y por lo pronto cazó al banderillero Fernando Casanova al parear. Embestía el toro sin entrega, desentendido y a un punto de rajarse. Ese punto llegó, pero después. Fue una faena al natural, de principio a fin, sin más cuentos que intentar relatar el toreo con lo que tenía. Y lo logró. Algunos muletazos fueron extraordinarios, aun sin toro, aún cuando éste se desentendía, aburrido del trámite que era embestir. Metió a la gente en la faena y pasada la tarde, tenía mérito.
Con Iván Fandiño lo hicieron de lleno en un faena de darse al 200 por cien. Sabía que era su ocasión. Todo lo que hizo con el capote, que fue mucho, saludo a la verónica, el quite, rozó lo inverosímil en las cercanías, se acostaba el toro, y lo aguantó el torero sin enmendar la figura. De ahí que cuando comenzara la faena estaba el público expectante. Un cambio por la espalda y algunos derechazos, muy buenos, y ésa fue la luz. Después tardó poco el animal en volverse huraño, en acortar más la arrancada y en no querer viajar. No quedó ahí el esfuerzo del vasco. Lo del sexto, ya lo hemos contado, era mal final para tarde tan esperada. Cosas hubo, toreo también. Lo que ocurre es que el toro no embistió y el listón está muy alto. Y cuando la apuesta es una temporada tan breve, todo, bueno y malo, se multiplica por mil. Pero eso es José Tomás, al menos el de los últimos tiempos.
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