Toros
«Madrid, más que quitar el sueño, te hace soñar despierto»
El joven diestro regresa a Las Ventas un año después de abrir la Puerta Grande para «acartelarse» en un San Isidro «de máxima categoría»: repite en la Corrida de la Cultura y debuta en la Beneficencia
Dicen que «el verdadero éxito está en cómo se encara la decepción». De frente y por derecho lo afrontó Ginés Marín hace justo un año. Sevilla había emergido como una piedra en la serpenteante vereda hacia la cima, pero en Madrid, el jerezano de cuna y extremeño de instrucción fue martillo pilón. Se creció Ginés. La tarde de su confirmación además. De aguijarrada responsabilidad. Le importó poco. Reventó el cerrojo a golpe de natural hasta cruzar la Puerta Grande izado en volandas entre esa marea humana de pura gloria. A punto estuvo de repetirlo un puñado de días más tarde, Corrida de la Cultura mediante. Dichosa tizona roma. Ahora, una primavera después, es el momento del más difícil todavía. Ese triple mortal con tirabuzón de reafirmarse en Madrid. El peso de la Púrpura ante el Cónclave. Mascullando estas ideas, recién aterrizado de México, Ginés atiende la llamada de La Razón.
– Otra vez Madrid. Casi nada ha cambiado la carrera, la vida, de Ginés Marín en un año...
– Madrid es la única plaza con esa capacidad para cambiar la vida a un torero. Aunque, en realidad, más que la vida, lo que ha cambiado es mi trayectoria... Y los contratos. Tanto en la cantidad como, especialmente, en la categoría de los mismos. El día a día no ha variado prácticamente, sigo con mis rutinas en el campo y toreando.
– Entonces, ¿qué más metamorfosis tiene una Puerta Grande en Las Ventas?
– Sobre todo, profesional. Me ha permitido disfrutar de lo que todos soñamos: vivir en torero. A diario. Desde que te levantas hasta que te acuestas. Encadenar varios días seguidos toreando, los viajes, conocer desde dentro los lugares donde toreas, llegar al hotel y que la gente te esté esperando para conocerte y desearte suerte... Son pequeños detalles, casi insignificantes, pero que a mí me dan una alegría enorme, me reconfortan el alma.
– El año pasado llegaba a quizás en el momento más delicado de su corta carrera, en Sevilla no pasó nada y aparecieron las dudas...
– El inicio de 2017 fue bueno en Olivenza y Valencia, pero Sevilla no salió como esperaba y fue un frenazo evidente a la esperanza que la gente tiene depositada en mí. Le di muchas vueltas a todo.
– Entonces, llega a Madrid, con El Juli, su confirmación, la de Álvaro Lorenzo y...
– Y conseguí torear a un toro como sueño cada día entrenando de salón. Algo dificilísimo y encima me pasó en San Isidro, en la tarde de mi confirmación, en un cartel de máxima expectación, sintiendo el calor de la gente que está entregada contigo... Todos esos vértices que cualquiera sueña con ver alineados. Si tu confirmación ya es uno de esos paseíllos que, una vez retirado, al sentarte a recordar tu bagaje, no olvidas en toda tu vida... En mi caso, muchísimo más. Seré un privilegiado.
– Sin embargo, muchos aficionados se quedaron con la faena de la Corrida de la Cultura.
– Volver a Madrid tras una faena así, me generó la necesidad interna de reafirmar ese triunfo, de demostrar que evidentemente no había sido casualidad. Era un cartel muy especial y me gustó mucho cuajar a ese toro, porque nadie daba un duro por él, fue una faena que prácticamente sólo vi yo. La gente se fue pensando: «Éste, en cualquier momento, si sale un toro que embista puede repetirlo». Ese era el mensaje y, por suerte, podrá verlo porque me quedan muchos años por delante vestido de luces.
– Aquella tarde la noticia, sin embargo, estaba en Francia y fue la peor posible.
– Me enteré de lo que le había pasado a Iván Fandiño al llegar al hotel. Llegaba con la moral por las nubes después de la gran dimensión que había dado y el mazazo fue terrible. Un cúmulo de sensaciones encontradas.
– ¿Es uno realmente consciente de que se juega la vida?
– A veces por la inercia de la temporada o por evitar pensar más de la cuenta, no reparas en ello, pero está ahí siempre. Lo de Iván o lo de Víctor (Barrio) son accidentes que, por desgracia, sabemos que suceden y te hacen pensar mucho en las motivaciones que llevan a cada uno a jugarse su vida delante de un toro. Cuando pasan, busca una justificación que compense ese riesgo vital, en mi caso, aquella tarde, después de sentir Madrid rugir, sabes que, sin duda, merece la pena.
– ¿Es creyente?
– Sí, tengo fe y trato de llevarla a cabo. Soy cristiano, me agarro a ello para sentirme protegido, con mayor sensación de seguridad. Tengo una capillita que viaja conmigo y que monto en mi habitación, la he ido formando con las estampas que me han ido dando los aficionados, hay algunas que te han dado en sitios que has hecho faenas importantes y, por esos triunfos, les coges aún más cariño.
– Verde hoja, verde botella, aguamarina en azabache y en oro, ¿es su preferido?
– No, especialmente, ha venido así. Lo que sí me encanta es elegir yo los bordados y los colores, disfruto mucho cada vez que tengo que ir a los sastres a hacerme los vestidos.
– Volvamos a Madrid, repite en la Cultura y su primera Beneficencia. Una feria soñada, pero también un envite enorme.
– Es el San Isidro anhelado, siempre he imaginado cómo sería anunciarme en carteles de este calibre. Siento una gran felicidad, pero también una responsabilidad acorde a esa confianza en mí. Después de la presentación de la feria en Las Ventas, cogí un cartel pequeñito, lo miraba y echaba la vista atrás a mi etapa sin caballos... Me parecía casi un milagro estar ahí anunciado en tan poco tiempo. Tengo que saborear esta nueva situación.
– Pero sabe que Madrid le espera... El peso de la Púrpura.
– El aficionado pudo ver dos faenas estelares, mi máxima expresión como torero hasta la fecha y va a pedirme que lo mejore o, al menos, lo repita. Asumo esa exigencia, sé que se irá decepcionado si no lo ve, pero no me puede vencer el ansia.
–¿Requerirá una preparación mental extra?
–Sí, tengo que entrenar la mente para llegar mentalmente suelto, liberado de esa responsabilidad. Así surgen las mejores faenas, como se torea en el campo de relajado... Fue el secreto del éxito el año pasado.
–Parece muy exigente consigo mismo.
– Sí y me gusta serlo. Insistente, meticuloso, para ser figura del toreo hay que serlo. Mi gran reto, insisto, es no defraudar a la gente que espera verme como el año pasado. He cambiado la mentalidad. Con que uno de mis cinco toros embista, es suficiente, no pido más, porque ya me demostré a mí mismo el San Isidro anterior de lo que soy capaz.
– ¿Quita tanto el sueño Madrid como dicen?
– Más que quitar el sueño, te hace soñar despierto. No tengo problema por la noche, suelo dormir a pierna suelta los días antes, pero sí le doy vueltas a la cabeza en la cama y se me vienen a la cabeza, revivo, momentos anteriores de faenas mías. Por las mañanas es cuando peor lo paso, por eso intento apurar durmiendo hasta casi la hora de comer, esas horas de incertidumbre hasta que te vistes... Son las más delicadas.
– Enfrente, El Juli, padrino de confirmación, en su XX aniversario de alternativa, tras el indulto de Sevilla y que adora este tipo de gestos: Ginés es el triunfador del año pasado en Madrid, pues mano a mano con él...
– Es cierto que le gustan esos guiños. Es un cartel estelar, de máxima categoría y con todo el rigor del mundo, porque el día de mi Puerta Grande, si no pincha, sale en hombros conmigo. Vive al lado y su cercanía desde sin caballos es total, además de para el público, significa bastante para mí.
– Había que volver a confiar en Alcurrucén, claro.
– Es una ganadería con un palmarés inigualable en Madrid. Muy amplio en Puertas Grandes los últimos años, me hizo salir a hombros el año pasado y espero que alguno de los tres que lidiaré me dé la misma posibilidad.
– En la Beneficencia, tres extremeños, tres generaciones. ¿Vive una Edad de Oro el toreo en Extremadura?
– Puede ser, seguramente sí. Es un cartel peculiar, con un encanto tremendo. Es un honor debutar con dos maestros como ellos en el cartel más destacado del año. Exhibe el elenco de toreros tan importantes que hay en mi tierra ahora mismo, porque se quedan fuera otros como Talavante, Garrido... Y los que siguen saliendo, porque en la Escuela hay más nombres con grandes cualidades. El trabajo allí es muy bueno.
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