Feria de San Isidro
Petardo de Victorino que deja a El Cid K.O.
Complicado encierro que lidió el sevillano en dos horas y cuarenta y cinco minutos con los ánimos ya envenenados
- Las Ventas (Madrid). Vigesimoctava de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de Victorino Martín, muy desiguales de presentación. El 1º, repetidor y de media arrancada, pero se deja hacer mucho; el 2º, orientado; el 3º, manejable, pero muy a menos; el 4º, malo y peligroso; el 5º, malo y sin opción; y el 6º, malo y de corta arrancada. Lleno en los tendidos.
- Manuel Jesús «El Cid», de nazareno y oro, metisaca (silencio); estocada corta de rápido efecto (silencio); pinchazo, estocada baja y tendida (silencio); estocada punto atravesada, dos descabellos (silencio); media, tres descabellos (pitos); y media, descabello (pitos).
- Parte médico del banderillero David Saugar «Pirri»: Cornada de 15 cm, ascendente y hacia fuera, en axila derecha, que contunde paquete vasculonervioso axilar. Pronóstico menos grave.
Apocas cosas debe ser comparable emprender un paseíllo en la plaza de Madrid y hacerlo en solitario cuando te aguardan en los corrales seis de la ganadería de Victorino Martín. Le sacaron a saludar después o antes, según se mire. Una ovación que acabó a almohadillazo limpio tras dos horas y cuarenta y cinco minutos de festejo. Seis toros seis. Seis toros de Victorino que apenas dieron alas para volar. Uno a uno relatemos los hechos para no perdernos, para revivir lo breve y poquísimo bueno que tuvo el festejo. Con «Murrieto» el primero de la tarde, desengrasó Manuel Jesús «El Cid» las muñecas. Y visto lo que vino después podría haber echado el resto. No fue toro de bandera ni de lejos, pero sí se vio en el capote de Alcalareño que el toro viajaba si le llevaban, a media altura, sin demasiado propósito ni despropósito, pero repetía para ligar faena. La de El Cid no pasó de la corrección, pero sin rebasar ninguna línea ni real ni imaginaria. Esto que en principio era un apunte discreto se le volvió en contra según avanzaba la tarde y, seamos sinceros, la imposibilidad de torear con los toros de Victorino. En un natural nos enseñó al toro y se amontonó justo después. Pasaba palabra. Segundo de la tarde. «Petrarquista» de nombre. Uno de los contribuidores a acabar el festejo con tanta rapidez. Descolgó mucho la embestida el toro pero sólo en los albores; luego lo tuvo claro en la muleta. No era el animal un gran cazador, pero sí estaba orientado por ambos pitones y no se dejaba torear.
«Platirrino» aparentó más de lo que fue. Alternaba una embestida larga con otra a la media vuelta y antes de definirse el toro, y en la medianía del torero, acabó el victorino como pan sin sal. En menos de una hora ya habíamos pasado el ecuador del festejo. El cuarto nos puso el contador a cero. Mejor dicho, empezaba la ronda en negativo. «Mojonero» pasó un buen rato en varas, suponemos que en previsión de lo que el animal ya estaba cantando: del capote, ni papa. No quería pasar y El Cid no quería sufrir. Los que sí pasaron un calvario bueno fueron los banderilleros. Esperaba mucho el toro y tenía esa «virtud» de estirar el cuello cuando la víctima estaba al acecho. Fueron varias las pasadas en falso, también la incomprensión del público y aquello acabó con un enganchón por la axila a David Saugar «Pirri», que le envió a la enfermería. Bien sabía El Cid lo que tenía delante. Faena de aliño y espada, con la que anduvo más resuelto. Dos toros, dos, quedaba en corrales para saldar la batalla de un solo en Madrid, que pesa como un muerto para toda la vida. «Corretón» quiso más caballo que capa. Pero sólo de salida, al segundo encuentro huyó y repetiría gesta en el tercero. En banderillas, duro a rabiar el toro, fue desmontando uno a uno la compostura de los banderilleros ante el escarnio público. Tengo la sensación de que el tiro iba mal dado. La ecuación toro y tercio de banderillas era ardua de resolver. No fue un asesino en serie en la muleta porque le faltaba fiereza para serlo, pero de ahí a poder torearlo había un abismo insalvable. Se lo quitó del medio Cid más pronto que tarde. «Mentorillo» cerraba el sexteto. La tarde. E igual un infierno. Quiso el toro caballo, primero escapó al de la puerta y en su sitio después en una buena vara de Sandoval. Resolvió Cándido Ruiz con los palos y El Cid, ante ese animal de media arrancada que no quería ir, anduvo ya a la deriva. Arrollado por ese remolino de toros malos de Victorino que lograron dejarle K.O.
No salió ninguno para contar mayores logros, pero el compromiso de un solo en Madrid con los cárdenos es porque se tiene algo más que ofrecer. No sé quién tuvo la peregrina idea de anunciarse, cuando el gran momento de El Cid, ese que volvió locos a propios y extraños en la arena negra de Bilbao, hace años que sólo es rescatable a golpe de memoria. Se le vino todo encima. Lo que merecía. Y lo que no. La despedida a almohadilla limpia tampoco fue de recibo.
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