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Talavante y ese soplo de oxígeno en el sopor
El presidente le negó el trofeo del sexto y la faena más rotunda de un espeso festejo fue la del tercero; Finito escuchó los tres avisos.
Valencia. Segunda de la Feria de Julio. Se lidiaron toros de Victoriano del Río, desiguales de presentación, algunos terciados. El 1º, de buena condición, suave y con el gas justo; el 2º, con movilidad, repetición y ritmo desigual; el 3º, buen toro; el 4º, sobrero de la misma ganadería, manejable; el 5º, descompuesto y rajado; y el 6º, movilidad y repetidor sin excesiva entrega. Dos tercios de entrada.
Finito de Córdoba, de azul y plata, tres pinchazos, dos avisos, pinchazo hondo, tres descabellos, media (silencio); y aviso, cinco pinchazos, segundo aviso, cuatro descabellos, media y tres avisos (pitos).
Morante de la Puebla, de azul pavo y oro, metisaca, dos pinchazos, media, descabello, aviso (silencio); y dos pinchazos, bajonazo (pitos).
Alejandro Talavante, de gris perla y oro, media trasera, pinchazo, estocada (saludos); y estocada, aviso (vuelta).
A Finito se le fue una tanda de más. Y lo sufrió después. Y lo sufrimos todos. Cuando sonaron los dos avisos y el toro, que a estas alturas andaba ya rajadito, amagaba por retorcer más el desenlace. Era el primero de la tarde, de estreno aún y luchando con un sopor derrotador para los que somos de calores secos. El toro de Cortés tuvo buena condición, nobleza, humillaba y aunque le faltaba fuerza para empujar en el engaño, dejaba estar a placer. A la medida de un Finito que encontró los tiempos y el sabor en el toreo diestro. Por ahí, al apretarlo bajaba revoluciones y el toreo se resolvía con una maravillosa lentitud. No se habían encontrado ni uno ni otro al natural, más a la defensiva el toro, y volvió a intentar a última hora lo que ya no podía ser.
Contra todo pronóstico a la caída del segundo, y con Morante en orden del cartel, llevábamos tres avisos. Dos que venían de antes y el que sumó el torero de La Puebla. Largo le dieron en el peto y a pesar de ello tuvo movilidad y repetición. Quiso Morante pero sólo por breves momentos uno y otro se acompasaron en ese ritmo desigual.
Tres varas se llevó el tercero, porque como fue de lejos en las dos primeras, a pesar de que Talavante pidió el cambio, el presidente hizo demostración de galones. Fue el toro y se abrió después una barbaridad en el capote. Era un cóctel explosivo en las manos de Alejandro. Y lo fue. Desde el toreo de rodillas y de pronto surgió el toreo, de verdad de la buena, así y por ahí, pasando por el natural, aunque aquello que fue extraordinario llegó en la tanda diestra y con remate de un natural que duró tres días y medio de fiesta. Una barbaridad con ese toro que dentro de la infinidad de matices que rodearon al animal fue más bravucón que bravo, pero ojalá salieran muchos así. Dueño de los tiempos Talavante cuando el animal bajó revoluciones, las ganó en las cercanías pasándose al toro por aquí y por allá hasta que lo perdió todo, o casi, con la espada.
Sonó el tercer aviso casi casi a la vez que caía el cuarto bis; el primero ya había sonado antes de entrar a matar Finito. Se extendió en la faena a un toro manejable, que le costaba viajar hasta el final pero que tenía cosas buenas, y sacó poco en claro. Pasaban las diez de la noche cuando salió el quinto, que cumplió en un desbarajuste de tercio de varas, y llegó descompuesto y rajado a la muleta. De la misma guisa quedó la faena, fea a espadas y tediosa a estas alturas de Morante.
Le costaba empujar de atrás al sexto y de ahí que a la movilidad y repetición del animal le faltara entrega. Talavante le hizo una faena templada y bonita con más dilatado final, como la tarde. Y la presidencia mostró torpeza...
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