Toros

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Triunfo de Juli con una azarosa Puerta del Príncipe

Morante nos hace viajar al paraíso con seis o siete lances monumentales y El Juli logra su sexta Puerta del Príncipe con una faena de doble premio y un trofeo protestado de su primero

El Juli abre la Puerta del Príncipe de Sevilla / Foto: Ke-Imagen
El Juli abre la Puerta del Príncipe de Sevilla / Foto: Ke-Imagenlarazon

Real Maestranza de Sevilla . Cuarta de abono. Se lidiaron seis toros de Garcigrande, desiguales. El 1º, manejable; el 2º, noble y de buen juego; el 3º, noble y sosote; el 4º, noble; el 5º, bueno; y el 6º, incierto. Lleno.

Morante de la Puebla, de verde botella y oro, estocada (saludos); pinchazo, estocada caída (silencio).

El Juli, de verde y plata, pinchazo, estocada trasera (oreja); estocada (dos orejas).

Miguel Ángel Perera, de blanco y plata, estocada (saludos); dos pinchazos, media (saludos).

Con malas cuentas creo que pudieron pasar cinco o diez minutos. No más. Como sería que andábamos todavía con las eternas disputas del Tendido 7. Esas que te hacen recordar que el tiempo pasa, pero la vida no cambia. Sonaban los clarines y el embudo del túnel que da acceso a la plaza formaba el colapso de cada tarde de postín. Toreaba Morante. Y Morante toreó como solo sus muñecas son capaces de dibujar el toreo acariciando. Vestido de verde botella y oro, cargadísimo de oro y hasta las trancas de hondura, cómo se hace eso. ¡Dónde está el invento!

Sin perder el paso, ganando la suerte, haciendo el toreo, deshaciéndose el toro en la templada velocidad de ese capote que se ralentiza, se reinventa, se para, muere y mata. Ese es Morante, capaz de empujarte al paraíso o enfurecerte en los infiernos. Enjuto el tronco, para dentro el toreo, hundido el mentón que cae por el propio peso de los acontecimientos y las muñecas mecidas al son de su propia sinfonía. Y todo esto recién llegado, entre pisada y pisada del que se acomoda, el otro que se queja, el comentario de “hay que venir antes”, que podría ser de ayer, el año anterior y quince antes. Decíamos ayer. Las chicuelinas fueron de manos bajas y la cadencia toda suya, como lo había sido el toreo en su más absoluta integridad. Quiso el Garcigrande moverse con nobleza, no con tanta definición en la muleta, y Morante que quiso también cosió las arrancadas con fino trazo, vertical y bello hasta que el suflé bajó y nos quedamos con aquellos comienzos serenos, con la antología del toreo de capa, con la intensidad que define el toreo para gozarlo.

Se le esperaba en el cuarto con devoción: capa en mano. Pero el toreo no vino esta vez. Tampoco con la muleta, a pesar de que el toro acudía con cierta franqueza, pero a la movilidad del Garcigrande le faltó el ritmo para que Morante hiciera faena. Más allá de los intentos nos dejó el regusto de lo vivido.

El Juli bajó las manos en el toreo de capa al segundo, queriendo recogerlo, buscando sentirse, retomando aquello donde lo había dejado por Resurrección. Pero no tuvo consistencia, a pesar de la buena condición del animal. Un pinchazo precedió a la estocada y el presidente premió con un trofeo de manera unilateral, que fue protestado y el propio torero no paseó. Aquello, casi un capricho del azar, fue el primer peldaño de la Puerta del Príncipe que vendría después. Esa que tantas días se antoja imposible y de pronto un día viene como por golpe del azar. Un gran toro de nombre “Arrogante” se la puso ahí. Largo tenía el viaje, con ese punto de desentenderse en ocasiones entre uno y otro, pero era todo profundidad en el viaje. Julián, que lo sabe todo, lo gozó, al menos por momentos, y construyó tandas largas, templadas y ligadas, en el intento de abandonarse y atracarse de toro. Se vivió con intensidad la faena, entregada a El Juli con los mejores recuerdos, todavía frescos de “Orgullito” en la memoria. Así, tras la estocada, vino el doble premio y con el azaroso primero que le dio el presidente una Puerta del Príncipe que hacía su sexta. Menos suerte tuvo Perera con un tercero sosote y al que le costaba pasar y un sexto incierto que además se paró. Se jugó los muslos, pero no había donde rascar. El azar es caprichoso y no le había elegido a él. Claramente. Juli había sido el premiado.