Comunidad de Madrid
Urdiales llenó Madrid hasta que el viento lo llenó todo
El riojano da una vuelta al ruedo con un deslucido encierro de Lozano Hermanos en la Goyesca
Las Ventas (Madrid). Corrida Goyesca. Se lidiaron toros de Lozano Hermanos y El Cortijillo (3º y 4º), bien presentados. El 1º, mansote y rebrincado; el 2º, protestón y sin entrega; el 3º, irregular y de poco juego; el 4º, derrotón y sin entrega; el 5º, parado y deslucido; y el 6º, deslucido. Media entrada.
Antonio Ferrera, de blanco, pinchazo, media, seis descabellos, aviso (silencio); estocada baja, dos avisos, descabello (saludos). Diego Urdiales, de teja, estocada desprendida, aviso (vuelta al ruedo); estocada (silencio). Arturo Saldívar, de verde, pinchazo hondo, aviso, dos descabellos (silencio); estocada, dos descabellos (silencio).
Ponerle la muleta tan de verdad a «Pantera» era como saltar al vacío sin plan b. Sin opciones. Quedarte ahí quieto y rezar entre tanto para que si el viento te dejaba al descubierto lograras cobijo. La actuación de Diego Urdiales fue un desafío constante. Lo marcó con el capote, una y otra vez intentó estirarse a la verónica con buen aire, sobre todo por el pitón derecho, que sería el más aceptable del toro, por el izquierdo amenazaba a las claras con la cruz de suerte. Y en los medios ató el saludo a una media. Se le intuía importante. No hubo espacios en blanco en su faena. Apuntaló las zapatillas al suelo, como si pesara más de lo que pesa y se dispuso a torear, sin excusas. Y las tenía todas. Un millón de ellas y la más grande, la que acabó atrapándonos hasta reventarnos la tradicional Corrida Goyesca fue el puñetero viento de Madrid. Esta vez sí, pero Urdiales se puso, sin pararse a pensar donde ponía la cara al toro, que lo hacía por arriba una vez atravesado el umbral de la cadera por el derecho y antes de pasar por el izquierdo. Indomable la situación por momentos, el riojano la ahormó, mandó él en sus tiempos, incluso en los del toro, qué habría sido del trasteo sin la penitencia del viento... Jamás lo sabremos. Se perfiló en la suerte surprema, sobre la silueta asomaba el puñal derecho del toro, se tiró a matar o morir y prendió una estocada desprendida y punto tendida, de efecto lento. El trofeo se le atravesó al presidente. La vuelta al ruedo fue de justicia. Las condiciones multiplicaban por tres la importancia de cada muletazo, de cada vez que la cabeza hubiera dado el paso atrás y el amor propio le mantuvo al frente.
Urdiales había tocado de nuevo el corazón de Madrid pero el viento acabó por inundarlo todo y arrasó el festejo. Dura la tarde para mantenerse en los tendidos. Eso y una deslucida corrida de Lozano Hermanos y El Cortijillo. A Antonio Ferrera se le fue la mano baja en la estocada del cuarto. Le había cogido la distancia, el tiempo. Fue mediado el trasteo, de uno en uno, muy cerca del toro, meritorio encuentro con un animal que se había hartado de derrotar en la muleta del extremeño. Ahí dio con la tecla y encajó un buen puñado de muletazos, a gusto él y en conexión con el tendido. No era sencillo. Se buscó y encontró pero la espada deshizo. Manseó su primero, y al final se convertiría en tónica de la tarde, rebrincado, basto y sin entrega el toro en el último tercio. Se justificó Ferrera, lo lidió y se destempló con el descabello.
El mexicano Arturo Saldívar llevó un vestido igual al que lució Joselito en su inolvidable tarde en solitario de 1996, verde botella. Ayer en la plaza con El Fundi e Ignacio González, presidente de la Comunidad de Madrid. Larga fue la faena al tercero en medio del vendaval, irregular el toro y sin entrega. Más de lo mismo con un deslucido sexto. O con el paradote quinto, con el que Urdiales ya no pudo sobreponerse. Dura tarde. La del temor de los toreros, el viento. Y una corrida que no sumó.
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