Opinión

Nacionalismo y amenazas económicas

El nacionalismo iliberal, proteccionista y antiglobalización, avanza y puede tomar más impulso según el resultado de las elecciones europeas y si Trump vuelve a la Casa Blanca

Former US President Donald Trump gestures to the media and the crowd outside of Trump Tower after a jury found him guilty on all 34 counts in his criminal trial in New York State Supreme Court in New York, New York, USA, 30 May 2024.
Donald Trump aspira a volver a la Casa BlancaPETER FOLEYAgencia EFE

François Mitterrand (1916-1996), presidente de Francia durante 14 años (1981-1995), lo tenía claro y no se refugiaba en eufemismos: «El nacionalismo es la guerra». Charles de Gaulle (1891-1970) tampoco era complaciente con ese fenómeno: «Patriotismo –decía– es cuando el amor por tu propio pueblo es lo primero; nacionalismo, cuando el odio por los demás es lo primero». Los profetas demoscópicos auguran un auge nacionalista, de extrema derecha, pero también –aunque esté menos aireado– de extrema izquierda en las elecciones europeas de hoy. Al otro lado del Atlántico, los Estados Unidos viven pendientes del posible regreso a la presidencia de Donald Trump, que no deja de ser un nacionalista, como Vladimir Putin en Rusia o Xi Jinping en China.

El nacionalismo, además de otros virus letales, lleva en sus genes un profundo iliberalismo también económico que, allí donde se ha aplicado, como ocurrió con el comunismo, ha conducido al desastre y a la miseria antes o después. Trump enarboló la bandera proteccionista en su paso por la Casa Blanca y amenaza con recrudecerlo si gana las elecciones. Cuando dejó la presidencia, dejó sembrado ese gen maligno y Joe Biden.

La globalización, denostada también por la extrema izquierda –nacionalista o no–, sigue en retirada y los cambios en el comercio mundial son ya profundos. Martin Wolf, el analista económico del «Financial Times», lo explica con claridad: «A lo largo del periodo posterior a la II Guerra Mundial, Estados Unidos, influenciado tanto por los recuerdos de la década de 1930 como por los objetivos estratégicos de esa postguerra, promovió el multilateralismo y las economías de mercados liberales». El resultado fue uno de los periodos más largos y de más prosperidad de la economía mundial y en el que cientos de millones de personas salieron de la pobreza en todas partes. Ahora Wolf recuerda que en Estados Unidos «hay un acuerdo cada vez más bipartidista de que eso fue un grave error». Biden intenta no alejarse demasiado de sus aliados, pero aplica una agenda que también se podría titular «EE UU primero», similar al «America primero» de Trump. La postura del recién condenado expresidente es, sin embargo, mucho más nacionalista que Biden y también iliberal, a pesar de apoyos parciales de liberales o libertarios pata negra, como algunos miembros del Mises Institute.

El escenario se completa con Putin, enemigo de un orden europeo pacífico, y con China que desafía, al mismo tiempo que coopera, a Europa en el terreno económico. El problema, que despejarán o enmarañarán más los resultados de las urnas de hoy, es que los imitadores europeos de Trump lo compliquen todo y es posible. La Unión Europea y el euro son los grandes muros de contención ante esos nacionalismos europeos ya algo más que emergentes, que hace un siglo Miguel de Unamuno (1864-1936) definía como «la chifladura de exaltados echados a perder por indigestiones de mala historia».

El proyecto europeo, sea cual sea el resultado de las urnas, ha sido un éxito, pero también le queda un largo camino por delante que muchos quieren torpedear. Las amenazas del nacionalismo, además de económicas son políticas, porque recela de las democracias liberales y pretende justificarse con su propia versión democrática, iliberal. Es decir, elecciones sí, pero más o menos dirigidas que dejen el poder siempre en las mismas manos, ya sean de derechas o de izquierdas. Eso, en ocasiones, tarda más en percibirse y, por eso, la luz de alarma la da siempre y la dará la economía.

Todo empieza por el proteccionismo, que puede resultar atractivo para demasiados, pero que, en el caso de Europa, no haría más que pavimentar el camino hacia una decadencia cada vez mayor que supondría también un menor nivel de vida. Estados Unidos, por su inmensidad y riqueza puede permitirse un cierto proteccionismo. La Unión Europea, sin cometer torpezas e ingenuidades, debe huir de esa vía, afianzar –aunque parezca difícil ahora– su unidad y poner la carne en el asador en la productividad, en la competitividad y en el desarrollo tecnológico. Y el nacionalismo, ahora rampante en algunos países, no debería impedirlo, pero puede hacerlo. Wolf citaba al poeta británico Wyntan Hugh Auden (1907-1973), que también escribió un poema titulado «Spain» y que en 1939 lamentaba que la década anterior había sido «deshonesta y baja». Fue la que concluyó con la guerra civil española seguida de la II Guerra Mundial, tras los auges nacionalistas. Nada es inevitable y el mundo es mucho mejor que hace casi cien años, pero hay que olvidar que «el nacionalismo es la guerra» como explicó Mitterrand.

Los bancos como puente clave en el camino hacia un futuro más sostenible

Claudia Buch, presidenta del Consejo de Supervisión del Banco Central Europeo (BCE), defiende el papel de los bancos en la protección del clima y la biodiversidad. En la Semana del Medio Ambiente de Berlín explicó que «los bancos son un puente importante hacia el futuro. Sus préstamos reflejan las estructuras económicas del pasado (...) pero pueden ayudar a configurar el futuro con la concesión de préstamos, por ejemplo, a los productores de energías renovables».

Los índices sobre los fletes de mercancías generan dudas para el futuro

Los expertos estudian sobre todo cuatro índices de fletes para prever la evolución del comercio mundial: el Índice Báltico Seco, el índice chino CDFi, el Harpex Shipping y el Baltic Freight Global Container Index. En España no son demasiado seguidos, algo que sí hace el analista Juan Ignacio Crespo, que ha detectado que dos de ellos son positivos y otros dos negativos, algo que podría apuntar un impacto al alza en el IPC por la subida de precios del transporte de mercancías por mar.