Opinión
A todo correr
La inflación, como la Reina Roja, corta cabezas y presupuestos familiares, aunque las arcas públicas repunten.
Vamos apurados como el Conejo Blanco de Alicia en el País de las Maravillas, siempre corriendo, aterrado de llegar tarde a sus citas. La economía española ha tardado casi cuatro años en llegar, por fin, a la recuperación del nivel económico anterior a la pandemia. España es, junto con Chequia, el país que más tiempo le ha costado el regreso. Mucho tiene que ver la estructura económica del país, con el elevado peso del turismo y del sector servicios. Estas fueron las actividades que más sufrieron durante los meses de confinamiento. Ahora, el turismo crece con intensidad. La campaña electoral no ha frenado las ganas de irse de vacaciones y las pernoctaciones ya superan el nivel de 2019. La economía española creció un 0,6% de enero a marzo, el mayor guarismo de la UE. Un avance que se fundamenta, especialmente, en dos aspectos: el impulso de las inversiones, que aumentan un 3,5%, y al dinamismo de las exportaciones, que crecieron un 5,7%. Las empresas siguen apostando por este país y si aquí no hay mercado, porque faltan clientes, se buscan fuera. Y es que el consumo de los hogares se ha contraído un 1,3% y el gasto público descendió un 1,6% en el primer trimestre. La inflación, como la Reina Roja, corta cabezas y presupuestos familiares, aunque las arcas públicas repunten. Las dificultades se aprecian en las hipotecas, con un sobrepeso de miles de millones de euros. Como el Gato de Cheshire, la morosidad comienza a aparecer en la niebla, con su nerviosa sonrisa, aunque no tenga maldita gracia, cuando el mercado laboral se comporta como el Sombrerero Loco, hay más ocupados, pero con una precariedad que se extiende por los indefinidos.
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