Estreno
Nostalgia sin pedigrí
Recién estrenada en AXN, esta comedia detectivesca es un tipo de serie de las que ya no se hacen, y con motivo
Vaya por delante que, en un paisaje televisivo tan obsesionado por la oscuridad humana, y en el que productores y «showrunners» compiten entre sí por ser el que crea el universo distópico más emocionalmente severo, la mera existencia de una ficción que se contenta con ofrecer entretenimiento para espectadores poco exigentes es casi admirable.
Vaya por delante que, en un paisaje televisivo tan obsesionado por la oscuridad humana, y en el que productores y «showrunners» compiten entre sí por ser el que crea el universo distópico más emocionalmente severo, la mera existencia de una ficción que se contenta con ofrecer entretenimiento para espectadores poco exigentes es casi admirable. Dicho esto, ¿hay realmente sitio en 2018 para una serie que evoca títulos como «Diagnóstico: asesinato», «Los vigilantes de la playa» o «Se ha escrito un crimen»?
«Carter» es esa serie. Su protagonista, Harley Carter (Jerry O’Connell), es un actor que llegó a Hollywood procedente de un pueblo canadiense y obtuvo el papel principal en un «show» de éxito sobre un detective infalible y seductor. Pronto llegó a identificarse completamente con el personaje, que le proporcionó una vida de lujo y excesos. Su inevitable caída fue pública y en directo: en plena alfombra roja montó una vergonzosa bronca con el hombre al que había creído ver desnudo con su mujer. Ese fue su final.
Cuando «Carter» empieza, Harley ha vuelto al pueblo; solo quiere recuperar su antigua vida. El problema es que, tras pasar años metido en la piel de su personaje, está convencido de tener la capacidad para resolver casos criminales. Y no tarda en aplicarse a la tarea con sus amigos de infancia, Samantha (Sydney Tamiia Poitier), policía local, y Dave (Kristian Bruun), dueño de un camión de café con un fino sentido de la ironía.
Los casos en los que Harley se implica son, en el mejor de los casos, de una complejidad limitada. En el segundo episodio, por ejemplo, un joven problemático insiste en que su madre fue asesinada antes de arder en un incendio en una fábrica de pintura. El tercero se centra en un campesino que es encontrado muerto y mutilado en lo que supuestamente es un accidente de tractor.
La simpleza de las intrigas es solo una de las formas que «Carter» tiene de tratar tan descaradamente de agradar a todo el mundo que probablemente acabe no seduciendo a casi nadie. Es una serie del todo inofensiva. Su protagonista, pese a verse a menudo en medio de situaciones tensas, nunca da la sensación de estar en verdadero peligro. Y a pesar de que de acuerdo al sentido común debería ser un mujeriego empedernido, en lugar de eso es un tontorrón romántico y noblote cuyo único rasgo de personalidad digno de mención es que quizá no sea tan tonto como parece. Sea como sea, todo el mundo se burla constantemente de él. La mayor parte de los chistes a costa de su fotogénica idiotez, por cierto, son pura flacidez.
Sin sutilidad
Teniendo todo eso en cuenta, es lógico que por otra parte la serie fracase en sus intentos de dotar al personaje de un trasfondo dramático, convirtiéndolo en un hombre marcado por la muerte de su madre años atrás. Algo que, por cierto, hace de una forma no especialmente sutil. En un episodio, Carter le dice literalmente a un sospechoso: «Mi madre desapareció, esa es la única razón por la que quiero resolver crímenes».
No, «Carter» no es una serie sutil. Por lo menos una vez en cada uno de sus tres primeros episodios, Samantha dice algo parecido a: «Ese tipo de cosas solo pasan en las series de televisión», para dejar clara la voluntad de Garry Campbell –el creador de la ficción y su principal guionista—de que creamos estar viendo un ejercicio de referencialidad metatextual. «Carter», en otras palabras, quiere convencernos de que está por encima de todas esas teleseries de los 80 y los 90 a las que tanto se parece. Mucho tendrá que esmerarse para lograrlo.
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