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"Big Little Lies": Mentiras remezcladas

La segunda temporada de la serie, ya estrenada en HBO, ofrece más cantidades de lo que tanto gustó a los espectadores en la primera.

La actuación de Meryl Streep es el gran acierto de la segunda entrega. En la imagen, con Nicole Kidman
La actuación de Meryl Streep es el gran acierto de la segunda entrega. En la imagen, con Nicole Kidmanlarazon

La segunda temporada de la serie, ya estrenada en HBO, ofrece más cantidades de lo que tanto gustó a los espectadores en la primera.

Ha vuelto «Big Little Lies». Las vidas aparentemente perfectas –y las casas sin duda imponentes– de las familias ricas de Monterrey (California), aunque llenas de grietas en la fachada. Las traiciones, los abusos, los hijos ilegítimos, los secretos inconfesables. La combinación perfecta de misterio y tragedia y farsa. Hace dos años, a los espectadores les gustó tanto esa combinación que las productoras –y coprotagonistas– Reese Witherspoon y Nicole Kidman se han reunido con el guionista David E. Kelley para volver a darles más de lo mismo, a pesar de que todo lo relatado en la novela original de Liane Moriarty ya quedó más o menos cubierto –con alguna variación– en los siete primeros episodios.

Describir esta nueva temporada como una concesión a los fans, en efecto, es como llamar rubia a Witherspoon: una obviedad inmutable, tan intrínseca a la identidad de la serie como los coches de lujo o todos esos planos en los que las protagonistas miran con el ceño fruncido al océano. Y eso explica que este segundo paquete de episodios sea como una versión ligeramente remezclada del primero y, cómo no, aumentada. Si dentro de los confines del relato más no necesariamente significa más –las cinco de Monterrey nadan en abundancia pero eso no las protege de ansiedades, angustias, decepciones, estrés, culpa o hijas que no quieren ir a la universidad–. Fuera de ellos el maximalismo es claro: la segunda entrega de «Big Little Lies» ofrece más subtramas, más paisajes suntuosos, más estrellas en el reparto y, sí, más miradas al océano.

Lidiar con los recuerdos

La primera temporada, recuérdese, giró alrededor de una misteriosa muerte durante un acto benéfico escolar, y la trama principal se desarrollaba a través de «flashbacks» fragmentados y comentarios sarcásticos de personajes de apoyo. Ahora la segunda carece de ese tipo de «late motiv». En cambio, la historia revisa el rastro dejado por Perry Wright (Alexander Skarsgard), el marido maltratador de Celeste (Kidman) y violador de la madre soltera Jane (Shailene Woodley). ¿Cómo lidia la viuda con los recuerdos de su matrimonio, o las necesidades de sus hijos recién nacidos sin padre? ¿Qué hay de Bonnie (Zoë Kravitz), la hippie en su día feliz que empujó a Perry por las escaleras?

Muchas de las respuestas a estas y otras preguntas podrían haber sido inferidas de las pistas que se nos dieron hace dos años. En cualquier caso, ahora la serie está menos interesada en explorar los grandes mecanismos argumentales que en fijarse en los pequeños momentos a los que dan lugar. Escena tras escena, la directora Andrea Arnold observa las huellas y a veces las cicatrices que las personas dejan las unas sobre las otras a medida que sus redes de mentiras comienzan a desentrañarse. Pero, de nuevo, visto lo visto –tres episodios– los nuevos capítulos dan la sensación de ser una colección de situaciones refractadas de los viejos. Y esa tendencia a la repetición demuestra por qué la incorporación de Meryl Streep al reparto es tan bienvenida. Su personaje, Mary Louise Wright, es un obstáculo necesario para las «Cinco de Monterrey» en su esfuerzo por dejar atrás lo que hicieron. La vemos investigar, a veces dócilmente y a veces no tanto, en busca de respuestas sobre su hijo muerto, y en todo momento queda claro que su semblante inocente oculta algo. Es imposible estar seguro de si su siguiente reacción será un abrazo o un dardo envenenado. Y en un episodio, de regalo, la Streep nos ofrece uno de los gritos más espeluznantes jamás emitidos por un ser humano. Ella sí que sabe.