John Goodman
"Black Earth Rising": El amanecer de los muertos en Ruanda
n el año 1994 la mayoría de etnia hutu de Ruanda, apoyada por el Gobierno, fue directa a la versión macabra del Libro Guinness de los récords al perpetrar una de las mayores monstruosidades de la Historia: en apenas dos meses acabaron, principalmente a machetazos, con la vida de 800.000 personas de la etnia rival, tutsi, mientras la comunidad internacional miraba hacia otro lado; es una tragedia de la que el cine se ha hecho eco, a través de películas como «Hotel Rwanda» (Terry George, 2004). Lo que aquí propone el británico Hugo Blick, en su día creador de series como «The Shadow Line» o «The Honourable Woman», va mucho más allá. Su intención no es poner el foco en la masacre –a la que en cualquier caso, inevitablemente, hace alusiones-– sino usar una inteligente trama de ficción para mostrar el tortuoso camino del país centroafricano hasta la actualidad, dejando claro en el proceso que en su historia las cosas no son tan simples como puedan parecer.
Blick organiza la narración en dos grandes bloques: en el primero saca a relucir la ayuda que el Gobierno ruandés recibió de Francia, que habría facilitado la huida de los arquitectos del genocidio, y la segunda parte gira en torno al intento de llevar ante la Justicia a uno de esos ideólogos. En todo caso, decimos, «Black Earth Rising» no se articula sobre un conflicto maniqueo entre hutus malvados y tutsis con sed de justicia; producida por BBC Two y Netflix, la serie demuestra que, si bien fueron los hutus quienes pasaron a la Historia como salvajes asesinos, tampoco los tutsis –que retomaron las riendas del país poco después de la barbarie– están libres de culpa.
Tres grandes protagonistas
La críticaha alabado unánimemente la labor de John Goodman, que encarna a un abogado absolutamente implicado en el devenir del país que además lidia con un cáncer de próstata y una hija en coma. A su lado está la actriz Michaela Coel –la vimos en «USS Callister», uno de los episodios más célebres de «Black Mirror»– que aporta una interpretación a la vez intensa y hierática para dar vida a una joven cuya cruzada personal es llevar a los grandes criminales hutus ante el tribunal internacional. Pero el gran nombre propio de la serie es el propio Blick. En primer lugar porque no solo la ha escrito, dirigido y producido sino que también la coprotagoniza, en la piel de un cínico abogado encargado de la defensa del genocida; en segundo lugar, sobre todo, porque con ella se postula con éxito rotundo como heredero legítimo de maestros del thriller con tintes políticos como John le Carré o Graham Greene; en ese sentido, quizá no sea casual que en su día ambos literatos escribieran –en «La canción del misionero» y «Un caso acabado», respectivamente– sobre el Congo, país vecino de Ruanda en el que hallaron refugio los hutus huidos.
Para ello, orquesta «Black Earth Rising» a la manera de un thriller judicial elegante y minimalista, que transcurre principalmente en despachos y entre llamadas telefónicas de largo alcance y es puntuado por explosiones de violencia seca. Blick, asimismo, pone especial cuidado en unos diálogos muy literarios y llenos de humor e ingeniosas referencias a la cultura televisiva. El espectador, es cierto, deberá emplearse a fondo para no perderse en un relato dotado de dobles fondos, pero sus esfuerzos se verán sobradamente recompensados.
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