José María García
"El pionero": Una sugerente radiografía de Jesús Gil y Gil
El documental estrenado en HBO tiene potencial para seducir tanto a los nostálgicos del magnate como los detractores.
Quien más quien menos tiene creada su propia imagen mental de Jesús Gil. Hay varias posibles entre las que escoger, pero quizá una de las más extendidas sea la del promotor sumergido en su jacuzzi marbellí, rodeado de sonrientes señoritas en bikini, mientras define a una popular presentadora y actriz como «la vagina nacional» recreándose en la pronunciación de cada sílaba de cada palabra. Imposible olvidar el pasmo general ante aquella aberración difundida por Telecinco en el transcurso del verano de 1991, a través de programa «Las noches de tal y tal» –en el que, por cierto, también tenían cabida el caballo Imperioso, la Jeannette Rodríguez de «Cristal» o el hijo de Pepe da Rosa–. Sería inexacto decir que Gil fue precursor de la telebasura –la competencia en ese terreno ya era terrible por aquel entonces–, por mucho que la llevara a cotas hasta entonces insospechadas gracias a su manejo maestro de la vulgaridad y el insulto gratuito –él lo llamaría incorrección política, que es otra cosa–. El motivo por el que la nueva serie documental de HBO se llama «El pionero» es otro.
Vaa por delante que lo que sus cuatro episodios se proponen –pero sin excesiva convicción– es tarea imposible. No hay manera de embutir en apenas cuatro horas de metraje la trayectoria de un personaje tan excesivo y de tan enorme popularidad. Tan enorme que resulta difícil explicársela a las nuevas generaciones, que no conservan ningún recuerdo de un hombre fallecido hace ya tres lustros. Y en sus primeros compases la serie sorprende por lo acomodaticios que los directores Enric Bach y Justin Webster –previamente responsables del incisivo documental «Muerte en León» –se muestran con una figura tan controvertida. A lo largo de ellos oímos hablar a sus hijos varones, a sus hermanos, a su mejor amigo, y a personalidades tan cercanas como el periodista José María García –que lo aupó a la presidencia del Atlético de Madrid– o al exfutbolista Paolo Futre, en su día su fichaje estrella. Todos le reconocen algún defectillo, de modo que sus testimonios no contrastan demasiado con los de los escasos detractores, que no son especialmente virulentos. No se da voz a las víctimas de la tragedia de Los Ángeles de San Rafael, el complejo urbanístico que Gil construyó ilegalmente y que en 1969 costó la vida a casi 60 personas. Tampoco a Julián Muñoz, como él mismo ya se ha encargado de clamar a los cuatro vientos.
Pese a ello, el documental contiene los elementos esenciales para que cualquier espectador pueda componer su propio retrato de Gil y entender por qué, a su aberrante manera, fue un pionero. Indultado dos veces –por Franco y por el PSOE–, hizo realidad la idea de que la corrupción puede expandirse impunemente, siempre y cuando uno sepa mover incalculables cantidades de dinero entre las altas esferas y convencer a la gente de que los corruptos son los otros. Y, por supuesto, fue el primero en dar mítines desde la bañera de burbujas, y tan visionario aunando una visión vedetizada de la política con un discurso basado en el ideario ultraliberal y el más ramplón populismo que, de no haber muerto en 2004, posiblemente habría demandado a Donald Trump por plagio. Sus métodos, de hecho, han llegado a popularizarse tanto, e incluso a legitimarse, que El pionero probablemente cargue de razones tanto a quienes los aplauden como a quienes los lamentan.
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