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Mucho más que un muestrario de muñecos

La nueva serie producida por la Jim Henson Company es una heredera mas que digna de la obra de culto, que le da su razón de ser.

Imagen de una de las escenas de «Cristal oscuro: La era de la resistencia», de Netflix
Imagen de una de las escenas de «Cristal oscuro: La era de la resistencia», de Netflixlarazon

La nueva serie producida por la Jim Henson Company es una heredera mas que digna de la obra de culto, que le da su razón de ser.

Cuando el gran Jim Henson estrenó «Cristal Oscuro» (1982), inicialmente pilló a todos con el pie cambiado. Aquella fantasía distópica era demasiado lúgubre considerando que sobre el papel se dirigía al público infantil y que su creador era el autor de muñecos tan adorables y luminosos como los «Teleñecos» y los «Fraguel».

Sin embargo, con el tiempo la película se convirtió en obra de culto, en buena medida gracias a sus marionetas protagonistas y sus artesanales efectos especiales, que siguen resultando distintivos más de tres décadas después. Ahora «Cristal Oscuro: La era de la resistencia», la precuela de 10 episodios que la productora Jim Henson Company acaba de estrenar en Netflix, rinde tributo al legado de aquel clásico minimizando la imaginería digital en favor de las figuras hechas a mano y las creaciones animatrónicas. El resultado es suntuoso.

La película original estableció un mundo extraño y misterioso, pero apenas llegó a explorar todo su potencial dramático a lo largo de sus 90 minutos de metraje. Llenar ese espacio en blanco es una de las razones de ser de «La era de la resistencia». Sus guionistas han inventado conflictos pasados, han ampliado los roles de los personajes de la película y han construido todo un orden social matizado. La serie a menudo es más brutal que su modelo, especialmente en todos esos momentos durante los que habla de lo difícil que es cambiar el «statu quo», abrir los ojos a la gente y crear una verdadera revuelta. Si bien incluye muchos momentos de fantasía diseñados para deslumbrar al espectador, es una ficción mayormente sombría.

Pero, ¿de qué trata?

Lo que en ella se cuenta no son sino los prolegómenos de lo que se nos contó en 1982: la historia de un planeta completamente arrasado llamado Thra, y de la lucha de un puñado de habitantes del lugar y dos miembros supervivientes de una especie en el pasado populosa conocida como los Gelfling para restablecer el equilibrio reparando la piedra gigante del título, encargada de mantener la energía del planeta y las fuerzas vitales en equilibrio. La serie transcurre un siglo antes, después de que el Cristal haya sido destruido pero antes de que se sepa lo que ello implica. La versión de Thra que aquí se nos ofrece es un mundo próspero poblado por muchas especies distintas, cada una de ellas con un papel en el desastre que en última instancia se cierne sobre el planeta.

La era de la resistencia pasa buena parte de la primera mitad de la temporada familiarizándonos con todas esas piezas dispares, y dándonos tiempo para conocer a su nutrido elenco de protagonistas. Aunque algunos giros impactantes tienen lugar a lo largo de esos episodios iniciales, los personajes pasan la mayor parte del tiempo viajando y discutiendo sobre asuntos como la política y las normas y costumbres sociales.

Es en su segunda mitad que la serie evoluciona gradualmente hacia un espectáculo de acción trepidante. En cualquier caso, incluso cuando su ritmo es pausado, la serie resulta fascinante gracias a su brillantez visual y técnica, y a todo ese trabajo de delineación psicológica que permite que los personajes nunca sean meras marionetas sino, sobre todo, individuos. Es gracias a esto último que, decimos, acaba funcionando tan eficazmente como alegoría sobre la facilidad con la que los líderes de una sociedad pueden propagar mentiras, generar tensiones y convertir comunidades pacíficas en enemigas de sí mismas.