Viajes

¿Cómo será viajar a partir de ahora?

Depende.

InterMundial y Yolo ofrecerán seguros de viaje personalizados y digitales
Imagen de un aeropuertolarazonINTERMUNDIAL

La nueva era de los Profetas

Una vieja especie, largo tiempo oculta tras las sombras de la utopía tecnológica, agazapada entre las rocas a la espera de su momento para saltar, ha salido a la luz durante las últimas semanas, tras el comienzo de la crisis del coronavirus. Son los Profetas. Ellos ya sabían que el bicho iba a atacar, lo comentaban entre ellos al refugio de sus foros, hubo alguno que incluso escribió un libro vaticinándolo. Otros, a los que este asunto les pilló por sorpresa tanto como a nosotros, también han querido subirse al carro de los Profetas – aunque creo que el término contemporáneo es gurú – y allá van, en bandas de cien, arrollando con palabras viejas mientras vaticinan el nuevo mundo que nos espera cuando salgamos de casa.

Hoy me subo al carro de los Profetas porque empieza una nueva semana y es positivo empezar con algo nuevo todas las semanas, sobre todo ahora, encerrado en casa, tan complicado parece renovarse entre cuatro paredes. Formulo la pregunta y decido contestarla a mi manera, al modo escritor de viajes: ¿Cómo serán los viajes a partir de ahora? No dejo de leer en otros diarios que los viajes del próximo año serán con mascarilla, guantes y geles desinfectantes, con seguros, con miedo, con preocupaciones, tensos, terribles, asesinos. Y no soporto una realidad así. No soporto que el personal tenga pánico a viajar, que lo haga de puntillas. Y esa realidad inevitable que son los viajes del próximo año, peliagudos y con miedo de tocar incluso la mano de nuestra pareja, se la voy a dejar a otros medios que encuentran un gusto particular en dar malas noticias.

¿Qué tipo de cambios ocurrirán?

¿Los viajes dentro de tres años seguirán siendo en avión? He estado investigando sobre nuevos aeroplanos que contaminen menos, o más rápidos, o de diseños más bonitos, y algo hay. Un ejemplo de avión supersónico es el Boom Supersonic, vaya nombre, tan potente, que será capaz de alcanzar en 2023 los 2.300 kilómetros por hora. Para hacernos una idea, sería capaz de cruzar el Atlántico en tres horas. ¿Por qué es importante llegar tan rápido de un lado a otro del océano? No lo sé, soy nuevo en esto del profetismo, pero debe ser crucial llegar tres horas antes a tu destino, aunque el precio se dispare, aunque la contaminación se multiplique. Somos personas importantes y ajetreadas. Incluso Tesla está maquinando para crear cohetes, nada más y nada menos, para llevar a pasajeros con prisas de Hong Kong a Nueva York.

Podría mencionar más modelos supersónicos, hablar del motor Ultrafan de Rolls - Royce que producirá un 25% menos de emisiones a partir del 2025, etcétera, pero la respuesta a la pregunta del párrafo anterior es más sencilla: sí, seguiremos viajando en avión. O en tren, o en coche, o en lo que más nos apetezca. Quizás con guantes y mascarilla, si alguno quiere, más preocupados por la higiene. Pero el mayor cambio podrá consistir en que esta vez iremos más rápido o contaminando menos.

¿Y seguirán existiendo los hoteles? No solo hoteles, sino Airbnb también, además de hostales y casas rurales. Puede que incluso sobrevivan las segundas residencias. Aunque encontraremos que las medidas de higiene en estos alojamientos serán más estrictas de lo que fueron con anterioridad.

¿Y los grandes monumentos? Aquí el tema se torna en uno complicado. Dependerá de qué monumentos hablemos. La Isla de Pascua, aquella con los monolitos hundidos en la tierra, corre peligro por el turismo masificado. Las especies de osos, ciervos y nutrias en el Parque Nacional Tusheti pueden terminar desapareciendo por el mismo motivo. Incluso los jardines de Alpargate, en nuestra querida Córdoba, se ven amenazados por las miles de visitas que reciben al año. Así que en lo que respecta a los monumentos, depende, unos sí y otros no, depende de un equilibrio entre el azar, el cambio climático y el turismo responsable.

Los Profetas profesionales aseguran que el turista buscará destinos menos masificados pero yo no me lo creo del todo, aunque lo repitan hasta la saciedad como si fueran órdenes de un autoritarismo turístico. Quiero decir, ¿dónde se van a meter el resto de los turistas que suelen visitar estos destinos? ¿En una caja? Porque si se añade el nuevo tipo de turista post-covid a la misma plaza que los viejos turistas de destinos menos de moda, al final solo se conseguirá que el turismo masificado cambie de rumbo. Seguimos siendo siete mil millones de personas y a algún lugar habrá que ir de vacaciones.

No es sencillo ser Profeta

Escribiendo este artículo, comienzo a respetar en mayor medida a los Profetas. Ser Profeta no debe ser nada fácil, existen demasiadas variables e incógnitas por resolver. Hasta donde yo he llegado, no he sido capaz de augurar ningún cambio para el futuro de los viajes, aparte del uso de mascarillas. Pero creo saber por qué. Creo que todo se resume a que existen tantos tipos de viajeros, de lujo y mochileros, comerciantes y escritores, jubilados y jóvenes de universidad, que meterlos a todos en un mismo saco y bramar, así van a viajar a partir de ahora, porque lo digo yo, porque ocurrirán cambios inevitables y todos ellos, de la A hasta la Z, van a cambiar drásticamente su forma de viajar, es un sinsentido. ¿O los mochileros dejarán de llevar mochila? ¿O los jubilados buscarán exclusivamente paisajes fríos? ¿Solo hace falta que los Profetas digan esto o aquello sobre los viajes para que cambien?

Pero escribir ayuda a pensar y he logrado alcanzar una conclusión que se sostiene. Empieza con una pregunta. ¿Son las palabras de los Profetas, o nuestros actos, quienes provocan un cambio real? Termina con una respuesta. Si hay alguien que puede cambiar tras este berenjenal que muchos estamos sufriendo serán, simplemente, las personas. Serán ellas quienes decidan si volar en el Chitty Chitty Bang Bang supersónico, rociando de combustible quemado la atmósfera, o en el avión de emisiones reducidas de Rolls - Royce. Ellas elegirán darle prioridad a sus ansias o al bienestar del planeta. Ellas elegirán si prefieren apoyar el turismo nacional o el internacional, los hoteles o los hostales. Ellas elegirán entre los buffet libres donde se desperdicia la mitad de la comida y un consumo responsable. Serán las personas, no los Profetas, quienes decidan tirar el cartón al cubo amarillo o por la ventanilla del coche.

Los últimos días me llegan mensajes sobre entrevistas a muy respetables Profetas y el amigo que los envía me dice, ves, va a cambiar, todo cambiará, nada será igual después de esto. Mientras leo las entrevistas, le pregunto, ¿cómo cambiará? ¿Tú vas a cambiar? Yo no puedo hacer nada, contesta, yo soy una hormiguita que apenas cobra el salario mínimo, no puedo hacer absolutamente nada para cambiar el mundo. Es triste. Él se creyó que bastan las palabras del Profeta para provocar un cambio.

¡Pero qué equivocados estábamos hasta ahora! Mueve una hoja y cambiarás el mundo. Cierra el grifo y ya habrás cambiado el mundo. Este planeta nuestro lo componen millones de hojas quietas, miles de millones de gotas desperdiciadas en el fondo sucio del fregadero. Siempre he querido pensar que el hecho de que humano y humanidad compartan las cinco primeras letras no es pura casualidad. Aquí entra algo más, una conexión inevitable entre cada uno de esos humanos que conforman la palabra humanidad.

Respondiendo a la pregunta que me ha hecho divagar más de la cuenta, cómo será viajar a partir de ahora, la respuesta es simple. Lo ignoro. La respuesta es simple, depende de ti. ¿No es maravilloso? Está en nuestras manos, esta vez sí, hoy nadie nos engaña, responder a la pregunta del futuro, dar la razón a los Profetas o arrebatársela. Solo haría falta cerrar el grifo, viajar con sensatez y cambiar una hoja de sitio. Sin miedo por el cambio que nuestros buenos actos puedan provocar.