Viajes
Damos un paseo por los pedazos del Muro de Berlín que quedan por el mundo
426 fragmentos del Muro de Berlín se diseminan por los cinco continentes como un recuerdo de la libertad y la hermandad humana.
Una bandera de la libertad
Resulta interesante comprobar los vuelcos que podría dar un símbolo. Cuando fue la bandera del terror, de la sumisión, el control, pasa una noche fresca de noviembre y el símbolo se transforma, lo derriban, lo vuelven a levantar con un nuevo significado y ahora es una bandera de libertad, honor, transformación. Ocurrió con el muro de Berlín. Los símbolos contienen el poder que quieran darle los hombres, es sencillo. Como el alquimista que funde el cobre y lo convierte en oro, los berlineses derribaron los muros de granito que los encerraban y los realzaron con tonalidades de libertad. ¿Y por qué no derribarlo y dejarlo allí, comiendo suelo, para olvidar los años tristes y encarar el futuro sin peso alguno en la cartera del recuerdo? Un simple paseo por la ciudad de Berlín muestra amplios segmentos del muro todavía en pie. ¿Por qué lo tuvieron que volver a levantar? Los símbolos contienen el poder que quieran darle los hombres, nada más, y un símbolo de sumisión transformado en libertad posee el poder de empujar más lejos que cualquier cartera vacía. Es un recuerdo que grita, luchaste y venciste, ahora eres dueño de tu libertad, recuérdalo en los momentos de debilidad, que tú eres fuerte, recuerda cómo luchaste en el 89 por tu libertad.
Un recordatorio que ya no se centra únicamente en Berlín, en el Parque del Muro coloreado por grafitis de los mejores artistas urbanos, sino que salió de la capital alemana con dirección al mundo entero. Son un total de 426 piezas repartidas por todo el globo, 146 en Norteamérica, 220 en Europa, 46 en Asia, 11 en Sudamérica, 2 en Oceanía y 1 en África. Todos quieren un pedazo de libertad, aunque sea un pedazo de cemento viejo.
El Muro de Berlín por el mundo
Podrían verse varios fragmentos de muro en Inglaterra, en el Imperial War Museum, en la Grosvernor Square de Londres, en el Museo del Regimiento de Cornwall, su Museo de la Guerra Fría, o en el Museo Nacional del Ejército. Recuerda un tiempo más convulso, si cabe, del que vivimos ahora, cuando eran cuatro potencias (Francia, Estados Unidos, Rusia y Reino Unido) quienes controlaban a una Alemania derrotada tras la Segunda Guerra Mundial. En Rumanía también hace de recuerdo en el Memorial de la Revolución en Timișoara. Aquí fue donde comenzó en 1989 la Revolución rumana contra el dictador comunista Nicolae Ceaușescu.
Es un recuerdo pero también una herramienta para encarar el futuro con confianza. Los símbolos dan fuerza a los hombres, nos apoyamos en ellos antes de pegar el gran salto hacia el progreso. Un pedazo del muro se levanta en Schengen, Luxemburgo, a pocos metros de donde se firmó el Acuerdo de Schengen para la libre circulación de los países Europeos. Sin muros, sin complicaciones. Con un sabor a piedra dulce, un regusto a libertad. A las afueras del Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, en Estrasburgo, es posible encontrar otro fragmento. Y en el Centro Mundial de la Paz, en Verdún, y en Versalles, donde se firmó la paz tras la guerra del 19. El único segmento que se conserva en África está en Ciudad del Cabo, y fue un regalo a Nelson Mandela tras viajar a Berlín en una visita de Estado, cuando se le entregó una bandera al representante de la libertad sudafricana.
Hasta alcanzar el puñado de cientos, las localizaciones del muro por el mundo expresan deseos de paz y libertad, en el Santuario de Fátima o el Parque Europa de Torrejón de Ardoz. Un vistazo a las localizaciones en Estados Unidos, el país que se autoproclamó representante de la libertad, descubren varias decenas de fragmentos diseminados a lo largo de su territorio. Cada uno haciendo llamamientos a pequeños subtipos de libertad, si nos permitimos el concepto, porque la libertad puede ser grande, un bien general, o especializada, centrada en aquellos grupos sociales que más la necesitan. Es el caso de los nativos americanos, que cuentan con su propio fragmento del muro en el Monte Rushmore. Incluso puede encontrarse otro pedazo en Ohio, concretamente en el Centro Nacional de Libertad Ferroviaria Subterránea, lo ves, es así de amplio el innovador concepto de la libertad.
Negocios con la libertad
Aunque no han faltado quienes buscan beneficiarse a costa de la libertad. Son una especie vieja, desde el comienzo merodeaban por los alrededores de la hermosa palabra, con oro pesándoles los bolsillos y buscando alguna manera de moldearla a su favor. No son pocas las colecciones privadas que guardan estos pedacitos de orgullo de la humanidad para verlos ellos solos y no enseñárselos a nadie más. El precio de un segmento oscila en torno al medio millón de dólares. O que los exhiben de mala manera, sin respeto por la palabra que tanta sangre y tantas lágrimas tardaron en descifrar, por el mero hecho de poder demostrar al mundo que ellos consiguieron aprisionar resquicios de libertad. Ocurre en un urinario de Las Vegas, tan brusca es esta ciudad, o a las afueras de un Hard Rock Café de Florida. Se enseña como un disco de oro, una guitarra firmada por Brian May, como un trofeo más del que fardar.
En la frontera que separa Corea del Norte y Corea del Sur también se encuentra un segmento del muro, aunque este es más doloroso, más real, y todavía no ha llegado el día en que consiga adoptar su postura definitiva de hermandad. 426 pedazos de libertad se desperdigan por el mundo. Solo es irónico que en el continente africano apenas guarden uno. Pero lo sabemos, el día llegará. Un día no hará falta marcar con cemento los espacios de libertad.
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