Extremadura
Colarse en las entrañas de la tierra
El cacereño geoparque Villuercas-Ibores-Jara cobija una de las montañas más antiguas de Europa y el mejor ejemplo de relieve apalachense del Viejo Continente. Su capital, Guadalupe, es de obligada visita
El cacereño geoparque Villuercas-Ibores-Jara cobija una de las montañas más antiguas de Europa y el mejor ejemplo de relieve apalachense del Viejo Continente. Su capital, Guadalupe, es de obligada visita
Extremadura es tierra de infinitas e interminables dehesas. Sí, pero también lo es de paisajes ondulados y abruptos. Son menos conocidos y, quizá por eso, resultan más sorprendentes y sobrecogedores. Eso es lo que ocurre con el Geoparque Villuercas-Ibores-Jara, un espacio natural situado en la provincia de Cáceres al que se accede a través de sinuosas carreteras que, poco a poco, nos dejan entrever lo singular de este refugio al aire libre que esconde, incluso, un monasterio declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Símbolo del turismo sostenible, el Geoparque esconde entre sus recovecos más de 40 lugares de interés geológico, científico y paisajístico que pueden descubrirse a través de accesibles rutas a pie, en bicicleta o en vehículo 4x4. Cualquier opción es buena, aunque lo mejor es hacerlas caminando, sin prisas y disfrutando del privilegio de respirar el aire puro que acaricia a una de las montañas más antiguas de Europa. De hecho, estas formaciones paleozoicas forman parte del denominado Sendero Internacional de los Apalaches y, según los geólogos, este rincón de Extremadura es, junto con EE UU, el mejor lugar del mundo para apreciar el «relieve apalachense». Ascender hasta el Risco de la Villuerca, el punto más alto de esta comarca con sus 1.601 metros, es un regalo para los sentidos, pues en la subida encontramos los mejores miradores para apreciar esta singular geomorfología conformada por valles y cadenas montañosas alineadas paralelamente. Y eso no es todo, ya que paleontológicamente, La Villuerca alberga un yacimiento de vendoténidos, un fósil del periodo Ediacárico, considerado uno de los más antiguos en el registro.
Las Villuercas fueron descubiertas por los humanos durante el Paleolítico y el Neolítico, aunque es en el periodo siguiente, el Calcolítico, hace unos 3.500 años, cuando muchos de sus riscos cuarcíticos fueron habitados. Buena prueba de ello son las estilizadas pinturas rupestres que podemos observar en casi todas las cuevas de la zona, como por ejemplo la de Álvarez, a orillas del río Ruecas, popularmente conocida como la cueva de la leyenda de la Chiquita.
Rumbo a Guadalupe
Entre las rutas que nos adentran en el Geoparque sobresale la de Isabel la Católica, que conduce nuestros pasos desde la localidad de Cañamero hasta la puebla de Guadalupe, remontando el cañón del río Ruecas primero y superando la sierra del Águila despues. Entre las gratas sorpresas de este viaje a pie sobresale el castaño del Abuelo, un imponente árbol centenario que marca el comienzo del descenso hacia la ermita de Santa Catalina, desde donde podemos observar una de las mejores vistas del valle del Guadalupejo y del impresionante monasterio de Guadalupe.
La meta de esta ruta no podía tener mejor final, pues el santuario presume de tener una de las fachadas góticas más bellas del mundo. Pero no es sólo fachada. Todo lo contrario, ya que sus dos claustros también son dignos de admiración, gracias, entre otras cuestiones, a la exposición de los enormes lienzos que pintó el extremeño Francisco de Zurbarán para decorar la sacristía. Y no hay que dejar el monasterio sin recorrer sus museos: de bordados; de libros y el de pintura y escultura en el que sobresalen obras de El Greco y Goya.
Después de tanto caminar, hay que reponer fuerzas. Eso es bien sencillo en el Geoparque de Villuercas-Ibores-Jara, ya que esta comarca extremeña es un paraíso para los amantes del queso de cabra y de oveja, con su propia denominación de origen. Y ahora en esta época no hay que dejar de probar las castañas. Todo ello regado con cualquiera de los buenos vinos de Bodegas Ruiz Torres, ubicada en pleno Geoparque. Desde su sala de catas, con un impresionante ventanal, resulta obligado hacer un brindis por volver pronto hasta este rincón de Extremadura.
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