Vacaciones

Formentera, el último chapuzón entre posidonias

La isla más caribeña del Mediterráno es el refugio perfecto para recargar las pilas antes de volver a la rutina. Si ya de por sí es un destino tranquilo, septiembre es el mejor mes para descubrirlo

Cala Saona es un buen ejemplo de lo que ofrece la isla: aguas cristalinas rodeadas por pequeños acantilados
Cala Saona es un buen ejemplo de lo que ofrece la isla: aguas cristalinas rodeadas por pequeños acantiladoslarazon

La isla más caribeña del Mediterráno es el refugio perfecto para recargar las pilas antes de volver a la rutina. Si ya de por sí es un destino tranquilo, septiembre es el mejor mes para descubrirlo

Con septiembre recién estrenado, acechan ya la rutina, las obligaciones y el estrés. Sin embargo, antes de que las temperaturas bajen, es el momento de darse el último chapuzón del verano y cargar las pilas con energías renovadas en un paraíso tranquilo y cercano. Y no hay que ir muy lejos para encontrar ese tándem. Lo tenemos en nuestras costas: la isla de Formentera, caracterizada por sus aguas cristalinas, sus playas paradisíacas y por el sosiego que en ella se respira.

El barco es el único medio de transporte que nos permite acceder a Formentera. Mapa en mano para no perderse nada, merece la pena empezar el viaje en el punto más al norte de la isla, donde se encuentra una de las playas más bonitas, la denominada playa de Illetes, considerada una de las mejores del mundo. Resulta difícil no quedarse boquiabierto al contemplarla. Con su arena blanca y fina y las diversas tonalidades de azul turquesa que lucen sus aguas, no tiene nada que envidiar a las playas caribeñas, y sin salir de nuestras fronteras. Esto promete y el viaje no ha hecho más que empezar.

Con gafas de bucear

A mitad de camino entre Sant Ferran de Ses Roques y Es Caló nos topamos con una impresionante playa rocosa. El tubo de «snorkel» y las gafas de buceo son imprescindibles para zambullirse en sus aguas y descubrir la fauna y la flora marítima. Con cada brazada que damos el espectáculo es más interesante, pues los peces curiosos se acercan en bancos para deleitarnos con sus colores, y las plantas se mueven con el vaivén de las olas atrayendo a otros peces y a nosotros con ellos. Y no es difícil ver, incluso, algunos pulpos que se deslizan bailando entre las rocas.

Otra de las citas obligadas para despedir a lo grande el verano en la isla de Formentera es Caló d’es Mort, pues en ella es muy sencillo contemplar sorprendentes peces de colores, caracolas y algún que otro cangrejo que pueblan el Mediterráneo, mientras que en tierra firme la lagartija verde, de un tono muy intenso, es un curioso compañero de descanso que se acerca con cautela a la toalla. Tampoco defrauda Cala Saona, una playa muy acogedora, rodeada por acantilados y con atractivos colores turquesa.

Ya cerca del atardecer, resulta muy recomendable poner rumbo hacia el Faro de Barbaria para disfrutar de una mágica puesta de sol. Es complicado describir los sentimientos que allí se despiertan. El faro tiene una cueva en la que un señor muy agradable se sienta todos los días a tocar un instrumento hecho por él mismo. Su mirada es testigo de cómo los turistas entran con curiosidad y salen impresionados por lo que en ese maravilloso lugar han podido observar: los acantilados y, sin duda, la espectacular puesta de sol que queda grabada en la retina.

El siguiente rincón de la isla puede ser Punta Pedrera, donde extrañas formas de roca conforman un desierto de piedra conocido como Sa Pedrera. Cuando sube la marea se crean «piscinas naturales» de gran interés turístico. A escasos metros encontramos una cala de roca. Una vez más, con gafas y tubo de bucear, no deja de sorprendernos lo que se esconde bajo las transparentes aguas. Allí descubrimos una cueva sumergida, donde los más valientes pasan para disfrutar de la otra parte de la cala.

En cualquier cala en la que nos bañemos merece hay que buscar alguna posidonia. No es complicado toparse con ellas y la magnitud de las que aquí se encuentran es impresionante. Si tan bello es el paisaje exterior, la imagen que se enconde en el interior de las aguas que bañan Formentera es el mejor escenario para darse el último gran chapuzón del verano.

Patrimonio natural

Los preciosos colores turquesa que bañan Formentera se deben a la posidonia oceánica, una planta endémica del Mediterráneo que aporta oxígeno y materia orgánica capaz de limpiar el agua. Esta planta es Patrimonio Natural de la Humanidad desde 1999. La mayor pradera de posidonia del Mediterráneo, con una superficie de 700 km cuadrados, se encuentra entre las islas de Ibiza y Formentera.