México

Riviera Maya, paraíso en la tierra

Restos arqueológicos, una sesión de yoga en Tulum, excursiones por los cenotes, esnórquel en la isla de Cozumel, compras en Playa del Carmen y un festival de jazz. La zona más turística de México es ideal para los que buscan aventura o relax.

Los restos arqueológicos de Tulum, una de las postales más famosas de la Riviera Maya
Los restos arqueológicos de Tulum, una de las postales más famosas de la Riviera Mayalarazon

Restos arqueológicos, una sesión de yoga en Tulum, excursiones por los cenotes, esnórquel en la isla de Cozumel, compras en Playa del Carmen y un festival de jazz. La zona más turística de México es ideal para los que buscan aventura o relax.

Pasear por la Quinta Avenida al anochecer y sentarse a beber una michelada se convierten en las experiencias más gratificantes del viaje. La Quinta Avenida es la calle principal de Playa del Carmen, el alma bohemia de la Riviera Maya. En su origen, pesquero –hoy eminentemente turístico–, este pueblo con nombre de mujer fue el hogar del guitarrista Paco de Lucía durante sus felices años mexicanos. La música invade las calles de Playa del Carmen durante los cuatro días que dura el prestigioso Festival de Jazz, uno de los más importantes de México. Este certamen sirve de excusa para saborear los rincones de esta tierra hermosa y cálida. «Padrísima», que diría un mexicano.

A Paco de Lucía le entusiasmaba el sol del Caribe, pero una de las mejores cosas que se pueden hacer en la Riviera Maya, más allá de tumbarse al sol en una de sus fabulosas playas, es adentrarse en la oscuridad de los cenotes. Los cenotes son cuevas de piedra caliza por las que corren ríos de agua dulce –y a veces también salada– que se extienden por toda la región, donde se descubrió hace unos años el río subterráneo más largo del mundo, llamado Sac Actun, con 155 kilómetros. Se calcula que existen aproximadamente unos 10.000 cuevas de agua en la península de Yucatán, cuyo subsuelo está formado por una gigantesca plataforma caliza.

Uno de los cenotes más espectaculares es el de Río Secreto, al que se accede en plena selva. Los dueños de este lugar quieren preservar el sitio con todo el primor del mundo. Así que antes de penetrar en esta cueva, el turista tiene que darse una ducha para eliminar los posibles restos de jabón del cuerpo para no contaminar el «santuario». Los mayas veneraban los cenotes como lugares mágico-religiosos. En ellos hacían ofrendas a la deidad del agua, Chaac, el patrono de la lluvia. Estas cavernas simbolizaban la fecundidad, el paso a la otra vida, a la dicha.

Y de la ducha a la dicha. Descendemos por las entrañas de Río Secreto, sumergidos en el agua, asombrados por las insólitas formaciones geológicas esculpidas durante cientos de años. En algunos tramos no se toca suelo y hay que avanzar a nado. El guía, convertido en sumo sacerdote, desvela los misterios de una caverna en la que apenas encontramos más vida que la del pez ciego.

En el segundo día en la Riviera Maya dejamos atrás el agua dulce para bucear en los arrecifes de la isla de Cozumel, donde se encuentra la segunda barrera de coral más grande del planeta, la cuna para los buceadores de medio mundo. Para llegar a Cozumel hay que tomar un ferry desde Playa del Carmen que tarda poco más de media hora. Una vez en la isla, conviene alquilar una lancha con guía y dedicarle al menos tres o cuatro horas a la excursión. Se puede practicar esnórquel o buceo con tanques, y es posible atisbar esponjas gigantes y hasta tiburones. Los amantes del buceo consideran este lugar como uno de los más apetecibles debido a la claridad de sus aguas y al buen clima que tiene siempre. Cozumel se presenta también como escenario de una concurrida carrera de triatlón internacional.

La Riviera Maya es sinónimo de playa y turismo familiar, y permite sumergirse en la civilización maya, cuya edad dorada se sitúa entre los años 600 y 800. A menudo se piensa que los mayas desaparecieron hace siglos, pero lo cierto es que siguen viviendo en esta región y se calcula que hay un millón en todo el país, si bien la zona maya por excelencia comprende los estados de Quintana Roo, Yucatán, Campeche, Tabasco y Chiapas. Hoy en día, los mayas siguen luchando por mantener sus raíces y su cultura, y sus poblados reconocibles por las palapas, las pequeñas construcciones hechas con bastones de madera y hojas de una palmera llamada guano. Quizá el punto más atractivo de la ruta maya sea Chichén Itzá –en el interior de la península de Yucatán– cuya imponente pirámide constituye una de las paradas obligatorias de la visita.

Parques temáticos

La otra zona de mayor singularidad de esta tierra es el litoral que se extiende desde Cancún y que se recorre por una carretera rodeada de vegetación selvática. Quien circula por esta vía se encontrará con numerosas vallas publicitarias que anuncian parques temáticos, como los de Xcaret (el más grande de México) y Xel-há, formado por una serie de lagunas de agua dulce. También es la zona de los grandes resorts. Pero si lo que se quiere es huir del turismo a gran escala hay que dejarse caer por la playa de Tulum, donde existen decenas de hoteles boutiques, establecimientos pequeños e íntimos, envueltos entre la selva y el mar. Uno de los más originales, por su carta de menús y su oferta en salud, es Sanará. Por la mañana se puede asistir a una clase de yoga junto al mar, seguido de un desayuno reponedor preparado con productos frescos hechos a partir de coco, seña de identidad de la casa.

Ruinas mayas

Una parada obligatoria a estas alturas son las ruinas mayas de Tulum, una ciudadela al borde del mar, quizá la postal más vendida de la Riviera. Durante el paseo por esta zona arqueológica las explicaciones de los guías son una auténtica lección de historia y de vida. Estos expertos en historia local son a menudo auténticos personajes divertidos y teatrales, pero rigurosos en los datos, a la hora de relatar la época gloriosa en que Tulum fue fortaleza y puerto comercial, en torno al año 1.000. No es un sitio arqueológico tan completo como Chichen Itzá, pero sí el más deslumbrante y fotografiado al estar encaramado sobre un acantilado bañado por aguas turquesas.

Por la noche regresamos a Playa del Carmen, con su Quinta Avenida y su rosario de restaurantes con marisco fresco, tacos y margaritas refrescantes. Es hora de volver al festival de jazz, que tiene el aforo en la mismísima arena de la playa, para escuchar a Gino Vanelli y poner el broche a una experiencia única.