Crítica de cine

«Suite francesa»: Durmiendo con su enemigo

Dirección: Saul Dibb. Guión: Matt Charman y Saul Dibb, según la novela de Irène Némirowsky. Intérpretes: Michelle Williams, Matthias Schoenaerts, Kristin Scott Thomas, Sam Riley. Reino Unido, 2014. Duración: 107 minutos. Drama.

«Suite francesa»: Durmiendo con su enemigo
«Suite francesa»: Durmiendo con su enemigolarazon

Años 40: Europa se desangra de nuevo mientras sigue desatado el terror, la infamia, el genocidio, y comieza la ocupación del ejército nazi en Francia. Nos topamos con una pequeña localidad rural cerca de París, donde la joven Lucille Angellier aguarda junto a su estricta suegra (una notable y bastante fea, exigencias del guión, Kristin Scott Thomas) el regreso desde las trincheras de un marido al que no quiere. De hecho, ni siquiera lo conoce demasiado. La irrupción en la vida de esta mujer insatisfecha y solitaria de un oficial alemán que sabe tocar el piano y con el que debe compartir techo le demuestra que es posible amar al enemigo. O quizá no. Adaptación de la biografía escrita por Irène Némirowsky, este drama bélico realizado por el londinense Saul Dibb («Bullet Boy», «La duquesa») analiza cómo aquel hecho cambiaría para siempre la existencia de un puñado de hombres y mujeres, así como la manera, tan distinta, en que se enfrentaron a las trágicas circunstancias desde el desprecio absoluto por el invasor a posturas claramente colaboracionistas. Ya hubo cineastas que analizaron, y bastante mejor, el mismo suceso histórico (he ahí, por ejemplo, la espléndida «Esta tierra es mía», Jean Renoir, 1943); sin embargo, la película gana enteros cuando se vuelca en reflejar esa relación ilícita y nunca satisfecha, en el destino de dos personajes abocados a no culminar jamás una pasión que los devora y que casi nadie podría entender jamás. Bien ambientada y con una correcta fotografía, aunque la dirección resulte un poco rutinaria, esta «Suite» resulta, a pesar de ello, un tanto inacabada probablemente por esa atmósfera fría que la empapa sólo rota en instantes puntuales muy dramáticos, que ratifican, por otra parte, que el auténtico adversario nuestro será, ayer hoy y siempre, el ser humano.