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Tailandia llora a su rey dios

El venerado Bhumibol Adulyadej falleció ayer a los 88 años tras siete décadas en el trono. Su muerte abre una difícil transición que debe guiar su polémico hijo Maha Vajiralongkorn.

Dos mujeres tailandesas lloran tras conocer el fallecimiento del rey Bhumibol Adulyadej frente al hospital Siriraj, donde permanecía ingresado.
Dos mujeres tailandesas lloran tras conocer el fallecimiento del rey Bhumibol Adulyadej frente al hospital Siriraj, donde permanecía ingresado.larazon

El venerado Bhumibol Adulyadej falleció ayer a los 88 años tras siete décadas en el trono. Su muerte abre una difícil transición que debe guiar su polémico hijo Maha Vajiralongkorn.

Con un año de luto oficial y un mes con las banderas a media hasta, Tailandia llorará desconsolada la pérdida de su rey, Bhumibol Adulyadej, que falleció ayer a los 88 años tras permanecer siete décadas en el trono de un país en el que ahora reina la incertidumbre sobre su futuro. La Casa Real informó a última hora de que el que fuera el monarca con el reinado más largo de la actualidad «había fallecido de forma pacífica» a las 15:52 hora local en el complejo hospitalario Siriraj, donde había estado ingresado el último año, según rezaba el comunicado. A sus puertas, cientos de ciudadanos ataviados con camisetas rosas y amarillas –colores que representan la buena fortuna y al propio monarca, respectivamente– se agolpaban desde hacía días para mostrarle su apoyo. Inmediatamente después de conocer la noticia, todos ellos rompieron a llorar la pérdida del que consideraban un semidiós.

Bhumibol Adulyadej no pudo superar la inestabilidad en la que había caído tras una hemodiálisis a la que fue sometido el sábado para drenar líquido cefalorraquídeo de su cerebro. «El equipo médico hizo todo lo posible, pero su estado de salud se deterioró», añadía la nota oficial, que apuntaba a una acusada bajada de tensión y al empeoramiento del funcionamiento de su hígado como causas irreversibles de su muerte.

«El fallecimiento de Bhumibol Adulyadej es una gran pérdida, este día quedará grabado en la memoria de los tailandeses», afirmó el primer ministro, Prayut Chan-ocha, en un mensaje televisado. En su discurso, el general aseguró que inmediatamente «el Gobierno procederá con la sucesión». Según lo estipulado, el príncipe heredero Maha Vajiralongkorn asumirá el trono una vez que la Junta Militar que gobierna el país y el Consejo Privado Real presenten su nombre de manera oficial ante un Parlamento que dirigen los propios militares. Sin embargo, muchos temen que Vajiralongkorn, que no goza del mismo afecto cosechado por su padre, provoque una ruptura de la estructura del Estado, pues, según informes confidenciales filtrados por Wikileaks, el Consejo Privado Real se habría opuesto durante años a que Vajiralongkorn asumiera el trono. Vajiralongkorn tiene fama de mujeriego y se ha casado y divorciado tres veces y es famoso por su vida de lujo y extravagancias.

En un país en el que la inestabilidad política está a la orden del día, muchos no conciben un futuro sin su rey Bhumibol Adulyadej, quien a lo largo de su reinado sobrevivió a una decena de golpes de Estado y a 19 constituciones. Pese a que en los últimos años el deterioro de su salud había mermado sus apariciones públicas, la imagen de poder del soberano en otros tiempos permanecía en la retina de los tailandeses. Sus súbditos no sólo recuerdan la ocasión en que exigió el fin de la violencia tras la sublevación de 1992 en la que los uniformados dispararon a los estudiantes que exigían democracia. También le atribuyen la profunda transformación del país, pasando de un sistema agrícola a la modernización industrial y comercial con una creciente clase media.

Pese a la imagen de fortaleza que los medios transmitían sobre el rey, el pasado fin de semana la Casa Real informó por primera vez de que sufría graves dolencias y de que su salud era «inestable». Hasta ese momento, la ley de Lesa Majestad, que castiga con penas de hasta 15 años a aquellos que osen desafiar o insultar a la monarquía, había logrado desviar las miradas de unos ciudadanos devotos.