José María Marco

Ante las elecciones

La Razón
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El Partido Popular no parece encontrarse cómodo en la situación poselectoral. Se entiende. Ha perdido la mayoría absoluta y un tercio de sus electores. Ha cedido el electorado joven que antes le respaldaba, y con él uno de los símbolos del centro, del centro reformista que desde Aznar era lo que identificaba al PP como un partido de cambio y de progreso. Y por si fuera poco, el Partido Popular se ve condenado, como cada vez que el centro derecha español no gana por mayoría absoluta, a sufrir el cordón sanitario que excluye a millones de españoles del escenario político.

¿Tiene el Partido Popular que conformarse con el desgaste del PSOE y con el miedo del electorado a una inestabilidad que haga perder todo lo conseguido en estos años? No obligatoriamente. Sobre todo porque, en la perspectiva de unas elecciones anticipadas de aquí a poco tiempo, no es seguro que una repetición de lo que ya se vio en la última campaña electoral aumente el respaldo que puede recibir.

Lo importante, en un momento en el que la sociedad entera está dando signos de que busca un cambio, es saber abrazar éste y ofrecer elementos de seguridad capaces de compensar la inestabilidad que todo cambio provoca. El PP está bien situado para ofrecer las dos cosas. En la cuestión nacional, el PP puede presentarse sin reparos como un defensor de la unidad del país y poner en relieve lo que ha realizado hasta aquí: ante los nacionalistas y también en otros aspectos, como la unidad de mercado. Al mismo tiempo, y como la gestión del gobierno ha evitado los enfrentamientos abiertos, puede solventar con serenidad la inflamada retórica nacionalista y socialista. La clave está en convencer de que se tiene una idea nacional.

No hace falta insistir en lo mucho que ha hecho el PP en el terreno económico y laboral. Hace falta expresar el sentido, proporcionar un horizonte, situar el gigantesco éxito de estos cuatro años en un proyecto inteligible, capaz de movilizar la voluntad y la simpatía de los españoles. Y en el terreno internacional, también habría mucho que decir acerca del prestigio de nuestro país, de su importancia estratégica, de su atractivo para inversores, trabajadores y visitantes. No hay ninguna razón para que el PP no pueda elaborar una propuesta integradora, abierta, que le devuelva el atractivo que ha perdido en los últimos años.