Educación

Profesores agredidos o amenazados cada 32 horas

Los casos se han multiplicado por cuatro respecto al curso anterior y alcanzan los 270, según un informe realizado por el sindicato ANPE.

Profesores agredidos o amenazados cada 32 horas
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Los casos se han multiplicado por cuatro respecto al curso anterior y alcanzan los 270, según un informe realizado por el sindicato ANPE.

Son alrededor de 270 profesores. Sin embargo, también son sólo la punta del iceberg. Puede haber muchos más. Se trata de aquellos que, durante el curso escolar 2016-2017, pidieron ayuda al Defensor del Profesor, servicio puesto en marcha por el sindicato independiente de docentes ANPE. En total, se recibieron 2.249 consultas. De ellas, el 12% –casi 270– denunciaron agresiones y amenazas por parte de alumnos. Un suceso violento en las aulas españolas, como mínimo, cada 32 horas. Para poner en contexto la gravedad del dato, hay que señalar que, en el curso 2015-2016, estas situaciones constituyeron sólo un 3%: casi 60 casos. Así, el problema de la violencia en las aulas se ha multiplicado por cuatro.

«La agresión moral puede ser más dañina que la física, pero es muy significativa en lo que respecta al desarrollo de la convivencia», explica a LA RAZÓN Crisélida Rodríguez, coordinadora del servicio del Defensor del Profesor. «Traspasa los límites de la dignidad. Se rebasa una línea roja», añade.

Este alarmante aumento cambia la tendencia descendente de los análisis previos realizados por ANPE. ¿Los motivos? «Debemos tener en cuenta que los profesores, al tener más alumnos por aula, se ven dificultados a la hora de gestionar los conflictos», afirma Rodríguez. Sin olvidar el hecho de que «el alumnado del siglo XXI no tiene nada que ver con el del siglo XX: ni en el uso que hacen de la tecnología ni en la forma de comunicarse». Así, «todo ello produce un efecto multiplicativo si no se trabaja la prevención del conflicto y de la violencia». La escasez de recursos y la «utilización» que hacen los políticos de la educación y sus trabajadores son otros de los puntos a mejorar, según ANPE, si queremos un clima pacífico en las aulas.

La mayoría de conflictos atendidos por el sindicato –un 92%– se ha dado en centros de titularidad pública, algo que esta agrupación achaca a la existencia de más centros de esta naturaleza en nuestro país y por el hecho de que el mismo sindicato es público. Sin embargo, también señala que los casos se han incrementado en la etapa de Secundaria hasta el punto de igualarse con los de Primaria –un 42%–, mientras que los restantes corresponden a Infantil y a otras enseñanzas.

Otros problemas se mantienen, desgraciadamente, estables: las faltas de respeto pasan del 24% al 23% de los casos; las grabaciones y fotos tomadas con el móvil para «ciberacosar» a compañeros aumentan del 18% al 20%; el acoso entre alumnos se reduce del 14% al 10%... Y también aquellas situaciones que enfrentan a padres y profesores: el acoso de los primeros hacia los segundos se mantiene en un 29%, lo que supone 652 casos; además, las denuncias de los progenitores a los docentes pasan del 18% al 19%: 427 en total. En el informe se da un pequeño «hito». Por primera vez, se constata el «ciberacoso» por parte de las familias de los alumnos: el 1% de las consultas, alrededor de 22 casos.

¿Las consecuencias? El estado anímico de los docentes se ve seriamente «tocado». Como explican en ANPE, parece que la escuela ha pasado a ser «un lugar de aprendizaje respetado a un espacio donde se manifiestan muchas insatisfacciones». El profesorado se desgasta y pueden pasar de la ansiedad generalizada al «burnout», pasando por la depresión. Durante el año 2016-2017, el 70%, más de 1.570 profesores, presentaba ansiedad y el 9% –202– tenía depresión.

El porcentaje de profesores que se han visto superados por las amenazas, los insultos, las intimidaciones o las agresiones apenas supone un 2%. Como detalla Rodríguez, estamos hablando de cuatro casos concretos. Pero son realmente significativos de las cotas de gravedad que está alcanzando el problema. «Hablamos de personas que habían luchado por su profesión y que la habían elegido por vocación. Es lo último que les podía pasar», sentencia.