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Así es la teoría que une el espacio-tiempo con nuestro lenguaje

Si no tuviéramos una palabra para describir el “tiempo”, ¿realmente existiría? Esa es la pregunta que trata de responder la hipótesis de Sapir-Whorf

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El lenguaje es desde siempre un tema muy complejo en su estudio, lo que ha traído de cabeza a muchos científicos a lo largo de la historia. No nos referimos únicamente a las numerosas ramas que la forman, tales como la semántica o la fonética, sino al lenguaje como un elemento que va más allá de unos simples parámetros. Ni siquiera es posible dar con una fecha exacta de su origen. Hay muchos investigadores que se remontan hace 400.000 años con el homo erectus, aunque otros por el contrario relacionan la aparición del lenguaje con el homo sapiens, que hizo su aparición hace apenas 50.000 años en África. En cualquier caso, el lenguaje ha sido la herramienta fundamental para el desarrollo del Ser Humano y lo que nos diferencia del resto de seres vivos.

Ahora bien, sin el lenguaje, ¿podríamos ver el mundo como lo vemos ahora? Una pregunta así se planteó Benjamin Whorf durante la década de los 30`. Este lingüista americano nació en 1897 y fue pupilo del también lingüista y antropólogo Edward Sapir. Para Benjamin siempre hubo algo en el lenguaje que no terminaba de entender, que no le cuadraba.

Fue durante su estancia con los Hopi, una tribu de indios americanos, cuando el estudioso se dio cuenta de que las diferencias entre el lenguaje europeo y el de los hopi no era igual. No solo en el significado de las palabras, sino en los tiempos verbales, ya que la lengua de esta tribu carecía de ellos. El hecho de que carezcan de tiempos verbales supone un auténtico choque a la hora de entender la realidad. La tribu india no contempla el concepto de “tiempo” en sus frases, simplemente se fijan en los hechos, es decir, si ocurrieron o no y quien los hizo. Una misma palabra, como puede ser “wari” significa correr, pero también corriendo, corrió, ha corrido, etc. Lo que importa es que la palabra significa un acontecimiento, independientemente de cuando pasó.

De esta forma, la tribu vive en un mundo de hechos, mientras que las sociedades occidentales, “modernas”, viven siguiendo un ritmo marcado por los relojes, los calendarios, el tiempo. Una idea impuesta por nosotros mismos y a la que somos incapaces de rechazar.

Edward Sapir le contó sus descubrimientos a su maestro, naciendo así la Hipótesis Sapir-Whorf, en 1954. Esta hipótesis posee, a su vez, dos variantes: la hipótesis fuerte y la hipótesis débil. La primera hace referencia al lenguaje que cada uno de nosotros hablamos, o lo que es lo mismo, como entendemos, memorizamos y vemos la realidad que nos rodea. Por su parte, la segunda hipótesis defienda la idea de que la lengua influye en nosotros a la hora de interpretar la realidad.

Este fue el principio del “relativismo lingüístico”, un planteamiento que dice que dos personas de dos distintas partes del mundo conceptualizan un mismo fenómeno de maneras distintas.

Las líneas del espacio-tiempo pueden borrarse con el lenguaje

Whorf llegó a decir que si en un idioma no existía una determinada palabra, los hablantes de ese idioma no podrían comprender ese concepto. Si aplicamos esta afirmación al caso de la tribu hopi, podremos decir que ellos viven en una misma línea temporal, ya que no tienen una palabra que denote “ayer”, “hoy” o “mañana”.

No es algo tan descabellado si tenemos en cuenta que en cada idioma hay determinadas palabras que no existen en otros. A menudo, nos ocurre que deseamos explicar algo, pero “no encontramos esa palabra”. No es que no la encontremos, es que no existe en nuestro idioma y, por tanto, solo queda tratar de hacernos entender mediante frases explicativas. Un ejemplo sencillo es el concepto de Toska, una palabra rusa que significa “sensación de gran angustia espiritual, a menudo sin una causa específica”. En español, Toska no tiene una traducción directa, así que no podemos referirnos a esa situación de pena.

Pese a esto, los experimentos de la Hipotesis fuerte fueron desacreditados en la década de los setenta cuando se acabó demostrando que los hopi si tenían términos para referirse al pasado y futuro, aunque no de la misma manera que la hacemos en Occidente. Sin embargo, la Hipótesis débil sí que se ha mantenido en duda y no ha podido ser confirmada, ni denegada.

Para el segundo caso, se hizo un experimento que consistía en meter en una sala a personas de habla inglesa, y otras de habla maya. A ambos grupos se les pidió que cogieran un objeto parecido a una caja de cartón. Los de habla inglesa escogieron objetos de forma parecida a una caja, independientemente del material. Al mismo tiempo, los de habla maya escogieron objetos de cartón, sin importar su forma.

“La llegada”, la película que mejor explica este concepto

Sin duda, la película que presentó al mundo esta teoría, ya que para muchos era desconocida, fue “La llegada” del 2016. Tal vez a muchos les suene porque estuvo nominada a numerosas premios internacionales, incluyendo los Óscar de aquel año, nominado al de mejor película. Una película compleja y difícil de entender que abarca muy bien la propuesta de la teoría lingüística de Sapir-Whorf.

Sin entrar en muchos detalles para no arruinar el recomendado visionado de la película, el film lleva a sumergirnos de lleno en el lenguaje de los heptápodos, una raza extraterrestre que llega a la Tierra, cuyo lenguaje es no lineal, no perciben el tiempo, al menos, no como nosotros.

En definitiva, lo que la hipótesis trata de explicar es que el Ser Humano es quien delimita el espacio y el tiempo, quien delimita la realidad. Si en nuestro lenguaje no tuviésemos palabras para referirnos a ambos conceptos, no es que no existirían como tal, cosa que no se ha confirmado ni desmentido, sino que nuestro mundo posiblemente fuese distinto. Todo transcurriría más como en un círculo y menos como una línea recta: pasado-presente-futuro. Al menos, así lo plantea Sapir-Whorf.