Coronavirus

“Hay quien tiene complejo de policía e ignora que hay pequeños que sufren encerrados”

Los menores con Trastorno del Espectro Autista a veces no soportan bien el confinamiento provocado por el Covid-19. El gerente de centro El Faro, que mantiene las terapias “on line”, explica que la alteración de sus “rutinas” afecta "al equilibrio psicológico que pudieran tener, ya de por sí frágil”

Instalaciones del centro El Faro sin niños, ya que las sesiones son ahora telemáticas debido al coronavirus
Instalaciones del centro El Faro sin niños, ya que las sesiones son ahora telemáticas debido al coronavirusLa Razón

La plegaria se cuela en casa de María; a ver si este día es tranquilo... Es madre de una niña con Trastorno del Espectro Autista (TEA) de Granada que no habla y “no está llevando bien el confinamiento” que ha impuesto el invasor coronavirus. Nota sus nervios atendiendo a su lenguaje corporal, sus gestos ansiosos, y entonces sabe que ha de acompañarla a pasear para que pueda liberar estrés. Tiene que hacerlo a veces “esquivando las miradas” e incluso “algún grito” de los vecinos que les reprochan que pongan en peligro la salud de todos. Y ello, pese a que el Ministerio de Sanidad ha establecido, tras un cúmulo de peticiones, que las personas con ese diagnóstico puedan bajar a la calle siempre que se respeten las medidas necesarias para evitar el contagio del Covid-19 y circular por las vías de uso público con un acompañante. “Hay quien tiene complejo de policía e ignora que hay pequeños con necesidades especiales que sufren encerrados”, se lamenta María.

En cambio Ana, relata a LA RAZÓN desde un municipio de la provincia de Sevilla que su hijo de seis años “está bien” por ahora. Padece el mismo trastorno, aunque en su caso, “tiene una afectación leve” y el silencio no es su compañero de infancia. Explica que este tipo de niños “son muy rígidos en general” y, por eso, “le ha estructurado” la jornada con un horario en el que caben “juegos, deberes, relajación...” incluso la ayuda con las tareas domésticas como “hacer las camas o de comer”. Tiene una hermana “con la que se entretiene mucho” y junto a la que realiza los deberes del colegio. El menor, “todavía está en primero de Primaria”, con lo que en su caso “no son muchos”. “Nos han mandado unas fichas y leemos”, resume Ana. A veces el pequeño quiere enfilar la puerta para “ir al supermercado”, que es algo que hace habitualmente, pero le dicen que no puede ser y se da la vuelta. “Le hemos contado que hay un bichito fuera que se llama coronavirus y pregunta por él”, narra Ana, para concluir: “Tenemos momentos de todo tipo, pero, dentro de lo que cabe, vamos bien”.

Igual que las iguanas necesitan rayos de sol para reforzar el calcio, algunos de los etiquetados como TEA necesitan aire para aliviar su angustia.

Luis Moya es psicólogo y gerente de un centro, El Faro, donde tratan a niños del mencionado espectro, no sólo autistas, también con Síndrome de Asperger, por ejemplo. Está ubicado en el aljarafe sevillano y no ha sido inmune al coronavirus. Han tenido que hacer un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE), al igual que miles de entidades en la comunidad y han cerrado sus puertas. Si bien, los miembros del equipo trabajan desde sus domicilios por medios telemáticos, ya que no querían abandonar del todo a sus usuarios.

Moya apunta que “el cómo se tome cada uno de estos niños y sus familias la situación” de aislamiento derivada del Estado de alarma, dependerá, “en gran medida”, de “las rutinas que tenían de antemano”. “Todo lo que suponga un cambio importante en las rutinas de los chicos con autismo -cose- afecta al equilibrio psicológico que pudieran tener, ya de por sí frágil”. Añade que es normal que si alguno de ellos tenía “por costumbre” dar un paseo todas las tardes o ir al parque y, “de pronto, no puede hacerlo”, muestre una reacción. Para intentar ayudas a los familiares, en El Faro www.centroelfaro.com han mantenido por videoconferencia las terapias individuales, a las que se agrega a los padres, si los menores son muy pequeños; y también las de grupo. Cuentan con autorización para trabajar desde el centro, pero han decidido hacerlo “on line”, por "precaución”.

“Sabemos que es un parche que ponemos lo mejor que podemos”, asevera el gerente. Confían en que sea lo más temporal posible, al ser conscientes de que “hay información que se pierde al no poder ver al niño, sus movimiento, la manera de sentarse... y cuanto menos edad tenga, peor”.

La materia con la que trabajan, la mente, las emociones, es compleja y dedican parte de su esfuerzo a la neuropsicología, lo que implica desarrollar actividades ligadas a “la atención, el lenguaje, la memoria, la orientación o la impulsividad”, entre otros aspectos. Ahora, a través de “aplicaciones para compartir el escritorio” de los ordenadores, remata Moya. El Covid-19 está dejando a su paso una hemorragia de afectados de distinta índole.