Andalucía
A juicio
“Esta puede ser una primera pandemia de otras por llegar y en este mundo globalizado tiene que haber una institución que dirija, coordine y vigile los esfuerzos planetarios, más allá de la inoperante OMS”
Lunes
Ya no hay izquierda ni derecha ni tampoco centro. Ha nacido un nuevo partido en Andalucía que ha unificado a los demás: el Partido de la Estantería. Me explico. A causa de esta crisis no hay ruedas de prensa en persona por lo que los portavoces políticos de cada partido mandan a los periodistas sus vídeos hechos en casa con sus comentarios sobre el tema del día. Cuando estas ruedas son presenciales detrás del político está la bandera de turno y el logo del partido siempre de una forma que se identifique enseguida. Ahora no. Ahora todos estos portavoces, por una misteriosa razón, para los vídeos que mandan a la prensa se ponen delante de una estantería. El libro es el nuevo emblema de este partido. Algunas se ven más usadas, con libros mezclados y un bote de lápices viejos o una funda de gafas en la balda; otras se nota que son poco visitadas, las del salón con la enciclopedia polvorienta. ¿Qué nos querrán decir? ¿Por qué no eligen una ventana detrás en la que se vea un árbol o el cielo azul ahora que nos falta el aire? ¿O una humilde pared blanca? ¿Cuando todo esto acabe llenarán de libros las sedes de los partidos? Dime de qué presumes…
Martes
Una madre y un padre son una referencia constante a lo largo de toda la vida. Son una fuente de consejo y sabiduría y un modelo a seguir. Sin embargo, con la edad, los padres van volviéndose más humanos y uno se percata de sus defectos y errores y ese halo de infalibilidad va diluyéndose a medida que se desarrolla una personalidad propia. Por eso pienso ahora en la suerte de todos esos niños que están en la edad en la que sus padres son todavía súper héroes. Más fuertes que Superman, más inteligentes que Sherlock Holmes, más divertidos que Peppa Pig. Ahora mismo están todo el día juntos jugando, cocinando, contestando a las infinitas preguntas que surgen cuando estás en el inicio del camino. Imagino a los que esta época se les quedará grabada como los primeros recuerdos de su vida. Qué inmenso regalo ha recibido esa generación de niños sin darse cuenta. Van a vivir una época de su infancia en la que, por un tiempo, no se despegaron de sus padres y literalmente les tuvieron todo el día y toda la noche a su disposición. Ojalá cuando sean mayores usen esas dulces memorias para construir un mundo mejor.
Miércoles
Lealtad, unidad, consenso, apoyo. Si me dieran un céntimo de euro cada vez que he oído alguna de estas palabras en boca de un político a lo largo del último mes ya habría dejado de trabajar y estaría aislado en un resort en las Bahamas. Si es que allí no los han cerrado todavía, claro. Pero de nuevo quienes reclaman esas actitudes con mayor rimbombancia y oropel son los que menos las ofrecen. No es momento de criticar al gobierno, dicen los partidos andaluces de izquierdas, pero se refieren sólo al gobierno central, claro. Mientras piden esa lealtad a la Junta y a sus consejeros, les llaman “pirómanos sociales”, difunden sospechas sobre una posible prevaricación, les acusan de autobombo por gastar imprescindibles recursos públicos en propaganda, de no recortarse el sueldo. Pero todos esos calificativos y críticas desaparecen para referirse a Pedro Sánchez y sus, veintidós ¡veintidós! ministros. Ahí sí exigen lealtad y unidad que en su peculiar traducción significa chitón. Tanto que pide aquí Adelante Andalucía bajar sueldos de los políticos ¿no podrían pedir a sus colegas de Madrid eliminar alguno de los veintidós ¡veintidós! ministerios que no sirven para nada más que para contentar a Podemos y así poder usar sus magros presupuestos para la sanidad? Lo dicho, lealtad y unidad para aplaudir a los míos. Al resto a ver si les cargamos la culpa. Por favor, ahora también hace falta crítica pero con un poco de congruencia.
Jueves
Afortunadamente y a pesar de esta interminable tragedia en la que estamos sumidos, hay también momentos para el humor. Se preguntaba el otro día la Pájara -musa continua en esta humilde columna- qué ocurrirá cuando todo esto acabe y aparezca el “síndrome post pandemia” que consistiría en una terrible ansiedad por salir a la calle y tocar a la gente o subirse en un ascensor lleno de personas o montarse en el autobús o, por supuesto, trabajar. Comenzaría entonces una lucha del colectivo afectado que pediría que fuera reconocida como enfermedad profesional y reclamaría bajas remuneradas para poder recuperarse. Los sindicatos se apresurarían a defenderlo, los partidos a intentar hacer suya esa bandera –desde un punto de vista ecofeminista y obrero, o patriótico y tradicional- y por fin volveríamos a la normalidad esperpéntica del día a día. Cuánto se echa de menos.
Viernes
Después de la Segunda Guerra Mundial, ante las atrocidades nazis, los aliados decidieron crear un tribunal internacional para juzgar a los gerifaltes del Reich y depurar responsabilidades. Desgraciadamente ha habido oportunidad de repetir este proceso también con las guerras de los Balcanes o con el genocidio tutsi en Ruanda. Llegados a este punto no resulta descabellado hacer lo mismo con la pandemia del Covid-19. Y ni siquiera hace falta acudir a teorías conspiranoicas que advierten de que este es el inicio de un nuevo tipo de guerra y que no somos más que daños colaterales en un combate entre bloques. Esta puede ser una primera pandemia de otras por llegar y en este mundo globalizado tiene que haber una institución que dirija, coordine y vigile los esfuerzos planetarios, más allá de la inoperante OMS. El primer gobierno en ser sentado en el banquillo debería ser el chino, por supuesto. Habría que investigarlo todo: el origen, los datos, las cifras, la gestión, los tiempos, los muertos. Y después el resto de gobiernos, luego las empresas y particulares que hayan favorecido la especulación y hayan retrasado o bloqueado la llegada de material imprescindible, los tuiteros o estrellas de redes sociales que hayan difundido bulos, etc. O por lo menos hacerlo a nivel de cada país, aquí en nuestros tribunales. ¿Sedar a personas de más de setenta años por falta de recursos no supone alguna responsabilidad para el gestor, no para el médico? Yo creo que sí y más en estados como el nuestro que plantean que nos jubilemos a los 67 años. Para trabajar y cotizar y pagar la sanidad durante décadas sí, para hacer uso de ella cuando la necesitas, no. Tres años para ser tratado. Supongo que para algunos políticos y economistas tiene sentido.
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