Coronavirus

Uno de los gestores públicos de la gripe A avisa: “Es fundamental que el desescalado se haga con pies de plomo”

El ex secretario general de Sanidad Martínez Olmos defiende que hay que “asimilar” que "invertir en prevención es rentable” en un mundo globalizado y que la ciudadanía tendrá “restricciones”

El ex secretario general de Sanidad y actual profesor de la EASP, José Martínez Olmos
El ex secretario general de Sanidad y actual profesor de la EASP, José Martínez OlmosLa Razóna

El movimiento se ha convertido en quietud confinada en las últimas semanas enfermas. El mundo, desigual, atraviesa una situación de intervalo con final abierto en la que se suceden las decisiones y sus réplicas. Al secretario estatal de Sanidad entre 2005 y 2011 y actual profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP), José Martínez Olmos, le tocó lidiar desde la Administración central en 2009 con la primera pandemia global del siglo XXI, la de la gripe A. Tras aquello, planteó la necesidad de contar con una reserva estratégica de material sanitario, ante la posibilidad de que ese tipo de alertas se repitiera, pero “no la hizo nadie”, admite ahora a LA RAZÓN.

Mantiene que por lo manifestado estos días desde la Unión Europea y por el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, se desprende que “una de las lecciones” de la actual crisis sanitaria que ha provocado el coronavirus será ésa: “La necesidad de prepararse con materiales de protección para los profesionales sanitarios y los de las Fuerzas de Seguridad, así como de equipamientos para poder dotar a los sistemas de salud con camas adicionales en cuidados intensivos”. A su juicio, el que no se haya hecho tiene que ver con que “la gripe A dejó una sensación muy generalizada, creo que falsa, de que hubo un exceso de sobreactuación por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de los gobiernos”.

Martínez Olmos quiere dejar claro que “el no haberlo hecho es atribuible a todos”, dado que “a una comunidad nadie le hubiera impedido tener una reserva estratégica”, deja en el aire. Mira al pasado para apuntar que ya en su libro “Qué paso con la Gripe A”, publicado en 2014, hizo esa reflexión acerca de que “sería bueno tener una previsión de materiales en un mundo global” expuesto a riesgos crecientes y añade que “otras personas más famosas” que él como Barack Obama o Bill Gates “lo pronosticaron también”. “Tenemos que asimilar que invertir en prevención es rentable”, recalca, para anotar que de haber podido disponer en la actualidad de esa provisión, “el impacto del coronavirus se podría haber mitigado en parte”, aunque “dependiendo de cuánta inversión se hubiera realizado” en él. “Es igual que cuando contratas un seguro, mejor que nunca lo tengas que utilizar, pero hay que pagarlo por si acaso”, ejemplifica.

Su apuesta es que se haga esa acumulación preventiva, como aboga también por que se desarrolle “la Ley General de Salud Pública aprobada por unanimidad en 2011” en el sentido de diseñar “una estrategia nacional” en ese ámbito y de crear el centro que contemplaba esa norma similar “al europeo de control de enfermedades”. Éste debe encargarse de fijar “criterios técnicos a las distintas autoridades sanitarias a la hora de proteger la salud ante situaciones como epidemias, de control del medio ambiente, o del cambio climático”. Está convencido de que esos instrumentos “hubieran fortalecido al Ministerio de Sanidad, que perdió entre 2012 y 2018 1.200 funcionarios por la aplicación de la tasa de reposición cero”, así como a “las comunidades”.

No comparte la opinión de quienes han aseverado que el hecho de que las competencias en sanidad estén descentralizadas dificulta la gestión de la crisis. “Es cuestión de que haya voluntad de ponerlas a disposición de los intereses generales, como los diferentes instrumentos”, dice. Y cose: “Además de que el aparato normativo español contempla que el Gobierno de España puede tomar el mando único, como ha sucedido”.

Para Martínez Olmos “ése es un debate estéril”. “Las competencias descentralizadas no marcarán la diferencia en el impacto” de una pandemia a la que, augura aún un largo recorrido. “No va a ser ésa la clave”, afirma. Preguntado por cuál será, responde que, de un lado “el haber tomado o no la decisión del confinamiento de la población” y, de otro, “cómo se aplique el desescalado”. “Es fundamental que se haga midiendo muy bien los pasos, con pies de plomo, y evaluando y monitorizando el impacto que tenga cualquier área de desconfinamiento que se haya decidido siguiendo las directrices de la OMS”, condensa.

El ex secretario general de Sanidad no duda en aseverar que la desescalada ha de ser “paulatina, con vigilancia epidemiológica muy intensa, para detectar precozmente posibles casos”. “Si hay que dar un paso atrás en algunas medidas, que se haga”, sugiere. Explica en ese punto que se trata de un virus cuya transmisión depende en buena medida de cómo se comporten las personas y que “se puede escapar por alguna rendija” o “tener una mutación”. “Riesgo cero de contagio no va a haber”, advierte, “lo que habrá que medir es si es poco o muy intenso para rectificar, si es necesario”.

“Veremos ajustes de decisiones y los ciudadanos tenemos que asumir que vamos a tener restricciones. Algunas de ellas estarán algún tiempo con nosotros como la distancia de seguridad o el lavado de manos y el uso de mascarillas. Seguramente el teletrabajo o los turnos laborales también se quedarán durante un tiempo”, remata. Todo con un objetivo: “Modular la infección para que sea la menor posible y dar tiempo a que haya una vacuna, que ojalá sea así”.