Teatro

Carlos Saura: «Me considero un superviviente. España es un país violento y cainita»

El cineasta lleva este fin de semana a Sevilla «La fiesta del chivo», la adaptación teatral de la obra de Vargas Llosa

Carlos Saura presenta la obra fotográfica "Flamenco"
El cineasta Carlos Saura posa ante los medios momentos antes de inaugurar en el centro cultural de La Malagueta la exposición fotográfica titulada "Flamenco". EFE/Carlos DíazCarlos DíazAgencia EFE

Carlos Saura (Huesca, 1932) avanza hacia la novena década de su vida imbuido en todo tipo de proyectos, sin abandonar ninguna de sus pasiones y complicando la labor de encorsetarlo en una faceta artística. Cineasta, fotógrafo, guionista, su trayectoria le ha conducido este fin de semana a Sevilla como director teatral con «La fiesta del Chivo». Creador incansable, solo lamenta que siendo hijo de una pianista la música se le haya resistido. Recluido en su casa de la sierra madrileña, responde a este cuestionario por correo.

Sus dos últimos trabajos en la dirección teatral han sido obras de García Márquez y Vargas Llosa, ¿con qué autor completaría ese triunvirato de las letras en español?

Estamos en ello, hablamos con Natalio Grueso de un Borges, tal vez una versión de Lorca. Lorca da para un maravilloso musical porque en él poesía y música se relacionan. Los límites escenográficos de un teatro tradicional al uso en España y el número de actores nos lleva a un teatro de «cámara» de pocos actores en escena. A mí esas limitaciones, dado los tiempos que corren, me parecen bien.

Cuando un régimen como el de Trujillo, al que se le atribuyen 50.000 desaparecidos, se mantiene 30 años la pregunta recurrente que surge es: ¿cómo es posible? Los ejemplos en la historia de la humanidad son muchos. ¿A qué reflexión le ha llevado la obra sobre esa perpetuación del terror en un país?

Lo más me fascina de Trujillo es que su apariencia es la de un hombre amable y cotidiano, nadie diría que fue capaz de asesinar a todas aquellas personas que se interponían en su liderazgo. Esa aparente dicotomía, entre populismo y crueldad, parece ser el sesgo de algunas dictaduras. Hoy nos parece increíble que un personaje como Trujillo y su cohorte hayan existido, pero está la historia y la novela de Vargas Llosa para recordarlo.

¿Encuentra similitudes con la dictadura española?

No me atrevería a afirmarlo, pero hay ciertas similitudes. No hay que olvidar que Trujillo admiraba a Franco y lo ponía como ejemplo, decía: un pueblo necesita «mano dura». Trujillo está enterrado en El Pardo. Franco era un dictador «discreto», Trujillo era ostentoso en sus manifestaciones públicas, cargado de medallas, rodeado de fieles corruptos, parteando en festejos.

Un colaborador idea una frase para ensalzar al dictador: «Dios en el cielo y Trujillo en la tierra» y él le corrige y cambia el orden, para que vaya según la importancia. ¿Qué porcentaje de responsabilidad atribuye al personaje y cuál a su necesaria cohorte de colaboradores? ¿El mal por sí solo puede sobrevivir?

Es frecuente a través de la historia que faraones, emperadores y dictadores se crean personajes iluminados, dioses, diferentes al resto de los humanos y eso les da el derecho de juzgar y matar a todos aquellos que se oponen a sus designios. No conviene olvidar que Trujillo obtuvo en vida las máximas condecoraciones y medallas concedidas por España, Italia, Francia y la Santa Sede, como defensor de los valores humanos. ¿Tan ciegos estaban todos para no ver qué tipo de personaje era Leónidas Trujillo? Estuvo hasta propuesto para el Nobel. Y otra cosa: era el poseedor de la mayor parte de las industrias de la República Dominicana.

¿Qué pidió a Juan Echanove para reflejar fielmente el papel de Trujillo?

Si hay un actor en España para interpretar al dictador Leónidas Trujillo, ese es Juan Echanove. Desde el principio, él impuso su fuerte personalidad y trabajó sin descanso hasta hacerse con el personaje.

La violencia contra las mujeres también está muy presente: entre los nombres de los asesinados figuran las hermanas Mirabal, cuyo caso provocó la revolución final contra él y que se conmemora el 25 de noviembre. ¿Qué destacaría del personaje de Urania Cabral, en la obra hija de uno de los afectos al régimen luego defenestrado?

Urania Cabral es en la obra teatral quien de alguna manera conduce la historia que se narra. Es una víctima más de los abusos de Trujillo con las mujeres. Trujillo no era solamente un tirano para su pueblo, sino también un depredador sexual. Es un papel difícil de interpretar que borda Lucía Quintana. Son Lucía y Echanove quienes protagonizan la obra sin descuidar a otros estupendos actores que interpretan personajes secundarios.

¿Cómo está encajando el mundo de la cultura este «golpe bajo» que ha supuesto la pandemia?

Mal. Pero lo peor es que no atisbo una mejora definitiva. ¡Ojalá recuperemos lo antes posible todo lo que perdimos con la pandemia! Hay cosas que no entiendo: ¿cómo es posible que en los aviones y en los «Aves» se permita estar juntos en los asientos y no en los cines y en los teatros? Desgraciadamente la «cultura» nunca ha sido una preocupación para los dirigentes de mi país, a diferencia de Francia, por ejemplo. Siempre hago la misma reflexión: ¿Qué queda de España en el mundo aparte del fútbol y que es un país amable para el turismo? Yo os lo diré: Cervantes, Calderón, Quevedo, Goya, Velázquez, Picasso, Miró, Gaudí, Lorca, Buñuel, Dalí…

Le he leído decir que «el teatro, al lado del cine, es como un descanso». ¿Piensa ampliar ese descanso dirigiendo o tiene algún proyecto diferente?

La dirección teatral es una balsa de aceite comparado con la vorágine que es hacer una película. No quiero presumir, para empezar reconozco estar en una posición privilegiada, aislado relativamente, siempre bien acompañado, con un amplio jardín, la casa sin ser ostentosa es confortable y estoy acostumbrado a la soledad, una soledad compartida. No se puede hacer nada serio si uno no se aísla, sobre todo para escribir, pintar o escuchar música. Tengo varios proyectos y el primero es terminar la película que hice en México: «El Rey de todo el mundo», un musical que por la pandemia no he podido hacer las mezclas definitivas. Sigo haciendo fotografías de mi entorno, dibujo, escribo para varios proyectos de cine y televisión, que me da pereza enumerar, y espero volver al teatro con la nueva obra de Natalio Grueso. Y sobre todo escucho música, mi pasión frustrada es no tocar algún instrumento, siendo hijo de una pianista y sigo sin saber solfeo: el único lenguaje universal que existe.

¿Sería su cine diferente si su juventud hubiera transcurrido en la actualidad? ¿Qué aspectos de este país le habrían llamado la atención para retratarlos?

El pasado está allí y no se puede volver a él si no es con la fotografía, el cine y la memoria. Dejémoslo. Hoy, y sobre todo con esta pandemia que ha trastocado todo, tenemos nuevos y difíciles retos. Hay que evitar las confrontaciones que no conducen a nada y que nos llevaron a nuestra cruel guerra civil. Yo puedo hablar de ello porque fui testigo y me considero un superviviente. Ya sé que la situación es diferente, pero España es un país conflictivo, violento y como decía Unamuno «cainita».