Música

"Las crónicas del salitre"

La IP no es una cuestión informática

“Su disco ‘Marinero de luces’ es una obra superlativa, gracias al maestro José Luis Perales, y puede entenderse su comportamiento por el acoso periodístico que padece desde hace años”

Isabel Pantoja
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Que si IP para allá o para acá. Yo no pillaba ni jota. Durante las primeras rondas «empotrado» con los paparazzis (ese es el término correcto), debía procesar todo lo que veía y oía a la velocidad del rayo. Ellos tenían sus propias claves para economizar el lenguaje e ir al grano, pero el uso de IP llevaba, y lleva, una advertencia añadida, pues únicamente valen las iniciales dado que pronunciar ese nombre al completo es gafe. Fue mi compadre reporteril Jorge Ogalla quien me explicó a qué famosa pertenecían aquellas iniciales, las razones y casos que recomendaban tener mucho cuidado con aquellas palabras. Él mismo y otros compinches fueron víctimas de la maldición. Esas siglas pertenecen a una tonadillera, ex viuda de España, ex medalla de Andalucía, ex presidiaria y estos días noticia porque su hijo parece haberse dado de bruces con una terrible verdad y le reclama la herencia de su finado padre. La entrevisté en un par de ocasiones y ambas fue más que correcta y profesional. Su disco «Marinero de luces» es una obra superlativa, gracias al maestro José Luis Perales, y puede entenderse su comportamiento por el acoso periodístico que padece desde hace años. Lo cierto es que también la vi muchas veces con una descomunal mala leche y ese punto de mal bajío tan comentado por los reporteros: trabajos perfectos que se jodían en el último segundo. Caídas y pequeños accidentes durante o después de algún encuentro con ella. Ventas de fotos chafadas, coches que no arrancaban y no pocos sucedidos por el estilo. Pude descubrir la ira en los ojos de IP una tarde en el mítico parque de atracciones Tivoli de Benalmádena, cuando la cantante detectó la presencia de Guti, un paparazzi de la vieja escuela, ya fallecido, con una cojera de nacimiento y hacia el que sentía una descomunal animadversión . «O me quitan de en medio a ese cojo de mierda o yo aquí no canto», gritaba ella con la cara desencajada como una puerta vieja.

Quien sabe bien cómo se las puede gastar IP es el veterano reportero Juan Carlos Teuma. A finales de los ochenta estaba en el aeropuerto de Miami para fotografiar a la cantante, y de repente toda una unidad de los Swat se le echó encima: «Fue la leche –relata–. Acordonaron la zona, todos apuntándome con sus armas y gritándome por un megáfono que levantase las manos. Suerte que hablo perfectamente inglés y aquello se aclaró. Supe entonces que una mujer había llamado a la policía, denunciando ser perseguida por un terrorista. Dio mis datos, mi descripción y mi localización. La cosa se podía haber puesto muy seria. Ella no tenía ni educación, ni maneras y desde luego que jamás ha sabido cómo tratar a la prensa», sentencia Teuma.

IP: combinación de arte, mala leche, falsedad, delincuencia y la maldición de alguien que se metió en el mercadeo de su vida. Un póker de la fama que siempre conlleva riesgos y no pocas gafadas.