Una de las pacientes que ha contado a LA RAZÓN su experiencia con la Covid-19, todas prefieren mantener el anonimato

Cuando la covid no mata, pero se convierte en un «lastre» paralizante

Enfermas y sanitarias relatan a LA RAZÓN que los síntomas del coronavirus pueden prolongarse durante meses y llegar a imposibilitar el regreso a la actividad laboral o a impedir la asunción de responsabilidades familiares

No sabían que la traba iba a ser la teórica puerta de salida de la enfermedad. Lidia T. dio positivo en coronavirus hace unos dos meses. «Me sentí afortunada porque pude quedarme en casa y no tuve grandes síntomas, fue como una gripe», explica a LA RAZÓN desde un punto de Sevilla, pero más de un mes después de dar negativo sigue sintiéndose «muy cansada, fatigada, tras realizar cualquier esfuerzo». A veces se marea y se tiene que «meter en la cama». Oye además «pitidos en los oídos» sin que exista un estímulo externo que los provoque, los llamados acúfenos o «tinnitus» y que «nunca había escuchado antes». Tiene una niña pequeña y está «preocupada» al no saber cuánto se prolongará el dibujo de situación. Hay también quien tiempo después de conocer que tenía anticuerpos, es decir, que se la podía incluir en el grupo de asintomáticos, se ha visto obligada a realizarse pruebas médicas, al sufrir dolores de cabeza intensos, migrañas que suponen un recorte en la calidad de vida.

Mabel A. relata desde la provincia de Jaén que contrajo el virus «hace mes y medio» y tuvo «síntomas muy floridos: fiebre, vómitos, diarrea...». «Sólo quería dormir de día y de noche. Perdí siete kilos en tres semanas», recuerda, para anotar que los antibióticos la libraron también del hospital, pero ahora «las secuelas persistentes son como un lastre». La «falta de vitalidad» la desespera. «Al principio, sentirme dependiente fue duro –ella es cuidadora habitual de una persona que necesita atención especial–, y no soporto no valerme por mí misma», se rebela. Asevera que si tuviera un trabajo físico «no podría hacerlo todavía» y que «se agota» con el «simple papeleo» que requiere su actividad laboral, que no sabe si aguantará en su conjunto. Por ahora, no cree que la «debilidad» que siente «vaya a desaparecer pronto» y le gustaría saber «cómo puede el virus provocarla». Pero es que caminan a ciegas.

Preguntada a la médico de Atención Primaria del centro de salud de Tarifa (Cádiz) Angélica Pereda por sus historias, reconoce que se desconoce aún «si son secuelas o síntomas persistentes» de la Covid-19. «Sabemos muy poco de la enfermedad porque lleva muy poco con nosotros», se explica, pero anota que la Sociedad Española de Médicos de Familia ha realizado una encuesta y «se ha concluido que en torno a un 10 y un 20% de la población presenta síntomas de covid duraderos, hasta por más de seis meses». «En la consulta también lo vemos», pespuntea, «hay un porcentaje de casos en los que los síntomas persisten y no sabemos hasta cuándo o si será una secuela permanente». Expone que éstos pueden afectar a «órganos muy diversos» como el corazón, el pulmón y el cerebro, a lo que se suman «problemas de trombosis» y episodios de cansancio o incluso fatiga crónica, trastornos neurológicos o depresivos, pérdida de memoria, dolores variados... «Estamos centrados en atender los casos agudos y evitar muertes, porque es lo más grave a corto plazo, pero nos vamos a encontrar con un problema de gente con síntomas persistentes que no tienen tratamiento», avisa.

El grupo de pacientes «donde tienen más prevalencia» es «gente de una edad media de 44 años y un 80% mujeres» algunas de las cuales tiene que lidiar con la «incapacidad» tanto laboral como «para realizar las tareas relacionadas con el hogar y la familia». Hay quien incluso «necesita ayuda para vestirse y hacer las actividades básicas» del día a día. Pereda vuelve a recurrir al mencionado estudio para indicar que en él se llegaba a reflejar «más del 60% de incapacidad laboral». «Y son personas jóvenes que normalmente tienen familia y responsabilidades», desliza. Las huellas del covid que más se repiten entre sus pacientes de este tipo son «los dolores en general, de cabeza, musculares...; el cansancio, que puede ser desde una cosa relativa hasta llegar al síndrome de fatiga crónica; y la anosmia», o pérdida total del olfato. Ha tratado «algún episodio de trombosis» y todo suele ir «acompañado de un trastorno del ánimo, depresivo, porque nadie sabe exactamente lo que les pasa ni por qué». «No tenemos respuestas que darles y te transmiten que no pueden seguir así, es angustioso y complicado», lamenta. Buscar entre las sombras de lo desconocido suele serlo.

El grupo de pacientes en el que «tienen más prevalencia» esas secuelas es «gente de una edad media de 44 años y un 80 por ciento mujeres»

Lucía Valiente, facultativa especialista del servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Regional de Málaga, confirma desde ese punto de la comunidad que «hay bastantes pacientes que a los seis meses de haber sufrido la infección siguen teniendo cansancio, éste imposibilita a en torno a un 15% volver a realizar su actividad previa, y otros te comentan síntomas persistentes como cefaleas, pérdida del olfato, olores fantasma, sensaciones de dolores torácicos tipo presión y palpitaciones». Para ellos no tienen, «como nadie», contestación «al cien por cien», pero asegura que en la consulta, gestionada por su área junto a Neumología, hacen «un trabajo multidisciplinar con otros especialistas» para intentar atenderlos lo mejor posible. Actúan según las manifestaciones que les expongan los enfermos «con neumólogos, Salud Mental, neurólogos, cardiólogos...», quienes les realizan las pruebas que consideren. «Nuestro objetivo principal es descartar que realmente haya un daño orgánico y, cuando no lo hay», resume Valiente, tratan el síntoma «con lo que hasta ahora» cuentan «en sus manos de arsenal farmacológico». Pretenden «darle al paciente todo el soporte, incluida la rehabilitación», si se necesita.

Sobre el perfil de quienes padecen el síndrome pos covid, mantiene que no lo han analizado en profundidad, pero, por lo que se refleja en la consulta, coincide con Pereda en que «predomina en mujeres, aunque hay hombres que lo tienen, y no necesariamente son ni quienes han salido de un covid agudo grave, ni las personas más mayores. La media de edad puede estar sobre los 50 años, pero los hay de 29 a 30 y hasta los 60», desgrana. «También tenemos la sensación de que la tendencia es a mejorar, de que cuando van pasando los meses, los pacientes van contándonos que la sensación de asfixia o las palpitaciones van desapareciendo», afirma. Y alimenta así la esperanza para mirar hacia adelante y sin temor, por último, a ser señaladas.