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El Punto Omega

“Más allá de las citas familiares, la Navidad de la pandemia ha provocado la cancelación de planes y tradiciones de estas fecha”

La viñeta de F. Pastello
La viñeta de F. PastelloLa RazónF. Pastello

“Yo he percibido el Absoluto a través de la música o de la poesía; existe y podemos conocerlo a través de nuestros sentidos”. Más allá de las citas familiares, la Navidad de la pandemia ha provocado la cancelación de planes y tradiciones de estas fechas –la falsa Nochevieja del 30 en casa de Fred, la visita a Wilson para beber cervezas belgas- que han permitido unas vacaciones de invierno ancestral, de contar historias al calor de la chimenea con las ventanas arañadas por la ventisca y la luna plateando la nieve de las sierras. En ese ambiente es más sencillo asimilar esa frase de inicio de esta columna que hace referencia al Punto Omega de Pierre Teilhard de Chardin, uno de los descubrimientos de esas charlas tribales. El jesuita francés pregonó la existencia de un estado elevado de consciencia al que la Humanidad se dirige aun sin buscarlo y que consiste, grosso modo, en la comunión definitiva con la divinidad. El fin del universo pero para bien. Ese punto inmaterial, refugiado de la tormenta más allá del tiempo y del espacio, contrasta con la tangible estupidez humana. Como los truenos en la noche, el asalto al Capitolio trae fríos presagios para nosotros. Las provincias no suelen soportar los tambaleos del Imperio. Y no por un hecho concreto, allí han asesinado a presidentes en el cargo y el país ha seguido funcionando, sino porque por primera vez no han cerrado filas en torno a su democracia. Hay una quiebra y un gran fragmento de esos pedazos ya no cree en ella. Y no van a cambiar de opinión ya que el que lo ha azuzado es el todavía presidente, un moderno Cómodo. Cualquiera podría pensar que este aviso a navegantes serviría para sacar al balcón los ánimos de la política y dejar que Filomena los cubra de cencellada. Lejos de eso, nuestros gobernantes exprimen al máximo el “distinguo ergo sum” de Schmitt y lo usan para diferenciar una vez más entre amigos, los verdaderos demócratas que también entran a la fuerza o rodean congresos y parlamentos cuando no les gusta lo votado por los ciudadanos, y los fascistas, siempre a mano. Nos dirigimos hacia la última letra pero de nuestro abecedario. A la zeta de zotes. Por eso este enero en vez de volver a las pelucas compradas en la Plaza Mayor después de unas cuantas cervezas de abadía, mi mente regresa al fuego primitivo donde puede aspirarse la metafísica que crepita en las brasas originarias. Los políticos no son poetas, recordaba Umbral. No saben oír con la oreja del alma como el que alcanza la trascendencia a través de unos versos o unos compases. Tampoco filósofos, aunque esto sea para bien. Sócrates explicaba también estas navidades que la raíz de la tiranía es la soberbia, Trump podría ser un meme griego, y que por ello la única forma de acercarse a la filosofía es la humildad. Mientras tanto continuamos el tránsito al Punto Omega sin saberlo a través de la máxima expresión humana de los sentimientos, que son las artes, y podemos vislumbrarlo aunque sea de forma borgiana, como otro Aleph. Al menos, lejos ya de la candela, hay un final que este año sí se alumbra. Y es tan físico y real como un pinchazo en el brazo.