Literatura
Fernando Iwasaki: «Cuando los escritores hablan de su vida no hay que creer todo lo que dicen»
De Zweig al «torero» Orwell o Borges: «Sevilla sin mapa» traza un retrato de la ciudad alejado de los tópicos, a través de los textos de 63 autores que alguna vez la visitaron
Visitar una ciudad no equivale a conocerla, pero puede ser el principio de una relación que la sitúe en la «constelación» de aquellos lugares que conforman nuestra biografía. De esa teoría tomada de Walter Benjamin partió Fernando Iwasaki (Lima, Perú, 1961) para dibujar su «Sevilla sin mapa» (Serie Gong), a través de los textos de autores que alguna vez estuvieron en ella. Será, además, la primera de una serie de lugares retratados a través de la cultura, la comida o el deporte.
–Esta es una edición ampliada de un libro que publicó hace unos años porque tuvo la otra tuvo un mal fin.
–La primera edición prácticamente no llegó a circular porque quebró la editorial. Los tribunales decidieron embargar las tiradas de todos los libros. Por ejemplo, Irene Vallejo había publicado en esa editorial y todo se destruyó porque como los libros físicos ocupan espacio, la Justicia los destruye.
–Las drogas decomisadas no se destruyen tan rápido...
–No, se las fuman, desaparecen... (risas). En fin, pero los libros parece que son peor que las drogas.
–Entre los 63 autores que va retratando ha incluido a Chesterton, entiendo que por una debilidad personal, porque no estuvo en Sevilla.
–Es que Chesterton escribe sobre Sevilla sin haber estado, es maravilloso. Como Sthendal, que escribió sobre Sicilia. Tenía mucho más mérito en esa época escribir sobre una ciudad u otro país donde no habías estado. Chesterton vino a España, pero a Sevilla no.
–Usted se declara sevillano, nacido en el Perú, en Lima. ¿Es por eso que nace esa inquietud de retratar Sevilla de esta manera, a través de autores de fuera?
–Sí, pero además yo me siento parte de ese linaje de autores que tienen una mirada sobre Sevilla que viene de fuera. Nacieron en otra parte del mundo, pero convirtieron a Sevilla en una ciudad que les concernía, les parecía propia.
–¿Qué diferencia esa mirada ajena de la propia, de quien ha crecido en una ciudad?
–La mirada del que viene de fuera requiere una elaboración, un deslumbramiento, una epifanía... En cambio, la mirada del que ha crecido en Sevilla no realiza tanto esfuerzo.
–¿Cuándo se sintió incluido?
–Desde que empezaron a nacer mis hijos, en los años 80, imaginaba que no me iba a ir nunca de Sevilla. Tenía posibilidades de haberme ido a otros lugares, llámese Australia o Japón, pero definitivamente aposté por Sevilla.
–Los retratos recuerdan a esa mirada de los viajeros románticos, que construyeron una imagen de Andalucía que no era la real, y que es la que ha pervivido en la memoria de mucha gente tanto dentro como fuera de España. Sin embargo, refleja otros que hablan de un modo más real, además del tópico.
–Sí, si te pones a pensar, a los autores creadores de los tópicos,, como Prosper Merimée, no los incluyo en este inventario, ni a Rossini, a Verdi ni a Mozart o Beethoven, que podría haberlo hecho. Y en cambio hablo de un Stefan Zweig o un Dostoievski que se apartan un poco de los arquetipos. Me parece más interesante incluir a Pierre Louÿs, que habla de esta Conchita Pérez que pudo haber inspirado la Lolita de Nabokov.
–Hay también algunos escritores como Sommerset Maughan , que vendió 35 millones de novelas de su tiempo y son nombres que no han trascendido.
–Maughan, que fue muy famoso en su tiempo, era muy antipático. Tanto que sus editores quieren hacerle un homenaje y no se presentó nadie.
–Pero por antipático solo no será, que tenemos algunos ejemplos patrios...
–Pero Sommerset Maughan no solo era antipático, era obscenamente rico y eso contribuye a que sea muy mal visto. Era un hombre que no trataba bien a sus contemporáneos y eso uno lo termina pagando. Hay otros escritores que por otras razones tampoco fueron muy queridos, como Paul Morand. Era muy famoso, pero en los últimos años de su vida tuvo una deriva política que a mucha gente le provocó estupor y también está muy olvidado en Francia. De eso tampoco podemos hacernos nosotros responsables.
–Cuenta anécdotas curiosas como ese Borges ultraísta que tiraba piedras contra la casa de Luis Montoto. Ese primer Borges que luego rechazó sus inicios: usted dice que escribía «versos como piedras». ¿Tan malos eran?
–No, creo que no eran malos, simple y llanamente él evolucionó estéticamente de otra manera. Borges lo que hizo fue impedir que algunos libros suyos circularan. Cien años después, su viuda ha decidido publicar toda su obra y lo que él no hubiera consentido en vida, ahora circula post-mortem.
–Esta serie de libros es contracultura en el tiempo en que viajamos con el mapa interactivo en la mano.
–Sí, a mí me parece que hay que hacer cartografías nuevas. La de Sevilla que propongo es la de los libros, pero a lo mejor la de Nueva York va a ser sobre películas y series; Barcelona sería sobre el fútbol; La Habana con boleros o Pekín con gastronomía.
–¿Cómo ha ido llegando a esos sitios inéditos donde transitaron escritores como Orwell (del que da testimonio de su etapa como torero en Sevilla)?
–Yo tengo esos libros, por ejemplo esa biografía de Orson Welles. He encontrado en los archivos de ABC las dos corridas de toros que documento, pero luego encontré más. Estoy encontrando corridas de Welles en pueblos de la provincia de Sevilla y me parece muy divertido.
–Es curioso que no se supiera.
–Porque nadie lo tomó en serio. Todo el mundo creyó que cuando decía la cicatriz la tengo aquí, o allí (cambiaba su ubicación cada vez que le preguntaban) que estaba mintiendo. Pero ahora sabemos que como «El americano» fue primero novillero y luego picador.
–Entonces, a los escritores ¿hay que creerlos o solo a medias?
–Depende. En sus obras hay que creerles siempre, porque la literatura es una manera de contar una verdad mintiendo. Pero cuando hablan de su vida personal, a lo mejor ahí no hay que creerles todo lo que dicen.
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