Sociedad

El ‘duelo migratorio’: cómo dejar atrás tu origen para afrontar un nuevo destino

La joven ucraniana Iryna Ruban relata su llegada a Málaga hace tres años y cómo la guerra en Ucrania ha afectado a su familia

La joven ucraniana Iryna Ruban en su país
La joven ucraniana Iryna Ruban en su paísLa RazónLa Razón

Ejemplo de supervivencia, valentía, y resiliencia. Así se podría definir a Iryna Ruban, la joven ucraniana que vino a España hace tres años huyendo de su país por motivos políticos y que ahora es sacudida de nuevo por la ocupación rusa en Ucrania.

A pesar de que esta guerra lleva librándose en el oeste de su país desde hace ocho años, no ha sido hasta el pasado 24 de febrero, cuando el conflicto se ha intensificado por la ocupación total de Rusia en la zona del Donbass. Fue entonces cuando su madre vino a España, justo hace ahora tres meses.

Su padre no corrió la misma suerte, ya que por la normativa de las Fuerzas de Seguridad del país, aquellos hombres de entre 18 y 60 años están obligados al servicio militar y no pueden salir del país. Por suerte, su padre de 54 años, es una persona religiosa y en la Iglesia de su ciudad está prohibido participar en la guerra, de forma que se encarga de ayudar a todos los que lo necesitan.

Y algo muy parecido es lo que está haciendo su hija en Málaga, ayudar a todo el que puede. Cuenta que el día que estalló la guerra estaba preparando una fiesta para su cumpleaños, que es el 25 de febrero. Por supuesto, la celebración se truncó, porque como ella relata, “me sentía fatal, estaba en shock y lo único que me preguntaba era cómo ayudar”. Lo primero que hizo fue contactar con sus padres, amigas y conocidos para preguntarles cómo se encontraban y cuál era la situación.

De forma continua, Iryna tiene contacto con su padre y sus amigas y; mientras que el primero le cuenta algunos horrores que ha visto, la falta de alimentos y que casi no hay trabajo suficiente para todos; sus amigas con hijos pequeños le explican que escuchan alertas de ataques aéreos y, que cuando lo hacen, tienen tanto miedo que no pueden dormir.

Preguntada por si alguna de esas amigas no se plantea venir a nuestro país, esta joven nos relata que muchas tienen miedo de saber cómo van a vivir fuera de su lugar de origen, cómo van a crecer sus hijos sin sus maridos y si van a tener ayuda.

Exiliada política y sin saber español

Procedente de una ciudad del centro del país, Iryna salió de Ucrania embarazada de su hija hace tres años con su marido de entonces. Explica que el que ahora es su ex pareja estaba en el partido comunista y en su país dicha formación política estaba prohibida, por lo que eligieron España como lugar para refugiarse y solicitar asilo.

Actualmente, vive en un piso alquilado en Málaga con su madre, hermana, hija y cuñada, pero recuerda perfectamente su llegada a España. “Cuando estaba a punto de dar a luz en el hospital, no hablaba mucho español, sólo algunas palabras, pero mi madre siempre me dijo que la gente entiende que eres refugiada y pueden ayudarte y explicarles lo que necesitas, incluso a través de Internet”, explica con detalle.

Después de este episodio, ella entiende que hay muchas dificultades cuando sales de tu país de origen y no sabes nada, entre ellos, el idioma. “Claro que cuando llegas tienes muchas preguntas, pero cuando conoces a alguien en la misma situación que tú, te puedes apoyar en ella”, por lo que piensa que no debe tener tantas preocupaciones, que es necesario adaptarse poco a poco aquí y pensar en su futuro y en el de su hija.

Recuerda cómo hace un año y medio casi no hablaba nuestro idioma y, aunque estaba en cursos de español, tenía miedo a decir algo incorrecto y que la gente se riera de ella, pero señala que todos entendían que quería aprender y siempre la han querido ayudar. “Son personas muy buenas y admirables”, incide.

Labor social y psicológica de Cruz Roja

Y por supuesto, para superar este ‘duelo migratorio’ es necesaria la ayuda y el acompañamiento de entidades sociales como Cruz Roja, desde donde se ejecuta un programa de acogida e integración para personas solicitantes de asilo a través del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones.

Según nos cuenta Carolina Zanolla, psicóloga del programa de refugiados de Cruz Roja en Málaga, “la ayuda social, la jurídica y la psicológica serían los tres pilares de nuestro programa”. Así, se trata de cubrir sus necesidades básicas de alimentación e higiene, proveer de alojamiento y facilitar el aprendizaje del idioma, factor imprescindible para la integración.

Igualmente, es necesaria la asesoría jurídica porque necesitan regularizar su situación administrativa, poder acceder a la vivienda; así como solicitar un trabajo y, además, es fundamental la ayuda psicológica para abordar lo que ha pasado en el país y mejorar las habilidades a nivel social para empezar de nuevo.

La joven ucraniana afincada en Málaga
La joven ucraniana afincada en MálagaLa RazónLa Razón

La sede provincial está en la capital malagueña, pero el proyecto de acogida e integración de personas solicitantes de asilo tiene atención descentralizada en varios municipios de la provincia, donde cuenta con hoteles y hostales para el alojamiento. Actualmente, hay alrededor de 900 personas ucranianas acogidas; si bien el número total en la provincia asciende a 1.500; puesto que también se ayuda a personas de otras nacionalidades que huyen por motivos políticos, de género o de orientación sexual y religiosa.

El 30% de los acogidos son menores

De los casi mil ucranianos que han solicitado asilo en la provincia, un 30% son menores de 18 años. Además, según nos explica Zanolla, “se trata de una población muy feminizada con madres, abuelas, tías y hermanas con niñas a su cargo”; puesto que los hombres mayores de 18 años están obligados al servicio militar. Cabe destacar que Málaga es la cuarta provincia a nivel nacional con mayor número de población ucraniana empadronada.

Después de tres meses desde su llegada a la costa, el cien por cien de todos estos menores están escolarizados tanto en educación primaria como secundaria lo que genera, según Carolina, “un efecto normalizador para los niños, que no llegan a entender la envergadura del conflicto” y señala que, aunque al principio sea complejo, “el mantener la rutina hace que las familias se acomoden de forma más sana y fluida”.

En cuanto a vivienda, no existe ningún convenio ni programa a nivel estatal para poder otorgar estas viviendas de protección oficial; si bien el programa de Cruz Roja contempla una primera fase de acogida temporal donde las personas están en centros y residenciales; así como una etapa de fase de integración en la que se le da una ayuda económica en concepto de alquiler durante 12 meses.

En general, Carolina reconoce que la respuesta para este conflicto en relación a otros ha sido “más rápida y con más recursos”, quizás por la cercanía con Europa o por la agudización del conflicto después de ocho años.

Los síntomas del ‘Duelo migratorio’

Después de tres meses de conflicto, el estado de embotamiento, shock y angustia del principio han derivado en una segunda parte más de melancolía, depresión y tristeza. Por ello, desde Cruz Roja han llevado a cabo un sondeo sobre salud emocional y, entre las cuestiones que más les preocupan son: el cese del conflicto armado y los familiares que quedan atrapados, el empezar de cero en nuevo país; así como la necesidad de no representar una carga para la sociedad de acogida.

En definitiva, el duelo migratorio es un proceso psicológico de elaboración de una pérdida cuando una persona cambia de país de manera obligada, como es el caso de Iryna. Así, Carolina nos comenta que “todos los actores de las sociedad podemos ayudar y decir algo en este acompañamiento”.

En el caso concreto de esta joven ucraniana, ella tuvo la suerte de que tanto CEAR como Cruz Roja le apoyaran y le ayudaran económica y psicológicamente a superar esta situación tan complicada. Por eso, Iryna explica que, aunque es difícil saber cómo se va a solucionar y cree que la guerra va a durar como mínimo un año, considera necesario “pensar en el futuro, tener un plan y seguir viviendo”.