Entrevista

Blue Jeans: «No vendas un 'like' al diablo»

Tras publicar «Una influencer muerta en París», señala que «de todos los youtubers que empezaron apenas queda alguno» pues «se van quemando de forma efímera»

Blue Jeans, con su última obra
Blue Jeans, con su última obraKiko Hurtado

La comunidad de lectores de Blue Jeans se cuenta por cientos de miles. Acaba de publicar «Una influencer muerta en París», una novela que exhibe el mundo de los creadores de contenidos, la erótica del poder de las redes sociales y la tramoya oscura que también encierra.

Desde que abrí su libro para entrevistarle hay una canción que no se me va de la cabeza «Video Killed the Radio Star». El vídeo mató a la estrella de la radio.

Tenemos ya una edad, ¿no? (Risas). Esa canción anunciaba la desaparición de la radio con la llegada del vídeo. De hecho, la novela quería titularla «Tik Tok mató a la estrella de Instagram». Ni la radio ni Instagram desaparecieron, lo último no es sinónimo de nuevo o mejor.

También han querido matar varias veces al libro como soporte papel, pero de momento sin éxito. Ni la tele, ni el vídeo, ni las redes sociales…

Llevan muchos años anunciando la muerte del libro en papel. Hace quince años que publiqué mi primera novela y ya querían que se editara para libro electrónico porque daban por hecho que una generación nativa digital acabaría leyendo en un dispositivo. Que la tinta electrónica se impondría a la manchada. Hoy día, el 95 % de mis ventas siguen siendo en papel.

Blue Jeans, en Sevilla
Blue Jeans, en SevillaKiko Hurtado

Usted escribe literatura juvenil y a los jóvenes, ¿les gusta la literatura?

Los jóvenes leen y mucho. Eso sí, no lo que quieren o les interesa a los mayores. Por ejemplo, se empeñan en los clásicos, que hay que estudiarlos y conocerlos pero quizás no es la mejor manera para iniciarse en la lectura. Hay que ofrecerles temas con los que se sientan identificados.

Con todas las «distracciones» que ofrecen los dispositivos tiene que ser difícil enganchar al lector.

Los jóvenes tienen opciones de ocio infinitas. El móvil, las plataformas, el Fortnite … y el fenómeno del covisionado, es decir, seguir múltiples dispositivos mientras estás haciendo una actividad, como por ejemplo ver al Betis. Lo ves por una pantalla y la comentas por varias. Pero, amigo, cuando llega la lectura esa pérdida de atención cambia. Es imposible estar leyendo un libro y hacer otra cosa, tienes que estar concentrado al ciento por ciento.

«Una influencer muerta en París» dibuja la sociedad del espectáculo viral...

Puedes tener muchas herramientas para comunicar, pero al final el contenido es el que lo mueve todo. Y en torno al universo social media se ha generado una industria de los creadores de contenidos. Una industria que pese a su apariencia frívola conlleva una dedicación casi en exclusiva, con mucha planificación y donde prácticamente nada se deja al azar. Hay equipos profesionales en algunos casos.

Donde todo no es «like» o «unfollow».

Efectivamente, todo es mucho más complejo. Son gente joven que se ganan la vida exhibiéndola. Exponiéndola para que otros la compartan, imiten, ames u odies. Que al principio es juego y diversión hasta convertirse en una obsesión por conseguir seguidores, generar conversación viral. Y la tienes porque puedes acabar vendiendo tu «like» al diablo en favor de una marca o una imagen que no eres tú.

Y luego vienen los problemas de salud mental.

Si confundes tu vida real con la virtual, si el personaje se convierte en tu persona, en cuanto no diferencias empiezan los problemas. Observarás que de todos los youtubers que empezaron apenas queda alguno. Se van quemando de forma efímera, como una tendencia de X.

Es agotador.

La fábrica de contenidos no puede parar. Da igual que tengas familia, hermanos pequeños, hobbies, fines de semana… Tienes que ir a eventos te guste o no lo que se presenta, con quien te toca de «acompañante» porque tu marca te obliga a hacerlo. Y aunque tengas la cara de un muerto tienes que grabar el contenido y personalizarlo para X, Twitch, Instagram, Tik Tok, Youtube o contarlo en un podcast. Es como correr una maratón con la intensidad de los 100 metros.