Entrevista
«Las pantallas merecen una orden de alejamiento del aula»
El periodista Juan Carlos Blanco se adentra en la otra cara de las plataformas tecnológicas en «La tiranía de las naciones pantalla»
El periodista Juan Carlos Blanco (Ginebra, Suiza; 1966) ha escrito un libro sobre plataformas tecnológicas como Google, Meta, Amazon y X que, sin dejar de reconocer los grandes avances que nos han proporcionado, identifica cinco grandes ‘pecados capitales’ que han cometido en su empeño por ser cada vez más grandes: la violación masiva de nuestra privacidad, la pandemia de desatención provocada por el abuso de las pantallas, la precarización del trabajo, la destrucción de los medios y, sobre todo, la destrucción de la confianza en las democracias liberales. El libro se llama «La tiranía de las naciones pantalla», ha sido editado por Akal y en él se describe también cómo estas plataformas quieren imponer sus reglas por encima de las de los Estados.
¿Cuándo han dejado de ser herramientas amigas para rivalizar con los Estados?
Siguen siendo herramientas ‘amigas’ porque, bien empleadas, nos mejoran la vida, nos entretienen y nos informan. Lo que ocurre es que desde hace unos años, y ahora más aún, hemos descubierto que, además, tienen una cara B muy tenebrosa y peligrosa. Estas ‘naciones pantalla’ tienen modelos de negocio que necesitan secuestrar nuestra atención. Y, para lograrlo, están dispuestos a pasar por encima de todo y de todos, incluidos los Estados.
Habla de «cinco pecados capitales» de las plataformas que gobiernan internet. ¿Cuál considera el más dañino para nuestra salud democrática?
La destrucción de la confianza en las democracias liberales. Las plataformas como Google, Meta (Facebook) o la X de Elon Musk tienen una cuota muy grande de responsabilidad en la que, sin duda, es la distribución masiva de bulos y de infamias más grande que ha soportado jamás la humanidad. Nos han metido de lleno en un sistema de ‘bulocracia’ que está reventando por dentro a las sociedades abiertas y democráticas y que está alimentando monstruos de la sinrazón como el que hoy habita en la Casa Blanca.
¿Estamos cediendo la democracia a los algoritmos?
La democracia y gran parte de nuestra manera de vivir. Lo que digo en ‘La tiranía de las naciones pantalla’ es que pensábamos que sólo nos ayudaban a elegir películas en Netflix y no nos dábamos cuenta de que también podían decidir los votos de las personas en las urnas. Parece una distopía, pero, por desgracia, no lo es. Hoy, una campaña de difamaciones en Tik Tok o de mentiras en Facebook quita y pone presidentes. Es terrible, pero es lo que está pasando.
Propone la creación de un Ministerio de Pantallas. ¿Qué competencias debería tener ese organismo?
Lo propongo en un capítulo pero casi que como una provocación que nos invite a asumir la gravedad de lo que estamos viviendo. ¿Estamos de acuerdo en los estragos que están causando las pantallas? Entonces, ¿por qué no nos la tomamos más en serio? Si ya hay Ministerios contra la soledad en países del norte de Europa, no entiendo que no haya un ministro o un comisionado encargado específicamente de proponer políticas ligadas con el consumo de las pantallas.
Dejemos atrás la geopolítica, y centrémonos en la ‘República Independiente de Mi Casa’. ¿No estamos siendo algo hipócritas al criticar el uso compulsivo del móvil en adolescentes mientras los adultos somos los primeros adictos a las pantallas?
Completamente de acuerdo. En ocasiones, veo gente que se pone a dar mítines sobre los peligros en el abuso de las pantallas y luego veo que están enganchados a X y que se pasan cuatro, cinco o seis horas de su día a día delante de una pantalla. Este problema afecta sobre todo a los más jóvenes, pero los más mayores tampoco se libran. Todos somos víctima de esta droga dopamínica. Nos cuesta dejar de ver el móvil y somos capaces de lo que sea por conseguir un like.
En su libro menciona que muchos hijos de altos ejecutivos tecnológicos estudian en colegios sin pantallas.
Y es algo en lo que creo que merece la pena detenerse. Cuando estaba escribiendo el libro, entré en la web de un colegio digamos de ‘alta gama’ de Silicon Valley. Y, mire, no fui capaz de encontrar una sola actividad en el colegio en el que hubiera una pantalla. ¿No le parece llamativo que en los colegios de los altos ejecutivos tecnológicos todo sea en analógico? Por desgracia, los chicos que hoy tienen en torno a 20 años han sufrido un sarampión de pantallas. ¿Por qué? Porque hasta hace muy poco no nos hemos dado cuenta de que las pantallas les quitan más de lo que les dan.
¿Cree que hemos abandonado a nuestros hijos a las pantallas por comodidad, por ignorancia o por desbordamiento?
Quizás por las tres cosas. Al final, engancharse en el sofá a ver vídeos en Instagram o en Tik Tok es una forma de evadirse después de bregar con unas cuantas horas en el trabajo. Y como tampoco sabíamos que el abuso de las pantallas era tan peligroso, llegamos a un punto en que convertimos el móvil en una niñera de los niños más pequeños… y en una bomba de relojería para los que son más mayores. ¿A que usted no le daría un Ferrari a un niño de nueve años? Pues es lo que hemos hecho con muchos regalos de Primera Comunión dándoles a los niños un teléfono.
¿Usted no se declara apocalíptico ni tecnófobo. ¿Cómo sería un uso razonable de la tecnología?
Básicamente, un uso que tuviera una limitación horaria al día y en el que se sustituyesen horas de pantalla por horas de socialización sin pantallas. No hablo de actividades tan complejas, sino de cosas tan sencillas como las de tomarse una cerveza o un refresco sin tener el móvil encima de la mesa, leer libros o ver películas. En fin, nada revolucionario, ¿no?
¿Qué espacios deberíamos blindar de las pantallas?
Los colegios, los institutos y las aulas de las universidades. Si por mí fuera, dictaba a unos cuantos estudiantes una orden de alejamiento de las pantallas. Les íbamos a mejorar la vida.
¿Cómo podemos comenzar a desintoxicarnos, cómo comenzamos nuestro ‘desenganche’?
¿Ha probado usted a dejar el móvil metido en la mochila o en el bolso cuando habla con alguien? ¿O a salir a dar un paseo dejándose el teléfono en casa? ¿O a no usar el móvil antes de dormir? Cada cual tiene que dar sus pequeñas batallas. Y, siempre, siempre, tiene que recordar que el móvil no es tu mejor amigo, sino una droga que puede reventar tu capacidad de concentración y de atención.