Opinión: "El bloc"
¡Señora, por Dios!
"Amparo Rubiales ha sido víctima de su propia incontinencia, por dos veces, lo que le ha terminado costando el cargo"
Amparo Rubiales ha sido víctima de su propia incontinencia, por dos veces, lo que le ha terminado costando el cargo –honorífico, más bien– que ostentaba en el PSOE sevillano. En primer lugar, publicó uno de esos tuits de sobremesa euforizante que, como alguien resaltó de inmediato, sólo la descalificaba a sí misma: «Judío nazi», llamó al dirigente del Partido Popular Elías Bendodo en uno de esos regüeldos que a menudo circulan por las redes sociales sin haber superado satisfactoriamente un control de alcoholemia. La cosa era tan burda, que habría bastado una disculpa sincera para apagar la polémica, en vista además de que como personaje político lleva decenios más que amortizado. Y ahí, sin embargo, volvió a aparecer su verborrea autolesiva cuando retiró el primer adjetivo (meramente descriptivo, pues el ofendido procede de una familia sefardita) para reiterarse en el segundo, lo que la ha empujado sin remisión a la renuncia. O sea: racista, bocazas y, finalmente, tonta. Nadie, sin embargo, achaque el desbarre de la que fuera vicepresidenta de las Cortes y consejera andaluza de Presidencia a la edad, pues no son tantos hoy en día los espléndidos 77 tacos que luce, porque hace bastante tiempo que esta buena señora disparata en cuanto echa mano del iPhone. Es el síndrome del jarrón chino mal llevado, puesto que casi nadie lleva bien la irrelevancia del ex, pero pocos se embarcan en la (patético) regresión a la adolescencia rebelde con su molesta carga de «digo lo que me da la gana». Las nuevas tecnologías trasladan al world wide web la barra del bar, en fin, y las conversaciones tabernarias no suelen ser favorecedoras: mi cuñada no para advertírselo, en vano, a mi sobrina de catorce años. Será que la criatura tiene eso que llaman vocación de servicio público.
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