Sociedad
Diez mandamientos para la Feria de Sevilla (y, por favor, absténganse de decir "miarma")
La fiesta hispalense tiene unos elementos claves y una liturgia interna para no aparecer como un elemento exótico
El flúor no mata a las bacterias, esos microorganismos capaces de romper la parte más dura del cuerpo humano, pero refuerza el esmalte. La Feria de Abril no mata la tristeza y el tedio de los días, pero refuerza las ganas de vivir. El personal en la Feria de Abril se encuentra sin conocerse y se conoce sin encontrarse, en un evento en el que, parafraseando a Díaz-Cañabate en «Historia de una taberna», «no entran las desgracias; entran los desgraciados».
La Feria, después de la semiclausura para entrar en los trajes, se doctora en el arte de la bulla y la multiplicación del espacio de la caseta, el vino, los panes y el «pescaíto». Desde esta noche, las gentes de allende la capital toman la Feria y el AVE se convierte en una avenida de Madrid que desemboca en Los Remedios, previa parada en Santa Justa. Castellana, bocacalle de Asunción. Medio siglo se cumple desde que la Feria -el invento de un catalán y un vasco- se trasladara desde el Prado.
Murphy, más allá del axioma de la tostada que cae por el lado del jamón y el aceite –nótese la defensa de los productos autóctonos; para la publicidad, contactar con Domingo Martínez–, podría empadronarse en Sevilla. Habrá quien hable de ombliguismo, pero que explique, si no, por ejemplo, cómo fue posible que el año en que una réplica del monoplano de Louis Bériot que hace un siglo salió de Tablada presidía la portada, una gran nube negra cerrara los cielos; al punto que en la calle Ignacio Sánchez Mejías 101, «a las cinco de la tarde», recordaban cómo –en palabras de Pablo Cao, cuatros años entonces, de corto y armado con un Magnum de chocolate blanco en una mano y un pompero en la otra– la noche de «la fiesta del ‘pescao’» una islandesa salió bautizada como «la niña del volcán». La susodicha tenía más de 60 primaveras y su marido se llamaba algo así como Marrinson, pero allí –una de guasa sevillana– le rebautizaron como «Mariconson». El tipo, como ni entendía nada ni falta que le hacía, sonreía. La Feria de Abril 2023 -que comienza en las vísperas del 25 aniversario del desastre de Boliden- es una mina de anécdotas pero conviene seguir unas reglas básicas.
1. Ir a una caseta es como ir a la casa de un sevillano. La Feria de Sevilla es a la vez un evento público y privado. Hay casetas públicas, de distrito, y una inmensa mayoría que son de socios que pagan una cuota religiosamente durante años y con una lista de espera mayor que para lograr entrada en el palco de un derbi. Con todo, hay que ser extremadamente "malaje" -que viene de tener mal ángel- para no conocer a nadie que le invite a pasar aunque sea por cortesía. Una caseta necesita 300 metros de estructura tubular y 250.000 acopladores para fijar los elementos. Aparte están otros tantos «acopladores». En este caso, los que cantan copla, que en la Feria se llaman sevillanas y tienen cuatro partes. La efímera sinfonía de la que sólo queda el eco de unas palmas, la guitarras, el taconeo. Cruce y vuelta. El vuelo de los volantes. Unos ojos negros. Porque es más sensual un escote de lunares que la desnudez de la samba brasileña. «Pero también me vale», que diría Silvio, el rockero, ilustre sevillano natural de Los Remedios. Se puede pagar en todas las casetas. El datáfono ha llegado a Sevilla. Incluso el bizum. Otra cosa es que en muchas casetas se apunte todo en una libreta de los socios y a final de semana se pague "la morterá". Hay quien se hipoteca para la Feria igual que hay quien se hipoteca para el Rocío. (Y conviene que no lo juzgue porque es probable que como turista usted también pague por cuotas). En la Feria no se juzga, se mira para otro lado, que es algo muy sevillano, y se tocan las palmas. La Feria de Sevilla es universal desde Sevilla y para los sevillanos. La caseta es como la casa del socio y, cuando se va de invitado, el comportamiento debe ser como cuando se va a casa de alguien.
2. Conviene llegar comido. O no. Pero lo que no es aconsejable es preguntar "cuándo se come". Generalmente, no se come. Se pica o se picotea. La Feria está pensada para a la bebida -manzanilla o fino, preferiblemente- darle algo de sustento, lo que, unido al movimiento del baile, evita intoxicaciones etílicas y otros percances. Está todo inventado. (Y la comida en la Feria, generalmente, es sólo aceptable. Otra cosa es que a las tres de la mañana la hamburguesa de la tartana de vuelta a casa recomponga y pueda saber a gloria bendita). Lo que parece no es lo que es: regla intrínseca y general de Sevilla. Tenga cuidado con el rebujito, es traicionero como el toro Ratón.
3. Se dice noche del "pescaíto". Nunca del "pescadito". No se sirven pinchos. Hay tapas y platos típicos.
4. En Sevilla no existen los trajes de faralaes. El traje típico es de flamenca o de gitana.
5. Si usted no sabe bailar la jota o cantarla, con un mínimo de sentido del decoro, no se le ocurrirá bailarla o cantarla aunque esté en pleno centro de Zaragoza. En Sevilla pasa lo mismo con las sevillanas. Si usted no está dotado para el ritmo o tiene oído para optar a trabajar en un puesto de cupones, tampoco está obligado a tocar las palmas ni a cantar. Es más, se recomienda no hacerlo. Tampoco obligan a bailar en la Feria de Sevilla. Tener un coche y carnet de conducir no convierte a nadie en Fernando Alonso y tener un traje de flamenca no convierte a nadie en Sara Baras. Disfrute del espectáculo, aprenda los cuatro pasos y entonces, baile. Tenga en cuenta que ahora lo graban todo con el móvil y lo que uno creía de noche con cuatro rebujitos que era la puesta en escena de Antonio Gades puede quedar para la posteridad como "el baile del gorila" de Melody.
Pd.: Se dice "ole" y a veces "olé" pero también hay que saber decirlo.
6. Cuando están bailando, no se cruza por medio. Se espera a que acaben o se da la vuelta. No, la calle no es suya. Suele llover en Feria. Es una tradición que los farolillos se mojen. Este año además hace mucha falta. Las casetas son cubiertas, que no decaiga la fiesta.
7. El traje de gitana favorece. Siempre. Es una ley empírica. Un principio como el de la termodinámica. Pero no se disfrace. No vale el camuflaje, salvo que uno sea Antonio Banderas o Eva González, es decir, fenotipos cascarón de huevo que lo mismo lucen de astronauta que de calle. Cuidado con las flores en la cabeza.
8. Los sevillanos no tienen caballo, generalmente. Algunos, sí. Pero el 99% de los sevillanos no conoce a nadie que tenga. (La aclaración es pertinente porque se ha dado el caso de preguntar dónde dejan al equino). No es mala experiencia, sin embargo, el paseo al Real en coche de caballos (que el 99% de los sevillano NUNCA ha hecho). Está pensado para turistas y postureo local. Si se anima, desde la Plaza de España, por ejemplo, cójanlo entre varios para repartir el precio porque sale por 50 euros mínimo. Para la foto de Instagram puede estar bien. Eso sí, no se llaman carrozas.
La Feria suele coincidir en la semana del 1 de mayo. En el Renacimiento, sería la fiesta del «tripalium», que así se llamaba el trabajo y también un instrumento de tortura. El sevillano, que sabe latín, en Feria muta en hombre vitruviano, capaz de la cuadratura del círculo; de multiplicar el tiempo y las fuerzas para la fiesta y el trabajo. Ocio y negocio (nec-otium) unidos. El Renacimiento en Los Remedios. El feriante no acaba de morir y renace de los alberos de la Feria. Hoy y mañana y pasado sigue la fiesta. Renacer ferial. El domingo siguiente, fuegos. Y cenizas.
9. El flamenquito no es flamenco. Es discutible incluso que sea música. Sí, en algunas casetas lo cantan para amenizar, es inevitable.
10. No quede en la portada (salvo que no quiera encontrar a esa persona). Todo el mundo que no conoce la Feria queda en la portada y no se va a encontrar. Las calles tienen nombre de torero. No, Jesulín de Ubrique no tiene. Si le mandan a la calle Morenito de Maracaibo, le están vacilando. Los cacharritos -atracciones- están en la Calle del Infierno, que tiene más de una calle. A los cacharritos también se les llama calesitas. Conviene marcar un presupuesto, salvo que usted esté muy en el taco, porque los niños querrán montarse en todo.
Todos los mandamientos se resumen en uno: Absténgase de decir "miarma", al menos si no se ha fundido con el ambiente y se ha sevillanizado. Un "miarma" ajeno al sevillano resulta altamente ridículo y hasta ofensivo. Tampoco sesee, no hace falta ponerse en ridículo; ni mucho menos cecee. Con un poco de suerte y atención, aprenderá el significado de milagros léxicos como la expresión "no ni ná". El andaluz es riquísimo en expresiones y diferente de Ayamonte a Pulpí. Disfrute. Aunque llueva, las únicas gabardinas las llevan las gambas y el Real de Los Remedios vuelve a ser ese espectáculo vital intrascendente en el que trascienden las vivencias para que, en estos tiempos de ansiolíticos, antidepresivos y gente narcotizada, lo que tenga que doler, duela, y los ratos de alegría se recuerden todo el año.
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