Medio Ambiente

El marketing “eco” de la carne vegetal

Su aspecto hace pensar que se trata de carne, aunque estos productos están hechos de plantas. Presumen de una menor huella de carbono, pero las emisiones del transporte y los monocultivos no las hacen el mejor aliado del clima

La dieta flexitariana consiste en hacer de la ingesta de proteína animal algo ocasional. Apareció como concepto escasos días después del último informe del IPCC sobre cambio climático. También la dieta mediterránea garantiza el aporte de todos los nutrientes necesarios y está considerada una de las más sostenibles | Stockcreations
La dieta flexitariana consiste en hacer de la ingesta de proteína animal algo ocasional. Apareció como concepto escasos días después del último informe del IPCC sobre cambio climático. También la dieta mediterránea garantiza el aporte de todos los nutrientes necesarios y está considerada una de las más sostenibles | Stockcreationslarazon

Su aspecto hace pensar que se trata de carne, aunque estos productos están hechos de plantas. Presumen de una menor huella de carbono, pero las emisiones del transporte y los monocultivos no las hacen el mejor aliado del clima

Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero pasa también por la producción de alimentos. El sector agrícola es responsable de un 24% del CO2 y “un 14,5% tienen su origen en la ganadería”, según datos de Greenpeace. Además, la FAO estima que la producción de alimentos tendrá que aumentar un 60% si se mantiene el crecimiento demográfico actual. En este contexto , se entiende el éxito comercial que tienen las alternativas vegetales con forma de carne. Según un reciente artículo de The Guardian, en 2018 el mercado de carne procesada creció un 2%, mientras que el mercado de alternativas de carne lo hizo un 22% sólo en EEUU.

Las últimas dos marcas en llegar, y las que más revuelo han formado, son americanas y están fabricadas para acontentar a los paladares de los carnívoros. Los productos de Impossible Food aparecieron en los EEUU en 2016 y, de momento, no se comercializan en Europa porque entre sus ingredientes se encuentra la soja transgénica. “La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) prohibe la venta de leghemoglobina, que se obtiene con la transformacióngenética de la soja. En este caso es lo que le confiere el aspecto sanguinolento”, explica José Manuel Ávila, presidente de la Fundación Española de la Nutrición. Sin embargo, la FDA (food and drug administration) americana sí le dio el visto bueno a su comercialización.

Beyond meat sí ha traspasado las fronteras de la UE y se comercializa en España desde este año. Su composición está libre de organismos genéticamente modificados aunque, desde el punto de vista nutricional, se trata de un producto procesado: “La gran diferencia de la carne, los huevos y los lácteos es que sus proteínas tienen un alto valor biológico y contienen aminoácidos esenciales. La proteína vegetal no tienen tan alto valor biológico. Sin embargo, si enriquecemos la dieta con cereales obtenemos un resultado similar en nutrientes. Entre los ingredientes también hay aceite de coco, que se comporta de forma similar al aceite de palma, aportando grasas saturadas nada beneficiosas comparadas con las de oliva y girasol”, dice Ávila.

Además, medioambientalmente son cuestionables. Marco Springmann, investigador de la Universidad de Oxford, afirma que “la carne a base de plantas resulta más sostenible que la de origen animal, aunque los productos sin procesar (frijoles y plantas) siguen siendo más beneficiosos. Estos productos procesados ​​tienen aproximadamente la mitad de la huella de carbono que el pollo, pero cinco veces más huella que una empanada de frijoles”. Esto contrasta con el estudio que publicó la Universidad de Michigan, y que financió la compañía de carne, en el que se afirma que su hamburguesa usa un 99% menos de agua, -93% de terreno, -46% de energía y -90% de CO2.

Gabriel Mesquida, delegado provincial de Guadalajara del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos opina: “Estas carnes de proteína vegetal tienen una componente de marketing que aprovecha el tirón de la moda . Alrededor de un 30% de los jóvenes, los consumidores del futuro, comen vegetariano y vegano. Por eso aparecen estas propuestas que con su composición basada en guisante, grasas vegetales y saborizantes consiguen mucha aceptación. El consumo de agua y energía es teóricamente menor, pero sería medioambientalmente interesante si la cadena de producción fuese corta. Si sumas las emisiones de importar estos productos de Estados Unidos y el transporte de materia prima como las especies que se cultivan en Indonesia, las cuentas cambian. Seguirá siendo más ecológico comerse un chuletón de Ávila”. “La proteína vegetal siempre tiene un menor impacto ambiental, pero depende de la materia prima con la que la compares. Si el objetivo es reducir la huella de carbono, hay que seleccionar una producción vegetal con pocas emisiones durante todo su ciclo de vida”, opina Andrés Pascual, jefe de Medio Ambiente, Bioenergía e Higiene Industrial del Instituto Tecnológico de la Industria Agroalimentaria Ainia.

De hecho, un estudio de la Universidad de Oxford, dirigido por Springmann, afirma que “una reducción del consumo de carne evitaría un 29% de emisiones, las dietasvegetarianas un 63% y las veganas un 70%”. “Aumentar la ingesta de proteína vegetal es buena idea, pero sería una pena perder la oportunidad de apostar por el cultivo local de legumbres autóctonas. En el campo español se han usado siempre en cultivos rotatorios por su capacidad de fijar nitrógeno, que reduce luego la necesidad de utilizar fertilizantes, además de su capacidad de absorber CO2. Por otro lado, hay que tener en cuenta los beneficios de la ganadería extensiva para mantener los pastos y convertirlos en sumideros de carbono. Faltan comparativas, pero no es lo mismo el animal criado de forma extensiva que en una granja intensiva”, opina Abel Esteban, coordinador del proyecto “Alimentar el cambio” (proyecto para fomentar la alimentación saludable en los centros educativos) de la cooperativa Garúa. Para él, ese mercado nuevo está sustituyendo unos procesados por otros y “para cambiar la dieta y hacerla más sostenible hay que empezar por los hábitos de consumo y para eso es necesario educar el paladar en las materias primas tradicionales y frescas”.